UNA TAREA DE PRIMER ORDEN

Llevar a Leonel Antonio Reyna ante tribunales internacionales por crímenes de lesa humanidad

Es el creador y mentor de la carnicería con más de 30 mil víctimas de ejecuciones policiales

 

Puede y debe ser acusado de crímenes de lesa humanidad ante los tribunales internacionales Leonel Antonio Reyna, junto a varios funcionarios, tanto civiles como militares y policiales, como resultado de un balance de los asesinatos llevados a cabo por su política oficial del terrorismo de Estado, a través de las ejecuciones policiales extrajudiciales en el país, desde que ascendiera por primera vez al Poder en el 1996, esto es, a lo largo de estos últimos casi 15 años, todo lo que se engendra a partir de un programa sistematizado desde el gobierno para llevar a cabo la oleada de ejecuciones, violatorias de la Constitución y las leyes, que no aprueban la pena de muerte, como producto de una política de terrorismo de Estado y crímenes de Estado a lo largo de estos años.

Lo primero es que, en el caso específico y concreto de este personaje nefasto que se encubre en su figura fugaz y huidiza, como típico sujeto portador, de manera inequívoca, de un profundo desorden de personalidad que la siquiatría de punta, o sea, más avanzada, da como un mal incurable proclive por necesidad a la provocación y realización de catástrofes de consecuencias traumáticas, como traumatizado es él mismo, habidas cuentas de que lo suyo no es una casualidad ni un producto fortuito, sino exactamente distorsionado reflejo, producto a su vez de una sostenida práctica en un entorno de miserias humanas y hábitos aberrados, hoy un sociópata que ha salido del capullo depredador en que estuvo enclaustrado, por lo menos parcialmente, para ser colocado en el Poder de un Estado, lo que indudablemente le permite desplegar su identidad espiritual con Nerón, con el que, por casualidad, sus respectivas madres los parieron en la misma fecha, de una de las dos que a ambos se les atribuyen.

Lo segundo es que, desde su entrada al Palacio de gobierno por primera vez como Presidente de la República, llevaba consigo bajo el brazo un portafolios que contenía las líneas maestras pautadas para darle al país un baño de sangre, como su meta, lo que se comprueba de manera hasta palpable, sin necesidad siquiera de mayores esfuerzos, con sólo recordar que el viernes 1ro. de noviembre, apenas a 45 días de llegar por primera vez a ser gobernante, y el mismo año de su ascenso al Poder, en el 1996, el personaje que carga el título bien ganado de carnicero despiadado, sanguinario, indolente, cínico como mayor sociópata lo haya sido, lo que lo transfigura con el cuerpo lleno de sangre que estila por sus dos brazos y cae por sus manos, en un discurso transmitido a todo el país por la radio y la televisión expresó: "En lo que llevo en el Palacio Nacional no me he encontrado todavía en los pasillos con el fantasma de Trujillo. Pero tampoco necesito hacerlo". Y prosiguió en su perorata de augurios asesinos, que son presos de terribles pesadillas aún despiertos: "Con la ayuda de dios y de todos mis conciudadanos contribuiré a ponerle freno al desorden y a la indisciplina que durante más de tres décadas se han apoderado de la sociedad dominicana generando la impresión de que constituimos una sociedad donde impunemente se viola la ley y no hay poderes establecidos".

Siendo importante resaltar que es a partir de ese augurio que, según lo prueban los hechos de asesinatos de ciudadanos, empezó vertiginosamente a desplegarse la más fulminante campaña de asesinatos policiales, bajo el alegato mortífero de los "intercambios de disparos" de parte de la policía, que ya era portadora del virus del sicariato y de los escuadrones de la muerte, hasta arrojar hoy día el nefasto balance de cerca de 30 mil ciudadanos ejecutados a la sombra de la política emanada del Poder Ejecutivo de Leonel Antonio Reyna del terrorismo policial y los crímenes-asesinatos de Estado.

Esas palabras, que prueban que las oleadas de ejecuciones policiales no han sido caprichosas ni por extravíos personales de los asesinos investidos como Jefes de esa nefasta institución, puntal de la arbitrariedad y el despotismo entronizado en el Poder del Estado, como fuente de acciones al margen de la Constitución, las leyes y los derechos humanos, igual que de los derechos democráticos y libertades públicas, precisamente con el heredero y continuador discípulo de su maestro, el espía pagado de la CIA, Juan Emilio Bosch Gaviño, que era además agente político del Departamento de Estado norteamericano, que le pagaba regularmente un sueldo por los servicios prestados, que es este mismo Leonel Antonio Reyna, y no otro; del que tampoco puede haber duda que también heredara de su maestro los funestos papeles y funciones de espía y agente oficial del imperialismo norteamericano.

