Una vez más sobre la inamovilidad de los jueces y la reelección

 

En el país, se está debatiendo sobre la reelección presidencial y en torno a si se mantiene o se cambia lo de que los jueces de la Suprema tengan carácter de vitalicio, bajo el membrete de su inamovilidad.

Somos opuestos a la reelección por la misma razón que reclamamos que sea eliminada la inamovilidad de los jueces, tomándose ésta como vitalicia.

Así, nos oponemos a la reelección, puesto que para los comunistas, como representantes conscientes de los intereses de la clase obrera y los trabajadores frente a los explotadores, todos los cargos y puestos del Estado de alguna importancia deben ser electivos, y ninguno con carácter permanente o vitalicio, de tal modo que mientras menos tiempo dure un funcionario electo para un cargo, mucho mejor para la democracia y para el pueblo.

Y precisamente por eso estamos contra la reelección, ya que ésta conlleva a que un Presidente se pueda prolongar por más de un período en el Poder.

En cuanto a la inamovilidad de los jueces de la Suprema Corte de Justicia o de cualquier otro tribunal con carácter vitalicio, estamos por principio opuestos en forma tajante y categórica.

Eso de que la inamovilidad o que por el carácter vitalicio de los jueces la justicia se torna mejor, es un falaz engaño que persigue la perpetuación de espurios intereses burocráticos y económicos, así como sembrar la desmoralización en la soberana voluntad de la ciudadanía.

Eso de la inamovilidad perenne de los jueces, que es equivalente a su carácter vitalicio, conlleva de hecho el germen de la tiranía y la enajenación del derecho a la justicia del pueblo y para el pueblo.

Los jueces de la Suprema Corte de Justicia no deben ser vitalicios, igual que no deben serlo de ningún Tribunal ni los funcionarios de ningún área o esfera estatal.

La inamovilidad de los jueces es una coartada para que el Poder Judicial sea súbdito del Banco Popular (Finjus) y de Baninter-Carlos Andrés Pérez. Subero Isa es un empleado de estos espurios intereses. Que nadie se engañe.

 

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