La llamada bandera nacional

Azul y roja con la cruz blanca en medio y en el centro de ésta el escudo con la biblia y las anacrónicas palabras de: Dios, Patria y Libertad, sólo encarna el parasitismo de la Iglesia Católica y el cristianismo como atalaya de la esclavitud material y espiritual sobre el pueblo de Quisqueya

 

Con motivo del llamado Día de la Bandera, el gobierno de turno, por vía de su Presidente, convoca a un acto solemne a todos sus funcionarios civiles, militares y policiales, como del Estado y poderes autónomos, Poder Judicial, Ministerio Público y ambas Cámaras Legislativas, así como al Arzobispado católico (que es dueño del Estado por el Concordato y la gracia de dios), lo  mismo que a los pastores cabecillas de las sectas evangélicas (que aspiran a todos los privilegios de la Iglesia Católica para sí), con asistencia de carácter obligatorio y so pena de multas y amonestaciones, sin descartar cancelaciones, a los que dejen de asistir al acto, y no por la bandera que, como consta por sus actuaciones, comportamiento y vida, es lo que menos, por no decir nada, importa al Presidente del Poder Ejecutivo, señor Leonel Antonio Fernández Rey-na.

Una vez reunidos todos, según el desenvolvimiento y lo hecho en el acto, quedó claro que lo más importante era el ritual llevado a cabo, que no pasó de 10 minutos, para proseguir así con la liturgia con que ya se desenvuelve toda la vida oficial de la República Dominicana en testimonio de toda la falsedad en que se sustenta y cimenta esta verdadera y original farsa.

Juzguen pues ustedes, respetabilísimos señores oyentes de “La Voz del PACOREDO” y lectores de “¡Despertar!”: Habla el presentador del acto, que para esta ocasión resulta nada más apropiado como hecho a la medida que Rafaelito Alburquerque, quien apenas dice los fines del acto y, a continuación, deja dueño de la situación al que para estos actos posee una grandilocuencia tan natural y espontánea que, no cabe duda, la trajo al mundo al nacer como un don, y, en efecto, haciendo acopio de todas sus cualidades tan perfectamente conocidas expresó: Ya es tiempo de que nosotros tengamos nuestro protocolo propio y común a todos. Vamos a efectuar el homenaje nuestro, el de los lacayos redomados y genuflexos, ante la bandera nuestra, que, por cierto, flamea en el fondo del escenario con sus símbolos ignominiosos de la cruz y la Biblia, la primera para infamia y la segunda para que conste el papel del crimen y la superstición en la vida de los lacayos. Y prosiguió el locuaz cabecilla de éstos diciendo, ya ustedes conocen de que se trata, por favor, efectuemos este ritual con toda la solemnidad que el mismo representa en nuestra existencia, y a continuación proclama: Legiones de funcionarios lacayos, carentes todos de identidad nacional, que es nuestro principal orgullo, ¡atención! ¡rodillas al piso, la frente al suelo y el trasero bien en alto!! Y automáticamente todos a una, como si hubiesen estado ensayando el movimiento durante 2 años y 6 meses, tiempo que llevan en el Poder desde el 16 de agosto del 2004 a la fecha de hoy, se postran en vergonzoso e infame acto de genuflexión; pero si importante fue la vertiginosidad con que cumplieron esa orden de su maestro y líder, había que estar presente para disfrutar la parsimonia, por el contrario, de estos funcionarios civiles, militares y policiales junto a los representantes de los otros poderes del Estado y todos los cabecillas y dueños de la gran prensa venal y corrupta, amen de representantes del poder de los derechos de dios y de la iglesia de los católicos y protestantes, tras lo cual, su mismo cabecilla y desde el suelo ladeando la frente para disfrutar del ritual del genuflexo hasta el último momento, que tanto le gusta, según pareció, pronunció con voz llena de placer y satisfacción: ¡Legionarios! ¡Posición anterior!

Y éstos no querían dejar de estar arrodillados con la frente sobre el suelo, la que ya la tienen pelada y el trasero al aire, bien alto, pues no cabe la menor duda, es que les gusta y disfrutan en grande su condición inequívoca de lacayos redomados y genuflexos.

Así conmemoró, en forma tan emotiva y reveladora, el Presidente del Poder Ejecutivo y sus altos servidores el Día de la Bandera, de su bandera, que nada tiene que ver ni con la patria ni con el pueblo dominicanos, que si bien se sienten identificados con los tres colores de la bandera nacional, no acaban de aceptar la cruz ni mucho menos la infame Biblia del dios de los verdugos.

 

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