La Iglesia Católica organiza periodistas mercenarios a su servicio tipo Juan Bolívar Díaz y la tal Angela Peña

Sólo buscan tergiversar y manipular la historia para su bastarda conveniencia

 

Como en todo, las altas instancias católicas, en la esfera del periodismo, han organizado su claque de mercenarios que, adscritos a los distintos órganos de prensa amarillos de los periódicos escritos, hablados o televisados, se dedican a vivir difundiendo todas las supercherías y brujerías de las religiones como si fuesen en verdad asuntos divinos, pero por sobre todo sus funciones, las de esos periodistas mercenarios pagados por la Iglesia Católica, son de carácter material y mundano, como es el caso de la defensa y justificación de las incursiones en busca de beneficios y prebendas de la sociedad mundana que permanentemente perpetra la Iglesia Católica y sus altas instancias obispales, cardenalicias y parroquiales.

El nombrado Juan Bolívar Díaz Santana, que llegara a proponer en forma descarada en la década del ’70, durante la dictadura yanqui-balaguerista, que los periódicos le entregaran sus archivos a la Policía Nacional, siendo él Director del desaparecido periódico amarillo "El Sol", así como la llamada Angela Peña, cuya única prenda, no importa el área que sea, que puede exhibir, es su mendacidad, su mediocridad y su orfandad absoluta de talento, por lo que el fracaso suyo es general; la Mu Kien Sang Beng, que labora pagada, como ella misma lo ha confesado, para la Embajada norteamericana, a través del llamado programa Proyecto de Iniciativa Democrática (PID) y otros más, son de los tantos que constituyen esas onerosas legiones de periodistas, cuyas prácticas al servicio de la Iglesia Católica han desacreditado totalmente el ejercicio de una actividad llamada a ser de las más dignas y excelsas en la sociedad.

La historia no es ni puede ser una narración aérea de hechos, acontecimientos y actitudes de hombres desligados de las causas y motivos que los engendran.

Tal es la labor que, en forma poco escrupulosa y cumpliendo objetivos pre-establecidos por quienes han comprado sus servicios, lleva a cabo la nombrada Angela Peña del clan de periodistas de a tanto por línea de Agripino Nuñez y la Iglesia Católica.

Ya en sus andadas de mercenaria de la pluma se inventó escribir unos artículos de carácter "histórico" del MPD, sólo con el fin de arremeter con calumnias, mentiras y falaces inventos suyos, junto a Juan Bolívar Díaz Santana, contra Luis Montás, fundador y dirigente de nuestro Partido Comunista (PACOREDO).

Ahora está pretendiendo manipular la historia real de la Iglesia Católica durante la dictadura tiránica de Trujillo.

Como es lógico, la fracasada y frustrada Angela Peña parece que, como desafortunada que es, hasta el punto de que su ex esposo tuvo que botarla, es que ni como tal parece que da pie con bola, exhibe una enfermiza unilateralidad que le hace naufragar permanentemente en la superficialidad.

Resulta que la tal Angela Peña pretende circunscribir la pestilente historia de la colaboración de la Iglesia con la dictadura de Trujillo a los últimos años cuando ya la Iglesia Católica consideraba que había sacado todo lo que podía sacarle para beneficio propio al dictador y se aprestaba a darle las espaldas. O bien que la odiosa y criminal trayectoria de la Iglesia Católica fue cosa de Pittini. Y es fácil demostrar que ni una cosa ni la otra.

Que fue un mundano obispo Robles Toledano o que fue Pancho Panal si no Pepe O’Reilley quien escribió el manifiesto llamado Pastoral con que la Iglesia, en forma oportunista, se distanciaba de Trujillo tras haberle arrancado el Concordato (1954), el Vicariato Castrense (1958) y el Patronato Nacional San Rafael (1958).

Que monseñor Pittini esto, o lo otro.

Nada de eso. Este cardenal era fascista, mussolinista y hitleriano, de las gentes del cardenal Pacelli que llegara a ser el papa Pío XII hasta su muerte, mejor conocido como el papa de Hitler.

