BREVE ESTUDIO

Del carácter ilegítimo e ilegal del Concordato pasando por el infame parasitismo que encarna hasta ser lesivo a la soberanía nacional

 

Todas las religiones tienen sus respectivas trinitarias, que en la mafia china son las tríadas, y ese principio se repite en todas sus acciones contra la humanidad y la gente.

Con el Concordato de Trujillo y la Iglesia no hay excepción. Mediante dicha ilegítima, ilegal y anticonstitucional, amoral y tan vividora como parasitaria monstruosidad, que es el Concordato, el país-pueblo dominicanos pagan tributos como súbditos a los representantes del poder divino, a la llamada Santa Sede, al Estado de la Ciudad Vaticana y al llamado Episcopado Dominicano, que son los cobradores de los impuestos suculentos y mesadas que debemos pagarle a aquéllos.

La cuestión del carácter parasitario y vividor tanto de la Iglesia Católica, correspondiente a la llamada Conferencia Episcopal o Episcopado Dominicano como del Estado Vaticano y la sede central de la transnacional católica-cristiana, que habría que ser mago para establecer o entender la demarcación de una y otra pues se trata de un verdadero embrollo propio de la metafísica escolástica oscurantista, se manifiesta -dicho parasitismo sobre el pueblo-país dominicanos por parte de la Iglesia Católica- por partidas múltiples y siempre como un negocio leonino donde las ventajas y los beneficios sólo corresponden a la Iglesia Católica-Vaticano, S. A., en tanto las pérdidas y la inversión de millones de pesos y dólares se cargan al Estado-sociedad dominicanos y van a parar a los bolsillos y cuentas bancarias de esas instituciones que, siendo supuestamente de carácter religioso y de los misterios solares, sólo atienden y se interesan por todo el dinero, todas las riquezas y el mayor confort que sus monseñores y obispos puedan atesorar.

El Concordato del dictador Trujillo con la Iglesia Católica y el Estado Vaticano es, tanto el acuerdo como el conjunto de leyes que lo rodean, ilegítimos e inconstitucionales que pretenden legalizar, además de divinizar, la condición de sanguijuelas y vampiros de la Iglesia Católica y el Vaticano y la Sede del catolicismo mediante la cual éstos viven y tienen que ser mantenidos, subvencionados, enriquecidos y adorados por el Estado, la población dominicana  y por la sociedad nacional.

Hace poco denunciamos que en el país operan tanto las legiones de curas, parroquias, conventos, seminarios, negocios de todos los diversos tipos, universidades, colegios en cantidad ascendente a casi 300, esto es si contamos aparte 500 colegios que tienen como negocios particulares los obispos, curas y monjas, que corresponden a la sombrilla protectora del Episcopado en la instrumentación del Concordato y las leyes que estipulan y regulan la condición leonina a favor de la Iglesia Católica. Pero es que el Concordato y sus leyes le otorgan al Vaticano y a la Sede Central del negocio propiamente transnacional católico en lo que atañe a la cuestión directamente mágico-religioso, privilegios de carácter supra-nacionales provenientes del enunciado general del Concordato y de muchos de sus enunciados particulares que aparecen en este mismo Concordato, que les permiten y les reconocen facultades por encima del Estado Dominicano a dicho Estado Vaticano y al comando central o gerencia general radicado en Roma del negocio religioso católico que es a lo que llaman Santa Sede, sin poder dejar de lado la advertencia de que todo lo santo y sagrado no es más que un compendio de lo infame, de la criminal y más asesino conocido en la historia de la humanidad.

Es así que, en tanto el llamado Episcopado Dominicano se sirve por su lado con la cuchara grande del parasitismo que pretende legitimarle el Concordato y sus leyes anexas, el Estado Vaticano y la gerencia general del catolicismo que sería su Santa Sede, que está en Roma, también por su propio lado actúan con toda impunidad privilegiada y criminal en perjuicio y a costillas, pues la Iglesia Católica y el Vaticano, S. A. son todos vividores y parásitos de pies a cabeza y de pecho a espaldas, siempre del país, Estado, población y la sociedad dominicanos.

El artículo 2 del Concordato le otorga validez directa a una soberanía internacional al Vaticano y a la gerencia central del catolicismo que intrínsecamente conlleva y significa el aplastamiento y conculcación de la soberanía nacional de la nación dominicana.

Los evangélicos y protestantes, conscientes de que viven, igual que los católicos, del engaño de lo sagrado, de las supersticiones, en sus alegatos contra el Concordato actual, sólo tocan y critican otros aspectos pero soslayan y rehuyen el contenido y todo el caudal infame y de canallas que se desprende de ese segundo artículo que dice así:

“Art. II Acápite 1: El Estado Dominicano reconoce la personalidad jurídica internacional de la Santa Sede y de Estado de la Ciudad del Vaticano”.

