La de Vincho Castillo

Trayectoria que sólo deja estela de lodo e ignominia derramada a todo lo largo y ancho del país
 

¿Cómo calificar y juzgar la depravada desfachatez -es una interrogante que nos hacemos- exhibida por ese fulano, llamado Vincho Castillo Rodríguez, de cuya trayectoria sólo queda una estela interminable de sangre, lodo, ignominia e infamia, cuando es analizada, dicha trayectoria, al oírlo embarrar con la pretensión de justificar y respaldar el Estado de Sitio decretado por Leonel Antonio Fernández Reyna y la Iglesia Católica-Vaticano, Episcopado, Arzobispado o Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez y la Nunciatura o el Embajador del Papa, “la rata” Ratzinger, el siciliano y espía italo-norteamericano Timothy Broglio?
Se nos han ocurrido varias explicaciones, razonables y lógicas, tratándose de un personaje siniestro al que se le atribuye haber logrado escalar un curul en el Congreso de títere y pelele o marioneta de la dictadura de Trujillo, a cambio de la delación y entrega al SIM y al dictador de un hermano suyo, quien así encontrara la muerte en forma terrible, y que siendo sobrino del jefe anti-trujillista de derecha, Juancito Rodríguez, al que ya Vincho Castillo habría traicionado, persistía en oponerse a la dictadura.

Y que no vaciló en aquel escenario, de prestarse para la farsa de representar dizque una generación congresional de trujillistas socialistas, comandada por Jhonny Abbes García, entre los que se encontraban personajes como ese funesto Goyito García Castro, Manolín -el cerdo- Jiménez, Euclides (el calié del SIM) Gutiérrez Félix, como por otro lado, Vicente Sánchez Baret, el cruzado que ofreciera gustoso su vida por matar a los que ajusticiaron a su Jefe, el dictador Trujillo, entre varios.

Pero cuando viera ese mismo Vincho Castillo que todo aquello no fue óbice ni impedimento para que, al fin y al cabo, el pueblo y las corrientes históricas del árbol de la democracia progresiva se impusieran como las plantas buscan el sol, y ya era un hecho el descabezamiento inevitable de la dictadura, Vincho Castillo, junto a Fortunatico Canaán y las huestes de Alicinio Peña Rivera, uno de los asesinos de las hermanas Mirabal, Ciriaco de la Rosa, Cholo Villeta, Morillo López -el mismo ex-general- integrara aquella banda de “Los Paleros”, que azotaron, cometiendo crímenes y hasta atacando iglesias católicas -las mismas con las que se alía y de las que su primo, Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, es uno de sus más siniestros cabecillas en estos momentos-.

Está la lógica explicación de que Vincho Castillo es la encarnación misma del cuento del perro huevero. Y por ello no puede pretender hacer otra cosa que lo que hace ante el Estado de Sitio decretado por Leonel Antonio Fernández Reyna, en contubernio con la Iglesia Católica. Y así no tiene empachos en reconocerlo cuando dice: “La represión al pueblo es la única alternativa para controlar el narcotráfico. Yo lo decía y no me querían creer”. Exacto. Ahí confesó el objetivo de todas sus piruetas y malandrinadas, pues sólo así puede librar a su delincuente bancario de tener que responder por sus delitos.

Está la de que, siendo ambicioso y corrupto, correspondiente con toda exactitud a un término que Vargas Llosa empleara para definir, por ejemplo, a Ramfis Trujillo y a otros personajes, badulaque, Vincho Castillo es vanidoso y superficial, como taimado y estafador en materia de explicar hechos, recurriendo siempre a la fabulación.

Pero también tenemos la de que hay la presunción lógica y racional de que Vincho Castillo ha colapsado y se encuentra, ya sin muchos recursos intelectuales para crear sofismas y sin posibilidad de volver atrás, en manos de la estulticia, amarrado por los inexorables lazos de la fatal arterosclerosis y ha centrado su obsesión, que es inherente a todo paciente de delirium tremens, en lo de la conspiración del narcotráfico, como si él no fuera… -lo que es incurable y que sólo se controla con fuertes fármacos inhibidores de la voluntad viciada del sujeto-, además de abogado de Ramón Buenaventura Báez Figueroa, estafador y blanqueador de capitales de los carteles internacionales de más significado en ese tenebroso mundo de los estupefacientes, pues no creemos que haya quien se atreva a especular que lo suyo era una actividad sana y limpia.

Pues sólo padeciendo de arterosclerosis y en brazos de la estulticia se le puede ocurrir a ese personaje salir, como lo hiciera en La Vega, justificando, claro está, el Estado de Sitio decretado por el mismo pana y consigliori de Ramón Buenaventura Báez Figueroa, Leonel Antonio Fernández Reyna, en violación a los esfuerzos por el Estado de Derecho y las libertades democráticas, afirmando: “¡Ven, ven ahora que era verdad lo que yo afirmaba de la gravitación del narcotráfico en el país!”

¿Y dónde está la prueba de que el descalabro del régimen capitalista que estamos sufriendo en el país sea obra del fantasma del narcotráfico?
Pobre Vincho Castillo Rodríguez, ¡¡su alienación es sencillamente patética!!
Un vicioso del alcohol que padece de delirium tremens ve, en sus crisis, ratones gigantes, cucarachas enormes, gatos que se lo quieren comer, todo lo que es sólo fruto de su trágico estado, o si no, los fantasmas de sus víctimas asesinadas y torturadas. Pero, ¿y quién lo puede convencer de que lo que dice ver, sólo es el resultado de su mal hábito superdestructivo o de sus profundos remordimientos que subyacen en su disecado como retorcido cerebro?

 

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