Lo tercero es que, luego de haber dispuesto él mismo en persona, como lo comprueba su alocución del 1ro. de noviembre de 1996, el inicio y desarrollo de la campaña de exterminio ciudadano, por medio de los escuadrones policiales de la muerte, bajo la nefasta coartada de los supuestos intercambios de disparos, lo que aún en estos momentos prosigue practicándose, procedió a escenificar una farsa, queriendo aparentar que se resistía a presiones que recibía con tales fines.

Buscaba y esperó que en la prensa los más inescrupulosos y depravados partidarios de toda forma de arbitrariedad y abusos, sobre todo desde el Poder del Estado, se manifestaran reclamándole que diera por lo menos una señal, que no tenía que firmar ninguna orden escrita, que las experiencias de esa práctica, a lo largo de nuestra historia del despotismo y la arbitrariedad, enseñaban que sólo era necesario hacerse el desentendido ante las primeras ocurrencias de ejecuciones sumarias, y a partir de ahí todo se desenvolvía como una fatídica rutina.

Exactamente eso lo difundieron tanto el sanguinario depravado, el parásito alias cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez con sus exaltaciones a la mano dura, como el aberrado propagandista e ideólogo de la impunidad criminal de los grupos parapoliciales y paramilitares, que es lo que ha hecho desde la época de la dictadura de Trujillo y como tal se le conocía hasta en el barrio de Los Pepines en Santiago, el pervertido Radhamés Gómez Pepín (Jack El Destripador).

Y de todo este conjunto, la conclusión que se extrae es que Leonel Antonio Reyna ha efectuado la carnicería ciudadana durante estos 15 años con frialdad, indiferencia, premeditación, acechanza y alevosía, exactamente como una bestia criminal, como una bestia cebada, en una palabra, como un verdadero sociópata.

Una revisión de la prensa diaria, que fingía hipócritamente que no se había sometido por vía del soborno monetario y los privilegios al nuevo carnicero entronizado en el Palacio de gobierno, y que fingía por igual se aprestaba a guardar distancia para desde ahí velar por los derechos humanos, permite, a través de sus páginas, corroborar lo que se acentuó a partir de su nefasto aviso de sangre del 1ro. de noviembre del 1996.

Lo primero es que, como vanguardia de todo cuanto sea conspiración en contra de los derechos democráticos y la soberanía de los pueblos, los renegados revisionistas, jauría de oportunistas mercenarios y canallas, salieron a la palestra pública en forma individual y hasta personalizada, a respaldar el anuncio del baño de sangre en la prensa amarilla en contra de la población.

Este es el caso del repugnante renegado revisionista y socialtraidor de tomo y lomo, Ramón Antonio -Negro- Veras, que de inmediato escribió, publicándoselo el vocero de los parapoliciales y de los matarifes uniformados "El Nacional", el sábado 16 de noviembre de 1996, un flagrante respaldo a la sangrienta campaña de asesinatos que ya el 2 de noviembre estaba a todo vapor siendo llevada a cabo. El título de su articulejo lo dice todo: "Saludo el anuncio del Presidente Leonel de poner orden al desorden".

Ese mismo sábado 16 de noviembre, ya el vertedero de excrementos inmundos que es el órgano mediático mercenario "Hoy" estaba clamando en su editorial meterle mano a la obra del baño de sangre, so pretexto del desorden y la falta de disciplina ciudadana, expresando: "la P.N. está compelida a enfrentar la delincuencia" en su editorial correspondiente, del que lo más revelador es el último párrafo de los tres de que constaba, y que textualmente transcribimos, sin quitarle ni un punto ni una coma: "La advertencia que ha hecho la Jefatura policial en el sentido de que está en una virtual (término empleado equivocadamente a plena conciencia delictiva de Pepín Corripio-Opus Dei, ya que no podía ser una aparente, sino eventual, que significa de hecho, Nota de la Redacción) situación de guerra contra la delincuencia, es comprensible, por los hechos que se han presentado, pero hay que estar atento no volver a los tiempos de los intercambios de disparos". Editorial de "Hoy", titulado "El reto policial", del sábado 16 de noviembre del 1996.

Ya el sábado 30 de noviembre de ese mismo año, en el otro órgano mercenario "El Siglo", en una información firmada por el cuartillero Manuel Torres, bajo el título de "Muerto por patrulla policial trabajaba día y noche", inserto en la Pág. 44 de la edición correspondiente, se daba cuenta que el hombre ejecutado era nada menos que un profesional de la educación en el grado de Licenciado de Pedagogía, que durante el día dirigía un colegio privado y de noche, junto a su hijo, de apenas 8 años, conchaba en el transporte público; este último hacía de cobrador del minibús privado de su propiedad.

La infeliz familia del ejecutado bajo el fatídico alegato falso de los intercambios de disparos, imploraba impotente del mismo verdugo homosexual de la cuadra de sabandijas del tirano alimaña, Nazir Tejada, matarife Jefe de la Policía entonces, que llevara a cabo una minuciosa investigación hasta sus últimas consecuencias puesto que el Licenciado en Educación ejecutado no era ni había sido jamás un delincuente.

