Partido Comunista de la República Dominicana
-PACOREDO-
INTRODUCCION AL LIBRO
¿QUE ES LA BIBLIA?
DEL BARON DE HOLBACH
Está casi de más, pero aun así
vamos a reiterarlo: esta publicación de la parte correspondiente a “Moisés
y la Biblia”, del libro de Holbach, es total y absolutamente interesada.
Nos mueve el inquebrantable interés
de arrojar luz y desatar la lucha directa y frontal en aras de ponerle freno al
oscurantismo religioso cristiano imperante en el país.
Se trata de un ¡Basta ya! de
tantas infamias teológicas cristianas, sin excepción de sectas.
La contraposición histórica de
las concepciones de la dogmática eclesiástica (cristiana), bandera única del
atraso medieval (feudal), contra las concepciones de los enciclopedistas
franceses bien podría resumirse entre el choque frontal de “así lo dispone
Dios” contra la expresión de la ciencia de “no necesito de esa hipótesis”.
Aunque la tesis esencial del
materialismo moderno la formulara Bacon cuando elaboró su Novum Orgarum, donde
estableció tanto a los sentidos como la base de los conocimientos como él
reclamo de abajo la falsa autoridad de la dogmática escolástica imperante en
ese entonces en toda Europa y subrayó: “Quienes han trabajado en las ciencias
han sido empíricos o dogmáticos. Los empíricos hacen como la hormiga: únicamente
amontonan y utilizan; los dogmáticos hacen como la araña: tejen telas que
sacan de sí mismos. El comportamiento de la abeja es intermedio: reúne
materiales de las flores del jardín y del campo, y luego, con sus propios
poderes, los transforma y los digiere. La verdadera labor de la filosofía no
difiere de la de las abejas. Esa labor no depende únicamente, ni siquiera de
manera principal, de la capacidad de la mente; tampoco almacena en la memoria
materiales sin transformación, provistos por la historia natural y los
experimentos mecánicos. Por el contrario, cambia y digiere dichos materiales
por medio del intelecto”, aunque -repetimos- Bacon (inglés) es el padre del
materialismo junto a Hobbes, cúpole -sin embargo- a los enciclopedistas
franceses desplegar aquel vasto y fructífero movimiento filosófico en el ámbito
general de la cultura, dándole nuevas dimensiones y alcances continentales y
universales. Parecería como si las condiciones isleñas de Gran Bretaña
limitaran el alcance del empirismo. Pero en último caso el Iluminismo europeo y
norteamericano sería fruto del aporte de los pensadores ingleses.
Holbach es una de las figuras más
relevantes de la Ilustración francesa, no sólo por los conocimientos enciclopédicos
de que era depositario (como se comprueba en estas breves páginas,
pertenecientes a la 2da. mitad del siglo XVIII), fenómeno común a
los otros miembros de la Ilustración francesa del siglo XVIII, a los que se
denominó a la vez como los enciclopedistas o iluministas, sino que, además,
sobresalió por la sólida y coherente argumentación que caracteriza su obra,
alimentada dicha argumentación por un avasallante razonamiento lógico, obra en
la que el autor (Holbach) sustenta su tan estimulante como veraz ateísmo y con
esto, diferenciándose, junto a Denis Diderot, Helvetius y otros, de un lado,
frente a Francisco María Arouet (Voltaire) y demás por otro lado, con su hipócrita
deísmo, que en el punto de la religión asumían la cínica actitud de, aun
reconociéndola como un absurdo y una estafa carente de todo fundamento
racional, optaron por reivindicarla como “sacrosanta” dándole la función
de mantener aquietado al “populacho” ignorante y andrajoso, al que había
que entretener con algo, según decían. Así, práctica y teóricamente,
sustentaban que la religión es cosa de “la chusma”.
De ese materialismo
siglodieciochesco en Francia, pero que en Inglaterra se inicia y corona con los
“empiristas” en los siglos XVI y XVII, y cuyos representantes, tanto en uno
como en otro caso, exponían el espíritu revolucionario en filosofía y en política
de la burguesía ascendente, como era entonces dicha clase, se nutriría el
materialismo dialéctico, que nunca ha pretendido, en lo que al materialismo
(filosofía) se refiere, negar esas raíces ni ese honroso parentesco ancestral.
