Extorsión, chantaje, amenazas y superstición no caben a
La hora de discutir la problemática del derecho o no derecho al aborto cuando éste es una práctica social

 

¿Quiere acaso conocer lo que es el empleo descarnado y sin atajos del chantaje en una polémica o discusión en torno a un tema o un problema social y nacional a resolverse y en debate?
Pues, simple y llanamente, no tiene más que prestar atención a lo hecho, utilizando como recurso la intimidación, dando pie a una monstruosidad tan procaz como la empleada por el gran ignorante e impensante, insultador permanente de la inteligencia del hombre, del poder del pensar y del raciocinio lógico y el discernimiento, el llamado alias el Cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, cuando apela, junto a personajes sencillamente rastreros y despreciables, como Pelegrín Castillo (un espécimen vinchista curtido en las malas artes y triquiñuelas de la crápula pretenciosa) y José Rafael Sosa (¡Oh! sabandija de la prostitución homosexual, de las orillas pestilentes del oportunismo patrado, en el lodazal opusdeista vespertino “El Nacional”), acusar al Congreso de que éste y sus integrantes habían sido objeto de masivo soborno en dinero por parte de la ONU y organismos periféricos de ésta, partidarios de la legalización del aborto, para lograr su objetivo. Gentes que, como Freddy Beras Goico ó Yaqui Núñez del Risco, han vivido provocando abortos, hoy son cruzados anti-abortos. ¡Qué ironía y cuánto cinismo!

Esta es la reacción de los partidarios de la superstición religiosa cristiana, y católica en particular, que sólo poseen presunciones, oscurantistas y supersticiosas precisamente, para enfrentar y manejarse ante un hecho convertido en fenómeno real y práctica social, por mandato de la necesidad y bajo el dictamen de la libre voluntad, que se refuerza con los avances, logros y nuevos peldaños alcanzados por el desarrollo de las ciencias médicas y farmacéuticas, aparte del desarrollo de la sociedad en general y particular, como ocurre ante la cuestión de la práctica del aborto por parte de la mujer preñada.

La realización o práctica del aborto es un hecho masivo que se repite, aún a contrapelo de la inquisitorial persecución y penalización legal. La curiosidad del por qué -co-gito ergo sum- de este problema nos lleva de cabeza y nos mete de lleno en la sociología científica, que parte de las relaciones entre las condiciones materiales de existencia como factor determinante de la voluntad, la ideología, filosofía, deseos y hasta de las cuestiones existenciales, como algunos capciosos se inclinan por decir.
La cuestión no es si al hombre le gusta o no, de si está de acuerdo o no con que una mujer -que es la que carga con la preñez y con la responsabilidad del fruto final de ésta, y no como establecen creencias supersticiosas, verbigracia de la brujería esa de una mujer preñada (como acontece con toda hembra animal), dizque por obra y gracia del espíritu santo y su fruto dizque resultado de la divina concepción- se practique un aborto o se haga una fertilización in vitro, o sea, en forma tal que no haya el coito carnal ni orgasmo masculino ni femenino de por medio. La cuestión es que esas son alternativas de nuevas disyuntivas que crecen y se multiplican con el avance económico-social, cultural y científico, por lo que hay obligatoriamente que incorporarlas al acervo base de la cultura y el desenvolvimiento de la vida civilizada.

Así, en torno a éstos, tanto el aborto de una preñez resultado de una fornicación, como la fertilización en laboratorio de una mujer para que ésta quede preñada, son cuestiones personales que es su protagonista, la mujer (que es quien ha de cargar con el gran peso de la responsabilidad para el resto de su existencia, en medio de una sociedad cuyo Estado se distingue por la evasión de sus responsabilidades sociales), quien debe -dicha mujer-, y nadie más, decidir, y al enfrentarse al problema lo hace conforme sus criterios y necesidades.

En último caso, los legisladores y las leyes sociales, a lo más que pueden llegar es a buscar la forma de reglamentar, de la manera más racional y beneficiosa, acorde con la sensatez y la prudencia, la práctica del aborto. De ahí que se pueda legislar para que los mismos se lleven a cabo acordes y sujetos a las más estrictas condiciones y reglas de la ciencia médica, pero no para impedirlos, en contra de la mujer preñada y obligándola a parir, pues casi desde siempre ha estado penalizado y se sigue llevando a cabo, sin que todavía aparezca una sola mujer acusando, sometiendo a la Justicia y demandando a un médico por haberle practicado un aborto no deseado.

Es que alrededor de la preñez de una mujer, cosa que no es compartida por los homosexuales (como se inclinan a ser los que forman las legiones de sacerdotes, curas y obispos católicos cristianos, que renuncian de la boca para afuera, o sea, en forma hipócrita, a las relaciones sexuales entre hombre y mujer), confluyen numerosos y complejos factores económicos, de educación, de empleo, de cuidado, de qué hacer durante el tiempo de gestación y lactancia, etc., así como qué será de ahí en adelante para la mujer que queda preñada y pare.
Pero además resulta un contrasentido la mixtificación que la Iglesia Católica-Vaticano y los rastreros evangélicos hacen de la preñez, considerando dicha situación como sagrada y divinizándola, cuando condenan y execran, como acto satánico, la fornicación, que es la relación de la que proviene generalmente la preñez.

En definitiva, el aborto y su práctica, como la inseminación en laboratorio, o ponerse o quitarse parte del busto o de las nalgas, como operarse de apendicitis, de un quiste ovárico, como hacerse una laparotomía, son asuntos personales que, por su reiteración y práctica, forman un fenómeno social que la sociedad humana tiene obligatoriamente que aceptar y aprender a convivir con él.

Y una pregunta final. ¿Quiere usted saber qué es y quiénes son los que emplean la máxima amoral de: el fin justifica los medios? Pues no se tome mucho trabajo y oiga y vea la actuación de ese super-brujo y portaestandarte de la superstición ultra-parasitaria del pueblo y el Estado dominicanos llamado Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez y la Iglesia Católica como las sectas protestantes, con un vivo y agente yanqui llamado Braulio (El Vividor) Portes, y ahí está la respuesta misma en forma viva.

 

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