Fue trujillista hasta la pared de enfrente. Pero lo fue acorde con la trayectoria hitleriana, mussolinista y franquista de la Iglesia Católica, esto es, que su condición de agente trujillista no fue un capricho personal del tal Pittini, sino la línea de la Iglesia Católica. Y para no divariar y para desenmascarar a la mercenaria y mendaz Angela Peña en su ignorancia y turbios manejos simplistas, vamos a leer lo que se escribió de él, de monseñor Pittini, en la Historia Eclesiástica de la Arquidiócesis de Santo Domingo, Tomo III.

El autor de esta historia es el cura Carlos Nouel, padre de Adolfo Nouel, que llegara a ser cardenal de Santo Domingo. Pero el capítulo correspondiente al obispado de Pittini lo escribió Fray Cipriano de Utrera, historiador español enviado por el Consejo Cardenalicio de Roma a componer históricamente el asunto.

Veamos. Dice esa historia en su Pág. # 388:

"Obispo # 49.- Ricardo Pittini.

"Salesiano, sus bulas de 11 de octubre de 1935. Al cumplirse los veinte años de su consagración episcopal, la Iglesia Dominicana ha sido puesta ya en estado de esplendor, como nunca, ni aún durante la dominación española había llegado a estar, todo ello debido al genio político-católico del insigne magistrado Generalísimo y Dr. Don Rafael Leonidas Trujillo Molina, a quien sus conciudadanos, en prenda de su visión total de la grandeza de la Patria, han dignificado con los áureos laureles de Benefactor de la Iglesia y Padre de la Patria Nueva. Precedida del otorgamiento que Trujillo le hizo de la personalidad jurídica, fundamento sustancial de sociedad católica con verdadera entidad nacional, todos los demás bienes que al presente atesora pueden enumerarse específicamente como otros tantos beneficios ligados entre sí por la propia mano de aquel varón egregio: multiplicación de instituciones religiosas dedicadas a la enseñanza del pueblo, cuidado de hospitales, clínicas y departamentos universitarios, residencias universitarias para estudiantes de uno y otro sexo, y para el fomento del culto católico; edificación de templos parroquiales en casi todos los pueblos de la República; dirección de planteles de corrección y reeducación de niños y jóvenes delincuentes; nuevo edificio de Seminario Conciliar, establecimiento cabal de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, con Nuncio de S. S. residente en el país; cooperación en grado excelentísimo para la construcción del Santuario de Nuestra Señora de Altagracia en la villa de Higüey; contribución permanente para la dotación de becas en el Seminario; situación privilegiada de los miembros del clero para que, como ministros de Dios, estén exceptuados de impuestos fiscales en cuantas cosas atañen al ejercicio del sagrado ministerio; restauración de la familia cristiana por el reconocimiento legal del matrimonio canónico; capellanías castrenses para la instrucción religiosa de la clase militar, enseñanza de religión en escuelas, colegios y cárceles; y dejando sin enumeración los continuos y crecidos donativos que dicho Magistrado personalmente ha hecho y cada día hace a entidades eclesiásticas de ambos cleros, secular y regular, las dos obras más relevantes suyas han sido el Concordato con la Santa Sede, seguido de la legislación nacional de sus elementos particulares, y la creación de tres diócesis y una Prefectura eclesiástica en el territorio de la República. Ultimamente, en esta larga y continuada cadena de protección de su pueblo y de la fe de sus mayores, justamente cuando se da a la prensa el presente estudio, en los mismos días de las fiestas patrias de febrero de 1956, y debajo los auspicios del Gobierno Nacional, se está celebrando, para honra y decoro de la República e Iglesia dominicana, un Congreso Internacional de Cultura Católica, primero de los de esta extensión universal en territorio dominicano, con representativos sociólogos de 33 países de ambos hemisferios." (Carlos Nouel, Historia Eclesiástica de la Arquidiócesis de Santo Domingo Primada de América, Tomo III).