Pero, claro está, todo esto desde una actitud crítica y superadora. Sobre todo
con el empirismo inglés, del que los creadores del materialismo dialéctico e
histórico, Carlos Marx y Federico Engels, dijeron que es el verdadero creador
del materialismo filosófico moderno. Esto tampoco significa que el materialismo
dialéctico no elaborara como medio de asimilación la más pormenorizada y
esencial crítica a aquel materialismo moderno, caracterizado como metafísico.
Pero no todos los “iluministas”
del mundo fueron idénticos ni iguales.
Al parecer, sin embargo, la
genialidad de los miembros de la Ilustración europea, a la que no sería errado
del todo incorporar a los de la de Norteamérica (Jefferson, Paine y Benjamín
Franklin, inclinado hacia el deísmo) encarnan tan perfectamente el clan de la
burguesía que representaron, que hasta sus lados de penumbras hubieron de
exponer y encarnar a plenitud. Eran verdaderos genios y figuras hasta la
sepultura.
Si bien básica y sustancialmente
digamos que materialistas filosóficos en tanto y en cuanto a la relación entre
ser y conciencia, materia y pensamiento, daban por sentado que la materia, en
una de sus tantas connotaciones, era lo determinante, lo primero y fundamental,
resulta que en su mismo quehacer filosófico transpiraban las grandes y
perversas inconsecuencias que hoy conocemos adornan a la burguesía contemporánea.
Ya dijimos lo de Voltaire. Pero eso, que hoy llamamos una típica cobardía
reflejo de la miseria burguesa, fue lo que determinó que Bacon, Hobbes y Locke
no accedieran al término “materialismo” para denominar su filosofía, sino
que prefirieran el de empirismo. Francis Bacon, a fines del siglo XVI y
principios del siglo XVII, pues vivió desde 1561 al 1626, es quien da inicio al
movimiento (creándolo), trazando la meta y llamó formal y concienzudamente a
emancipar la ciencia de la dogmática escolástica sustentada por la Iglesia Católica
y el cristianismo; Novum Orgarum es su obra básica junto a El Avance
del Conocimiento. Sin embargo, aún en el siglo XXI, estos antros del
oscurantismo, no dejan a un lado sus posturas cavernarias ni mucho menos sus
funestos empeños por retrancar y obstruir todo lo que sea ciencia y prácticas
científicas innovadoras. Claro está que esa función de la Iglesia Católica y
del cristianismo les ha resultado un gran negocio, hasta el punto de que la
denominación más exacta para la Iglesia Católica hoy día es la de la
transnacional (monopolio, cartel internacional) Vaticano.
Los cristianos, esos bastardos que
no se avergüenzan ni del interminable desastre que han representado para la
humanidad como los máximos exponentes de todo lo vil e infame, arman barullo,
apelan al sambenito del tótem dios, la voluntad divina, azuzan a las masas
ignorantes, en las que ellos mismos cierran filas, y hacen demagogia con sus
miserias, de las que son en gran parte sus principales responsables y causantes
directos pues siempre, desde que el príncipe nabateo Saulo Pablo creara esa
religión, más exactamente “paulista” es como parte de las clases
dominantes, incluso de los césares y emperadores romanos que laboran para
mantener su coacción sobre la cultura y la ciencia. Pero, en cambio, cuando se
enferman, por ejemplo, se olvidan de sus cacareos permanentes basados en el
fanatismo oscurantista y supersticioso, tan estúpido como alienante, que actúa
invalidando la ciencia y hasta al hombre, para concurrir temerosos y asustadizos
donde el médico-hombre para curarse de la úlcera que les carcome el estómago
y les pudre las entrañas del veneno derramado en sus actividades y que han
acumulado previamente en sus lenguas de serpiente.
“Pero ¿cómo recibir como Dios a
aquel que, entre otras cosas motivo de queja, no realizó nada de lo que había
prometido? A aquel que, convencido, juzgado y condenado al suplicio, se escapó
vergonzosamente, y fue capturado de nuevo en las condiciones más
humillantes, gracias a la traición de aquellos mismos a los que él llamaba sus
discípulos...” (Cf. Celso, Discurso verdadero, II, 16).