Haciendo un paréntesis, insertemos la reflexión respecto a Negro Veras, que ya había respaldado la política criminal de asesinatos y torturas de Ramón Andrés Rodríguez Arias a su paso por la Jefatura de la Policía Nacional desde finales del 1990 hasta mediados del año 1992, y que en el ’96 respaldó alborozado la promesa de disciplinar, mediante el terror policial, a la población chivo sin ley, pero que ahora, la vorágine del crimen desenfrenado generada a partir del baño de sangre leonelista y del terrorismo de Estado, que ha acentuado el rasgo homicida que hay en muchos aberrados dominicanos, sucediendo que a su hijo, de nombre Jordi Veras, por estar pegándole los cuernos a un amigo suyo, miembro de una depravada, pero oligarca familia santiaguera, quien pagó para que fuera asesinado, resultando gravemente herido, con lesiones permanentes, como la falta de visión de un ojo e inestabilidad en el otro, parece que, como dice la máxima, "el que a hierro mata, a hierro muere", o si no, por lo menos recibe un día parte de su mismo purgante.

Otra reflexión respecto a la tal Tahira Vargas y al rufián y renegado revisionista y oportunista de tomo y lomo Narciso Isa Conde; como se puede apreciar, las ejecuciones, so pretexto del ardid policial-terrorista de los intercambios de disparos, se desplegaron desde el primer día del gobierno pálido-pelegato del 1996-2000, y que el rufián, ladrón e hijo de la gran puta Rafael Hipólito Mejía, continuó con ese baño de sangre en todo el curso del 2000 al 2004. Aquí cerramos el paréntesis abierto.

Al capitán de corbeta argentino Adolfo Scilingo se le juzgó por crímenes de lesa humanidad en España y se le condenó a 640 años de cárcel en Madrid. Por la legislación española el ex marino deberá permanecer 30 años en prisión. La fiscal actuante en el proceso había reclamado más de 9 mil años de cárcel. Como represor se le juzgó y condenó por delitos de lesa humanidad, contrariamente a lo que había solicitado el juez Baltasar Garzón, de que se le juzgara por genocidio.

¿Cómo es posible (se erige en pregunta e interrogante obligada) que a Adolfo Scilingo se le juzgue y condene en Europa si no cometió ninguno de los 4770 y tantos asesinatos por los que se le condenó en territorio español ni es súbdito de España?

La respuesta es una lección, y pauta para el comportamiento de los movimientos reivindicativos y de emancipación social como de liberación nacional dominicanos respecto a la criminal política de ejecuciones sistemáticas, a través del terrorismo y los crímenes de Estado, que Leonel Antonio Reyna ha entronizado en el país desde el 1996 hasta la fecha, y consiste en que, cuando se trata de una práctica criminal sistematizada por un gobernante, un Estado o una nación, así como llevada a cabo por oficiales y funcionarios civiles, militares o policiales, todos, todos sin excepción, han de ser juzgados a la luz de la doctrina de Nüremberg, emanada de sus sentencias; a esos individuos se les ha de aplicar el Estatuto de Nü-remberg y, a la luz del Código de los Derechos Humanos de Ginebra establecido después de la Segunda Guerra Mundial, considerarlos reos de crímenes contra los derechos humanos con carácter de crímenes internacionales.

Por todo lo que es completamente lógico considerar y atenerse de que la carnicería llevada a cabo por Leonel Antonio Reyna, que pasa de las 30 mil víctimas, en complicidad con el usurpador y detentador como delincuente general, Jorge Subero Isa, el alias cardenal católico, que es mayor general de las FF.AA., Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, Radhamés Gómez Pepín (Jack El Destripador), los distintos Jefes de los Estados Mayores de las FF.AA., y en particular los Jefes policiales Camilo Antonio Nazir Tejada, José Aníbal Sanz Jiminián, Pedro de Jesús Candelier Tejada, Jaime Marte Martínez, Manuel de Jesús Pérez Sánchez, Bernardo Santana Páez, así como Juan Ramón De la Cruz Martínez, Roberto Santana, Franklin Almeyda Rancier y, sobre todo, el hasta hace poco sociópata carnicero Jefe de los matones uniformados de la P.N., Rafael Guillermo Guzmán Fermín, con un saldo a la fecha del día de hoy de más de 30 mil ciudadanos civiles ejecutados por ellos, entran y dan forma a la figura jurídica de alcances internacionales de criminales de lesa humanidad, llamados a ser enjuiciados en cualquier parte del mundo, a la luz de los principios experimentales sedimentados en los juicios de Nüremberg y bajo el Estatuto de Nüremberg.

 

Volver a la Página Principal