Patraña responsabilizar al mismo pueblo de los males que le imponen sus verdugos

Práctica de los gobiernos y sus funcionarios, de la prensa amarilla y sus plumíferos y de las iglesias cristianas y sus ensotanados y pastores para ocultar programas privatización e intensificación de la opresión y la explotación capitalistas son los que desencadenan el caótico estado de violencia

 

Como el sol no se puede tapar con un dedo, el sujeto que ostenta el cargo de Presidente de su Poder Ejecutivo, y que responde al nombre de Rafael Hipólito Mejía, ha tenido que admitir que su llamado gobierno es en realidad la administración de la corrupción. Pero como ésta le salpica tan directamente a él como a sus parientes funcionarios suyos, ha querido apelar a lo de, mal de muchos, consuelo de todos.

Y en una de sus acostumbradas entrevistas dominicales con dos mercenarios de la lengua y la ignominia llamados Juan T.H. (jocico de puerco), envuelto en el robo de Roberto Santana al patrimonio de la UASD y el otro Colombo, hermano de aquel criminal policial, Colombo, que desquiciado de tantos asesinatos y crímenes cometidos por él desde la P.N., justicieramente concluyó dándose un tiro por la boca en Villa Carmen, urbanización de Santo Domingo Oriental, Rafael Hipólito Mejía acusó al pueblo dominicano de ser protagonista de la corrupción.

No sabemos si era que al concluir eso previamente habría pasado revista a algo muy cercano a su propio entorno íntimo.

Pero esa patraña de responsabilizar al mismo pueblo de los males que le imponen sus verdugos, no es original de Rafael Hipólito Mejía ni tampoco de sus mendaces y mercenarios entrevistadores.

Esa patraña la exteriorizó el gobierno de Leonel Fernández-PLD. Su encargado de prensa, el plumífero y mercenario Miguel Guerrero, en el tiempo que duró en el cargo, no se cansó de repetirla. Y luego el monigote, el tal Pedro Justo Castellanos, cuando vino de Chile de un congreso sobre la corrupción, no esperó ni siquiera poner el pie en tierra dominicana, cuando soltó que: "la fuente de la corrupción es el pueblo mismo", eso está escrito en tinta negra sobre papel blanco.

Pero que no se vaya más lejos, que el cardenal norteamericano William Skylstad, asistente a la Conferencia de Cardenales Americanos, a la que nos referiremos en otro artículo de esta entrega, no vaciló ni un minuto en acusar a los pueblos de la corrupción de homosexualidad y violaciones a menores imperante en la Iglesia Católica en todos los confines del mundo donde existe esa depravada Iglesia Católica y dijo que: "No sólo debemos condenar estas violaciones dentro de la Iglesia Católica, sino a nivel de toda la sociedad". Esto es, que echándole agua al vino éste deja de ser vino.

Asimismo hay que destacar que, al no poder ocultar que con sus programas de privatización y con la intensificación que éstos acarrean de la opresión y la explotación capitalista han desencadenado un desenfreno total en la sociedad y el país, sumergiéndolo en un caótico estado de violencia desenfrenada e irracional, apelan al "sambenito" de acusar al pueblo, a las gentes, y no a su sistema capitalista y a la desarticulación que han perpetrado con sus programas de la sociedad y el Estado nacional que conlleva necesariamente el capitalismo neoliberal impuesto sobre el país y el conglomerado social dominicano.

Todas las palabras de las autoridades gubernamentales, como las de los funcionarios judiciales, sean el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, o el boca de burro Virgilio Bello Rosa, sea el cardenal Hildebrando Borgia López Rodríguez, o el Jefe de la Policía; sea Rafael Hipólito Mejía o la prensa amarilla, para referirse a los males del pueblo, sólo buscan arrojar lodo sobre éste y a aumentar y justificar su creciente desgracia.

 

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