No cabe la menor duda de que para
el desarrollo del método de investigación científico y tanto de la cultura
como de la ciencia, ha habido que derrocar la dictadura de la seudociencia escolástica,
y con ésta sepultar el mundo del oscurantismo clerical religioso y medieval en
una brega tan variada como diferente. A partir de entonces se ha recorrido un
largo y fructífero trayecto de 4 siglos y medio con el consiguiente saldo del
desarrollo actual de las ciencias naturales, cuyos campos no sólo se han
diversificado, sino que han trascendido hasta el punto de que resulta muchas
veces harto difícil determinar el campo en que, en un caso dado, experimenta e
investiga la ciencia, así, hoy se habla de biofísica nuclear, de tomografía,
método de resonancia magnética, quimioterapia, etc.
Pero, aún así, queremos preguntar
¿ha dejado de ser una tarea de primer orden, por ejemplo, aquí, en República
Dominicana y en el mundo entero la cuestión de luchar contra el oscurantismo y
la dogmática escolástica predominante como medio insoslayable para echar hacia
delante y ponernos a la altura de los reclamos de la modernización y el
progreso actuales?
Este gobierno de Leonel Fernández-PLD
ha creado una llamada Comisión para la Modernización e Institucionalización
del Estado. Dicha Comisión ha hecho muchas declaraciones que quisiéramos creer
que son sinceras y no meros actos de hipocresía y de propaganda barata, pero el
hecho de que, muy ilustrativamente, esa flamante Comisión de Modernización e
Institucionalización del Estado guarde silencio respecto al Concordato y al
Vicariato Castrense vigentes entre el Estado dominicano y el Vaticano, que opera
como un estigma y máquina vampiresca sobre las magras (pobres) espaldas de la
población dominicana y su Estado e instituciones, a los que arrastra además,
permanentemente, hacia las calendas medievales, nos lleva a preguntar ¿no
constituye eso un hecho que desdice y hace aparecer como mera hipocresía y
muestra de simulación de farsante de 1ra. línea todo lo que puedan
decir de modernización y de afán por la “elevación” e institucionalización?
Cuando oímos o vemos a una tan
destacada clerical católica cristiana Aura Celeste Fernández de Moreno -una
monja secreta pero sincera pues está casada con un hombre y varios hijos
paridos de sus entrañas- agente del cardenal católico López Rodríguez y del
comerciante ministro de asuntos sucios de la sucursal criolla de la
transnacional católica, monseñor Núñez Collado; cuando la oímos hablar de
que “la Comisión de Reforma y Modernización del Estado...” sólo nos causa
risa y a la vez nos reafirma en nuestro convencimiento de la necesidad de un
Estado absolutamente laico, lo que a la vez nos hace seguir identificados con
los ideales en este terreno de los enciclopedistas franceses y de la tesis
esencial de Bacon en su Novum Orgarum de emancipara la ciencia de la
escolástica, el pensamiento religioso y el oscurantismo.
Pero bien, continuemos. El aporte
de la crítica al cristianismo y al judaísmo, el cual es su fuente principal,
hecho por los franceses (iluministas o enciclopedistas, incluido en esta labor y
ponderando bien sus aportes, Voltaire, a pesar de su deísmo) ha sido perdurable
y su validez resalta, hoy día que la burguesía, seguida por un séquito
inacabable de rastreros pequeño-burgueses, auténticos filisteos o tripa vacía,
llenos de miedo y esperanza de que un día su dios se apiade de ellos, claman
por la religión, por la “Biblia”, por el cristianismo, por Jehová, por
Jesucristo, por Satanás y todas sus imbecilidades contenidas en las fábulas,
dogmas teológicos, estupideces y vagabunderías sustentadoras de las modernas
actividades de esa antiquísima superchería bastarda como lecho de Procusto y
recursos de paz ¿no será que en efecto claman por la paz de los cementerios?
No significa esto que entendemos ni
es nuestra pretensión hacer creer que aquellos prohombres de la intelectualidad
moderna hayan agotado el estudio del tema ni mucho menos que les extendemos un
cheque en blanco como respaldo, lo mismo que estamos lejos de creer que no
incurrieron tanto en limitaciones como en apreciaciones unilaterales y hasta básicamente
erradas. En gran medida dejaron mostrenca su lucha por el ateísmo. Pero no
vamos en estos momentos a entrar en detalles al respecto. Eso será cosa de otra
ocasión.
Nadie puede ignorar que la
arqueología, la antropología, la biología, la ecología, la geografía, la
historia científica, las ciencias físico-químicas, la cibernética, etc.,
hayan coadyuvado decisivamente para dejar sentadas las bases materiales para el
esclarecimiento definitivo y categórico, así como para la ulterior superación
de tantas falacias y fabulaciones religiosas, en particular todo el veneno que
se sintetiza y resume en el cristianismo.