Si bien es cierto que la gravedad de lo que establece en el primer artículo de ese infame Concordato no es menor, puesto que le otorga el privilegio inaceptable de que: “La Religión Católica, Apostólica, Romana, sigue siendo la de la Nación Dominicana y gozará de los derechos y de las prerrogativas que le corresponden en conformidad con la Ley Divina y el Derecho Canónico”, como le otorga otros más bestiales privilegios como se comprueba en su Art. III que establece:

“1. El Estado Dominicano reconoce a la Iglesia Católica el carácter de sociedad perfecta y le garantiza el libre y pleno ejercicio de su poder espiritual y de su jurisdicción, así como el libre y público ejercicio del culto”.

Es en base, por tanto, del Concordato y sus leyes que despojan al país de su soberanía estatal, que el Vaticano y la gerencia central del cartel del alucinógeno católico-cristiano, nos mete en el seno del país, para también ser mantenidos a costa de la población dominicana, y que joden y joden sin tregua, a los perversos energúmenos como Riquoy -que está aquí en el país en Jimaní-Neyba-Duvergé como chivo sin ley por mandato del Episcopado católico de Bélgica-, Regino Martínez (jesuita español que está en Dajabón y que opera como sublevado contra el Estado dominicano, está como enviado del Episcopado español), del mismo modo que el jodido cura Cristofer Hartley, que sólo basta conocerlo o verlo en una foto para uno convencerse de que se trata de un loco esquizofrénico aquejado de graves alucinaciones, tal vez productos del abuso del consumo de estupefacientes, o de una neurosis que lo convierte en un sicótico que exhibe una egolatría alrededor de una personalidad profundamente hipertrofiada, como es fácil de comprobarlo leyendo sus declaraciones a la prensa en las que desborda ese individualismo-ególatra enfermizo y patológico en grado extremo que lo convierte en un fundamentalista y fanático capaz de perpetrar cualquier crimen o la acción más deleznable, si no es que viene cometiéndolas amparado en la impunidad que le provee su condición de cura inglés-español-norteamericano, y opera en el país fuera del control aparentemente del Episcopado dominicano, que es el que dirige directamente la manipulación católica del Estado dominicano y recibe los emolumentos de dicho Estado criollo en dividendos monetarios y de privilegios que encierran dinero siempre.

Este cura fundamentalista y entreguista, Cristofer Hartley, agente de la restauración y el carácter retrógrado de la Iglesia Católica responde, como él mismo confiesa, sólo a la Diócesis que era del cardenal O’Connor con sede en los Estados Unidos, y no tendría nada que ver con el Episcopado dominicano.

Pero como estos tres curas agentes que han dado la cara y ya están forzados a actuar a la claras, aquí, prácticamente sublevados y en plena conspiración contra la nación dominicana, los hay por centenares esparcidos por todo el territorio nacional.

La cuestión de que el papel de estos Caballos de Troya o serpientes venenosas esté bajo el control y responsabilidad de diócesis extraterritoriales y pertenezcan a países como Bélgica, Estados Unidos, España, Canadá, Alemania, Holanda, Italia, etc. y del llamado Episcopado dominicano, pone de relieve hasta el extremo inaudito, conflictivo y nocivo que puede llegar y alcanzar lo del Concordato, sus leyes privilegiadas en perjuicio de la nación dominicana y del pueblo dominicano, y todo emana del mismo primer artículo del Concordato de marras así como en su segundo artículo y que se repite en todos y cada uno de los tantos aspectos y esferas que afecta de la vida nacional. Esas secuelas disolventes y de pérdidas de la soberanía estatal y nacional del país quedan rubricadas cuando en el acápite 1 del mismo artículo II del Concordato infame ese se dice:

“El Estado Dominicano reconoce la personalidad jurídica internacional de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano”.

Y que en el artículo III, acápite 2 contiene la bomba de tiempo conspirativa cuando dice:

“En particular la Santa Sede podrá sin impedimento promulgar y publicar en la República Dominicana cualquier disposición relativa al gobierno de la Iglesia y comunicarse con los Prelados, el clero y los fieles de País, de la misma manera que éstos podrán hacerlo con la Santa Sede.

“Gozarán de las mismas facultades los Ordinarios y las otras Autoridades eclesiásticas en lo referente a su clero y fieles”.

Como se ve y se palpa, se hace obligatorio y sin pérdida de tiempo que los poderes del Estado y sus representantes, lo mismo que los partidos políticos y las organizaciones de toda índole, reclamen que se establezcan leyes que contengan las reglas exactas dentro de las cuales deben desenvolverse en el país los curas católicos y las jerarquías de la Iglesia Católica.

La República Dominicana es un Estado soberano e independiente, como consagra la Constitución vigente, y el Concordato, está claro que es contrapuesto en su contenido, en su espíritu y letra a la soberanía nacional y ningún Estado puede transigir con quienes ni con lo que cuestiona su mismo derecho a la existencia. Así, Iglesia Católica-Concordato, Estado Dominicano no son definitivamente compatibles.

 

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