Esto lo reconoce hasta un espécimen
ensotanado como Joseph Ratzinger, cardenal, prefecto de la Congregación para la
Doctrina de la Fe de El Vaticano en el Vaticano, valga la repetición, cuando en
charla que ofreciera a fines del 1999 en La Sorbona (Francia) y que publicara el
periódico Le Monde en su edición del 3 de diciembre de 1999, primera página,
afirma:
“El cristianismo no se encuentra
de ninguna manera para el pensamiento contemporáneo en una posición más
positiva que los demás (grupos o movimientos religiosos, N. del Traductor, que
es nuestro). Al contrario: con su pretensión a la verdad, parece ser
particularmente ciego frente a los límites de todos nuestros (los suyos, N. del
Traductor) conocimientos de lo divino, caracterizado por un fanatismo
particularmente insensato que toma incorregiblemente por el todo el pedazo
tocado por la experiencia personal (del cristianismo, N. del T.).
“Este total escepticismo actual
hacia la pretensión a la verdad en materia de religión es aún más
fuertemente robustecido por las cuestiones que la ciencia moderna ha levantado
con relación a los orígenes y a los objetos de la esfera cristiana. La Teoría
de la Evolución parece haber aplastado la doctrina de la creación, los
conocimientos que conciernen al origen del hombre han aplastado la doctrina del
pecado original, es decir, de la creación.
“La exégesis crítica -prosigue
el cardenal Ratzinger- relativiza la figura de Jesús y pone signos de
interrogación con respecto a su conciencia de Hijo; el origen de la Iglesia en
Jesús aparece dudoso, y así continúa (aportando la exégesis crítica, N. del
T.) en otros aspectos. El ‘fin de la metafísica’ ha vuelto problemático el
fundamento filosófico del cristianismo, los métodos históricos modernos han
puesto sus bases históricas (las del cristianismo, N. del T.) en una luz
ambigua”. (Ratzinger, Le Monde, 1ra. página, 3 de diciembre de
1999).
Los protestantes (evangélicos) fanáticos,
tan ignorantes como audaces y perversos (nada es más audaz ni pernicioso que la
ignorancia y el fanatismo) han propuesto y chillado a todo pulmón para que el
indigno Senado del país les apruebe un mamotreto de ley que ya les fue aprobado
en el estercolero llamado Cámara de Diputados. En realidad, si su dios
existiera y su proclamado hijo, por su obra y su gracia es él y el Espíritu
Santo, no sabemos por qué en otro acto de magia milagrero no ha dicho “hágase
la ley” y san se acabó.
Hay que empezar por preguntarse qué
es y qué ha sido lo que se denomina con la palabra biblia; qué relación hay
entre la biblia judía (Viejo Testamento) y el cristianismo (Nuevo Testamento).
Los grupos protestantes que
responden en general y sin excepción de secta (de entre ellos todas son sectas
incorporadas, es decir, con patentes comerciales incorporadas a los intereses y
designios de los monopolios imperialistas, sobre todo norteamericanos), y cuyos
primeros exponentes o pioneros llegaron al país y se establecieron como sectas
precisamente bajo la intervención de las tropas yanquis que duró desde el 1916
al 1924. Así, 1917... 1921, etc., son las fechas de constitución de unas y
otras sectas protestantes (evangélicas) en el país. ¡Qué casualidad! ¡Verdadera
obra de la voluntad divina contemporánea, como en la antigüedad confiara en el
Imperio Romano y sus Constantino, Justiniano y demás para expandirse y
consolidarse en todo el mundo hasta entonces conocido! Ahora su futuro es puesto
en manos nada más y nada menos que del imperialismo norteamericano.
Son esos mismos grupejos de
estafadores y parásitos religiosos quienes, actuando como apologistas del
neoliberalismo, hacen causa común con el neomalthusianismo que arrastra (el
liberalismo) y repiten con frenesí y en forma de fanáticos desaforados la
escatológica amenaza del fin del mundo, de carácter apocalíptico, extraída
del judaísmo, de su Torah y su Talmud, los que tratan de meter de contrabando
la cicuta de la ignorancia y salvajismo de la biblia como lectura obligada en
las escuelas para revertir, (volver atrás)
aún más las ruedas de la historia y asestarle, aun sea fugazmente, el
tiro de gracia a la indetenible esperanza de progreso y cultura, lo mismo que a
la brega por ponerle fin a tanta injusticia, pobreza y explotación y opresión,
brega que los cristianos, en todas sus connotaciones, sabotean y socavan y a la
que se oponen, confirmándose no sólo como agentes de los monopolios, de los
que actúan hablando por ellos (que es la relación “profética” de Moisés
y Aarón, Exodo, Cap IV, versículos 14-15), pues la religión florece allí
donde hay miseria y pobreza extremas, como los abogados tienen sus mayores
cosechas cuando hay situaciones de groseras injusticias y violación de
derechos.
La propuesta de ley de marras queda
desenmascarada en sus aviesos objetivos cuando se conoce que esos aventureros y
salteadores sin oficio o acobardados, simple y llanamente, proponen la lectura
obligada de la biblia en las escuelas para “poner fin a la violencia” y
crear “paz” de cementerios.
Pero, ¿de cuál biblia hablan
entonces? ¿Acaso la que se difunde como Viejo y Nuevo Testamentos cristianos?
¿O uno de éstos, por ejemplo, el Viejo Testamento, el Nuevo, o ambos a la vez?
¿Acaso éste o aquél o ambos encierran un mensaje de paz o, por el contrario,
son exactamente el compendio más acabado, nunca jamás conocido, de infamias,
canalladas, engaños, genocidios, robos, concupiscencias, maldades, vesanias,
criminalidades, estafas, latrocinios, proxenetismo, hipocresías, perversidad...
y todas las miserias y podredumbres violentas fuente de torrentes de violencias
que, siendo tantas, la humanidad, aún con su desarrollo descomunal conocido por
todos, aún no ha podido encontrar una sola palabra que, como única expresión,
las resuma en una sola emisión de voz?
Si no se nos cree, empecemos por
indagar sobre el término biblia. Aquí citemos a una voz tan autorizada como la
del historiador alemán Karlheinz Deschner, autor de 10 tomos de la “Historia
criminal del cristianismo”:
“El ‘libro de los libros’ de
los cristianos es la Biblia -empieza Karlheinz Deschner diciendo-. La traducción
alemana Bibel aparece por vez primera en el poema moral ‘El corredor’
del maestro de escuela de Bambarg y forjador de versos, Hugo de Trimberg (nacido
hacia 1230, fue asimismo autor de una colección de fabulillas homiléticas, de
unos doscientos almanaques hagiográficos, etc.). El término acuñado por Hugo
deriva del latín biblia, que tiene a su vez origen en el neutro plural tá
bibliá (los libros).
“La Biblia es una escritura
‘sagrada’ -dice con tono sarcástico Karlheinz Deschner- y textos, libros y
escrituras sagradas forman, en la historia de las religiones, parte del oficio,
del negocio, del cual depende estrechamente; y no sólo del monetario, sino
también del político y, en última instancia, de cualquiera abrigado por el
corazón humano.
“Las biblias de la humanidad son,
pues, numerosas: los tres Veda de la antigua India, por ejemplo, los
cinco ching, libros canónicos de la religión imperial china, el Siddhanta
del jainismo, el Tipitakam del budismo therevada, el Dharma del
budismo mahayama indio, el Tripitakan del budismo tibetano, el Tao-tê-ching
de los monjes taoístas, el Avesta del mazdaísmo persa, el Corán
en el islam, el Granth de los sikh, el Ginza del mandeísmo. Hubo
gran cantidad de escrituras sagradas en los misterios helenísticos, a los que
ya se hacía referencia en la época precristiana simplemente con la palabra
‘escritura’, o con la fórmula ‘está escrito’ o ‘como está
escrito’. En Egipto las escrituras sacras se remontan a las épocas más
antiguas, citándose ya en el tercer milenio antes de Cristo un texto sagrado, Palabras
de Dios (mdw ntr). ¿Y no ha desenterrado la moderna investigación las
escrituras sagradas de tantas antiguas religiones? Pero incluso para la época
moderna todavía es válido lo de que: sigue siendo fecundo el seno del que
salieron... Así, en el siglo XIX la campesina Nakayama Mikiko escribió el
texto sagrado de la secta Tenrikyo fundada por ella misma, con 17 revelaciones (O-fude-saki,
‘de la punta del pincel’) y ‘anotación de antiguas cosas’ (Go-Koki);
e incluso tras su muerte reveló al carpintero Iburí, su discípulo y sucesor,
los ‘preceptos’ (Osashizu).
“Claro está -prosigue Deschner
con una agradable ironía para los hombres libres- que sabemos que la Biblia no
es sólo un libro entre libros sino el libro de los libros. No es, por
consiguiente, ningún libro que pueda equipararse a Platón o al Corán o a los
viejos libros de la sabiduría india. No, la Biblia ‘está por encima de
ellos; es única e irrepetible’ (Alois Stiefvater). Dicho sea de paso: en la
exclusividad insisten especialmente las religiones monoteístas (¡y por eso
son precisamente, por así decirlo, exclusivamente intolerantes!). ‘Lo
mismo que el mundo no puede existir sin viento, tampoco puede hacerlo sin
Israel’, afirma el Talmud. En el Corán se dice: ‘Tú nos has elegido de
entre todos los pueblos [...] tú nos has elevado sobre todas las naciones
[...]’. Y también Lutero se jacta: ‘Nosotros los cristianos somos más
grandes y más que todas las criaturas [...]’. En resumen, que la Biblia es
algo especial, lo que entre otras cosas explica que la cristiandad no tuviera en
sus primeros ciento cincuenta años ninguna ‘Sagrada Escritura’ propia, y
por ese motivo asimiló el libro sagrado de los judíos, el Antiguo Testamento,
que según la fe católica precede ‘al Sol de Cristo’ como ‘estrella
matutina’ (Nielen).
“El nombre de Antiguo Testamento
(griego diatheké, alianza) procede de Pablo, que en 2 Cor. 3, 14 habla
de la Vieja Alianza. La sinagoga, que naturalmente no reconoce ningún Nuevo
Testamento, tampoco habla del Antiguo sino de Tenach (tenak),
una palabra artificial formada por las iniciales de torah, nebi’mi y ketubim:
ley, profetas y (restantes) escritos. Se trata de los escritos del Antiguo
Testamento, que tal como los transmitieron los hebreos son hasta la fecha las
Sagradas Escrituras de los judíos. Los judíos palestinos no establecieron el textus
receptus definitivo hasta el Sínodo de Jabne (Jamnia), entre los años 90 y
100 d. C., que son 24 libros, igual número que las letras del alfabeto hebreo.
(Fueron las biblias judías del siglo XV las primeras que procedieron a una
división distinta y dieron lugar a 39 libros canónicos). En cualquier caso,
Dios, al que remiten estas Sagradas Escrituras y del que proceden, necesitó más
de un milenio para su recopilación y redacción definitiva; aunque no resulta
un período tan largo si se tiene en cuenta que para él mil años son como un día.
“Lo singular de la biblia
cristiana es que cada una de las distintas confesiones tiene también biblias
distintas, que no coinciden en su conjunto y que lo que unos consideran sagrado
a otros les parece sospechoso”. (Historia Criminal del Cristianismo, Karlheinz
Deschner, Tomo IV, Pág. 32)
Por ejemplo, para los católicos no
son ya los 24 libros del sínodo judío de Jabna (Jamnia) de la última década
del 1er. siglo después de J.C. ni los 39 libros que el canon judío
estableciera en el siglo XV, sino unos 48 más 12 libros más, pues los católicos,
como buenos cristianos, le han falsificado hasta la personalidad y la voluntad
del dios vivo hebreo que creara el cabecilla de tribus errantes Abraham, y al
que Moisés, que no era más que un bastardo egipcio, le diera la forma de Javeh
(Jehová); estos especialistas inigualables en las malas artes de la falsificación,
al canon judío le suman, por ejemplo: Tobías, Sabiduría, Eclesiástico,
Baruch y cartas de Jeremías, Macabeos I y II, oración de Azarías, himno de
los tres jóvenes en el horno, historia de Susana, historia de Bel y el dragón,
Ester 10, 4-16, 24.
Los protestantes rechazan todos éstos
por haber sido sospechosos de falsificación (es decir, deuteronómicos).
Por su parte, la Iglesia Cristiana
Griega (ortodoxa) le suma al Viejo Testamento judío de Jabne (Jamnia) cuatro
obras: Sabiduría, Eclesiástico, Tobías, Judit, con lo cual quedan como más
exagerados que los protestantes pero menos que los católicos.
Ahora, eso no es todo respecto a la
llamada Biblia que pretenden apropiarse los cristianos, sino que esos turpenes
de la falsificación y el engaño ni siquiera desplegaban sus labores teológicas
en la época del cristianismo primitivo partiendo de la falsificación de Jabne,
sino que lo hacían del canon del judaísmo helenista, que ya de por sí olía a
heterodoxia y a herejía, y usaron ante todo la versión llamada septuagenta,
que fue elaborada por los judíos de la diáspora en Alejandría por diversos
traductores del siglo III antes de la Era Cristiana.
Así, en lo que atañe al Viejo
Testamento, proceden las curiosas e interesantísmas preguntas: ¿en base a cuál
canon judío o a cuál secta del cristianismo se leería la Biblia en las
escuelas? ¿Los realengos saltapatrás evangélicos del patio se inventaron uno
o irán corriendo a los EUA para que sus centros de mando le dicten otro?
Pero apenas en julio del pasado año
el máximo exponente en el país en términos personales de la perversa
ignorancia ilustrada, que tiene la cepa de la raíz enclavada en el seudo mundo
de la religiosidad y que ostenta el rango de Obispo auxiliar, monseñor Arnaiz,
brazo derecho en estos menesteres, como todo buen jesuita, de lo peor y, por lo
tanto, en nuestro caso, del siniestro cardenal López Rodríguez, escribió una
serie de dos o tres articulejos en la prensa venal de la burguesía prostituida
del patio, pues ya no usan ni siquiera sus medios propios (¿no lo ubica esto
entre los herejes y candidato a ser asado vivo por el santo oficio cuando la
Santa Iglesia decida ponerlo a funcionar de nuevo? O ¿acaso ha dejado de
funcionar ? ¿acaso el método de las puñaladas por la espalda, que es el
de su preferencia, según J. J. Benítez, autor de El Caballo de Troya, no es
una modalidad recreada del canon de muerte inquisitorial del medievalismo?) cuyo
contenido sería persistir en que La Biblia, aún con todos sus
“conocimientos”, es “la divina palabra de Dios”, y todo con una única y
exclusiva finalidad: preservar la condición parasitaria y de opio del pueblo
del cartel Vaticano que usufructúa, con privilegios y todo, la alta jerarquía
católica en nuestro país.
El cinismo de este granuja
ensotanado que empieza por la vana y torpe pretensión de fingir una hipócrita
amplitud de miras en el ejercicio de sus supersticiosas pseudo-creencias (¿cabe
ser “amplio” en dichos menesteres?), apenas logra demostrar que como
intelectual es un mercenario de la peor calaña y como cura (obispo) sólo se
puede encontrar a uno igual o peor que él en el seno de los cristianos
protestantes (evangélicos). Para Arnaiz en su primer articulejo resultan ser sólo
tres equivocaciones los yerros interesados sobre “la Biblia” cuando de ésta
se habla como libro de ciencia, lo de “la Biblia como libro de historia” y
lo de “la Biblia como colección de ejemplos piadosos y edificantes”.
Si tomamos sus palabras
literalmente, no es menos cierto que “la Biblia” no es ni puede ser un libro
de ciencia, ni de historia, ni mucho menos de edificantes ejemplos piadosos (¿acaso
el de Lot, entregando a sus dos hijas vírgenes a los sodomitas para que les
hicieran violaciones masivas -manigua- puede ser un edificante o piadoso ejemplo
que sirva para educar a un joven en sus posturas cívicas?), pero decir,
propalar o creer tal cosa no es asunto simple y llanamente de equivocación,
como pretende Arnaiz. Es claro, nosotros entendemos que la Biblia no puede ser
un libro de ciencia, puesto que la Biblia es un amasijo de tan vulgares como insólitas,
además de poco elegantes fábulas anticientíficas (de las que no se logra nada
ni aun poniéndolas de patas en el suelo) que no se compadecen siquiera con el
requerimiento más elemental o primario de búsqueda de la verdad como base de
la historicidad y que, siendo un lodazal de atraso, perversidad, promiscuidad
sexual, retrato de la concupiscencia en que gustoso se cimbrea y deleita Jehová
o dios (el tótem primitivo judaico) en un torrente libidinoso de incestuosidad
y perversidad criminales no conocidos ni inventados nunca antes en testimonio de
la podredumbre intrínseca que encarna dicho dios Jehová; sin embargo, es lógico,
por otro lado, que tampoco estamos contestes con ese energúmeno Arnaiz en lo
que se refiere a la supuesta voluntad divina (totémica) ni mucho menos con su
insana pretensión de definirla como colofón de palabras divinas que, desde su
condición de hechicero ensotanado, le atribuye al mamotreto incalificable
llamado Biblia cristiana.
Más aún si con estas palabras
damos el primer paso en la refutación del primer articulejo de Arnaiz, cuando
hemos de sólo pensar en el grado de inescrupulosidad que exhibe dicho obispo en
su otro articulejo titulado “La aportación marxista” a la cristología,
es entonces cuando empezamos a entender la condición innata de falsificador,
tergiversador, simulador y embaucador que se requiere para ser miembro de una
institución tan inmoral como criminal (cristiana) como es la Compañía de Jesús
o de los jesuitas, a la que ese eunuco mental pertenece. Y ya empezamos a
entender cuál era la primera virtud de los llamados padres de la Iglesia.
Ambas empresas críticas las hemos
de abordar desde las páginas de “¡Despertar!”. Entendemos que éste no es
el lugar apropiado.
Ahora bien, sólo nos falta por
apuntar dos cosas.
La 1ra. es respecto a que
el creador de la religión judaica o judaísmo, que es supuestamente el tal Moisés,
ni siquiera hay pruebas históricas de que existiera. Los teólogos judíos y
cristianos con dos dedos de frente opinan por lo general en los siguientes términos,
del tal Moisés, lo mismo que de Abraham, Isaac, Jacob (Israel):
“... en ninguna parte fuera de la
Biblia se ‘documenta’ la existencia de estas venerables figuras (y otras más
recientes). No hay ninguna prueba de su existencia. En ningún lugar han dejado
huellas históricas; ni en piedra, bronce, rollos de papiro, ni tampoco en
tablillas o cilindros de arcilla, y eso que son más recientes que, por ejemplo,
muchos de los soberanos egipcios históricamente documentados en forma de las
famosas sepulturas, los jeroglíficos o los textos cuneiformes, en suma, auténticas
fes de vida. Por lo tanto, escribe Ernest Garden, ‘o bien se ve uno tentado a
negar la existencia de las grandes figuras de la Biblia o, en caso de desear
admitir su historicidad, aun a falta de material demostrativo, supone que su
vida y su tiempo transcurrieron del modo como lo describe la Biblia, cuya
redacción última procede del material de cuentos y leyendas orientales que
circularon durante muchas generaciones’”.
Así, los cinco libros de Moisés,
son cinco libros que éste no ha escrito. Su epitafio lo escriben los
historiadores de la religión en los siguientes términos: “ ‘Y Moisés tenía
ciento veinte años cuando murió’, relata la Biblia, aunque sus ojos ‘no se
habían debilitado y sus fuerzas no habían disminuido’ y el propio Dios le
enterró y ‘nadie sabe hasta la fecha cuál es su tumba’”. Esta es la
versión bíblica, ¿quién quiere creerla?
“Un fin bastante raro. Según
Goethe, Moisés se suicidó y según Freud su propio pueblo lo mató. Las
disputas no eran raras, con todos, con unos concretos, con Aaron, con Mirjam.
Pero como siempre, el cierre del quinto y último libro recuerda
significativamente ‘los actos de horror que Moisés cometió ante los ojos de
todo Israel’”. Esta es la versión de la exégesis crítica.
2da. Que el hecho
sorprendente de que los cristianos no guarden ningún tipo de escrúpulos al
englobar publicitariamente su Nuevo Testamento con el Viejo se debe al hecho de
que la lectura de las bestialidades y las monstruosidades del Viejo Testamento
hace que las suyas propias, al leerse y conocerse en conjunto, den la sensación
de ser una especie de bebida de aceite de vitriolo frente a la disyuntiva de
tener que tragar plomo derretido. O tal vez obedezca al peregrino criterio de
que las infamias divididas entre más, resultan así de ese modo de menos peso.
Pero tal vez nos expliquemos mejor
dándole la palabra a Mark Twain, afamado escritor norteamericano (1835-1910),
quien irónicamente comentara:
“El Antiguo Testamento se ocupa
esencialmente de sangre y sensualidad; el Nuevo de la salvación, de la redención.
La redención mediante el fuego”.
De todos modos, no hay dudas de que
la conjugación maniática y sicopática de Viejo y Nuevo Testamento en los
cristianos es con el fin de acentuar la relatividad de lo malo, como entre lo frío
y lo caliente, que todo depende para percibir la sensación dónde se tenga
metida previamente la mano.
LAMG
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