Iglesia Católica no puede ocultar su participación y complicidad en los genocidios del fascismo hitleriano y todos los regímenes que pisotean la dignidad humana

 

Jugando la cabeza, la Iglesia Católica, S. A., no puede ocultar la hipocresía que satura su comportamiento permanente al lado de los grandes genocidios perpetrados a lo largo de la historia, como son los casos tanto de la llamada cristianización de Indoamérica como el penoso caso del genocidio perpetrado por las fuerzas nazi-fascistas alemanas e italianas, con un componente de primer orden por parte de la Iglesia Católica, en contra de los judíos a lo largo de la Segunda Guerra Mundial.

Se recordará que hace apenas unos años el perverso papa Wojtyla se desparramó pidiendo perdón por la comprobada participación de la Iglesia Católica en dicho genocidio a través de los cardenales Pacelli de Berlín, que en el 1939 se hizo Papa, el Pío XII y que por su función hasta el día de hoy se le conoce como el Papa de Hitler, y además por el de Munich, Michael Folhauber, quien ocupara el máximo cargo de prior castrense y que siendo un apasionado revanchista desde la derrota alemana de la Primera Guerra Mundial de 1914-1918 canalizó su fascismo en un respaldo enfermizo hacia Adolfo Hitler.

Pero es el caso que tras ese mea culpa en el que Wojtyla, el papa polaco de la CIA y la tristemente célebre orden laica del Opus Dei aceptaba, por lo menos de boca y evitando desesperadamente abundar sobre la diabólica labor de la Iglesia Católica para el exterminio de más de 10 millones de judíos, implementó la campaña de anulación de su pedido de perdón a la humanidad comprobándose, como al efecto denunciaron las más importantes organizaciones de familiares de la víctimas de los hornos crematorios que funcionaban dentro de los famosos campos de concentración, que en realidad el papa Wojtyla lo que hacía era burlarse de la humanidad ya que no encaraba con la profundidad y pormenores necesarios la oprobiosa conducta del Vaticano, S. A., a favor de Hitler, como lo hizo con Mussolini en Italia y con Franco en España.

Ahora, hace cosa de 10 ó 12 días que la orden siniestra de los jesuitas, a través del semanario que editan en el Vaticano, aparece reivindicando una supuesta inocencia de la Iglesia Católica en este genocidio y particularmente en su protagónico y estelar papel de respaldo a Hitler para que en esa oportunidad castigara con toda crueldad a los judíos, que según la perversa Iglesia Cristiana y Católica en particular, serían los responsables de la crucifixión del supuesto mesías o imaginario cristo que viniera, según sus fábulas extraídas del cúmulo de leyendas paganas, a redimir al hombre del pecado original y de toda culpa.

Dicen los jesuitas en el citado periódico que el Vaticano no respaldó ni nada tuvo que ver con el ascenso de Hitler al Poder, ni mucho menos que mantuviera hacia éste una conducta de apoyo.

La responsabilidad dicen, en prueba de su intrínseca perversidad los jesuitas, no es de la Iglesia ni del Papa, sino de quien respaldo a Hitler que fue el partido - apéndice de la Iglesia Católica- zentum y que lo hizo en busca desesperada de la conciliación y la paz, esto es, en aras de las mejores intenciones dicen estos canallas, pero que de ello nada sabía el Vaticano.

Este es el colmo del descaro y de las canalladas, igual a las tantas otras que la Iglesia Católica y el Vaticano S. A., tiene acostumbrada a la humanidad, puesto que como es sabido, Pío XII al morir dejó una fortuna personal a sus parientes, hermanos, sobrinos y primos, que pasó de los 600 millones de dólares. Y de esos millones están como la columna vertebral de los mismos, los millones que obtuviera bajo el alegato de interceder por los judíos a los que se les aplicaba la llamada solución final, sin que nunca se conociera que el Vaticano y el Papa de Hitler, Pío XII, hubiese intercedido siquiera por esos millones de víctimas cuyos familiares depositaban cantidades inauditas de dinero en las cuentas vaticanistas a nombre de Pío XII para que salvara la vida a aquellas desgraciadas víctimas inocentes del racismo y de la persecución étnico-religiosa que instigaba febrilmente la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Hemos mencionado el nombre Michael Folhauber, prior castrense dentro de las Fuerzas Armadas alemanas, experto en asuntos bíblicos y que al efecto habría traducido del hebreo obras encaminadas a rodear la bestial causa hitleriana de un hálito divino llamado a dar cumplimiento a la venganza de los cristianos en contra del pueblo judío.

Así, para tal fin, Folhauber habría elaborado ensayos como el de Judith, el de Devora, Pinhas y otras siniestras figuras sangrientas y despiadadas que, movidas por el fanatismo religioso, se regocijaban actuando como amantes de los enemigos de Israel para a la mejor oportunidad asesinarlos en la forma más despiadada y sangrienta.

Es notable como Folhauber en sus mujeres bíblicas resalta que de monstruos sicopáticos como Judith, Devora, Pinhas es mucho lo que la mujer alemana puede aprender para su inminente contribución a la causa nazi-fascista del nacional socialismo hitleriano.

A lo mejor nuestros santurrones jesuitas alegan que esos eran asuntos personales del cardenal Folhauber, que en nada comprometan a la Iglesia en su conjunto ni al Vaticano en particular.

El radioyente puede así comprobar que la llamada Iglesia Cristiana, universal o Católica es en realidad una institución del crimen y la opresión, actividades aberradas por las que no cabe la menor duda sienten una apasionada predilección.

Y ese funesto papel desempeñado en Europa por los cardenales de la Iglesia Católica y el Papa es el mismo que en el continente Indoamericano desempeñaron los obispos y cardenales, como el siniestro Monseñor Pittini, en su condición de agente incondicional de la bestia que era Rafael Leonidas Trujillo Molina y promotor de todas sus campañas criminales, las que siempre acompañaba, Trujillo, con sus proclamas de ser el Benefactor de la Iglesia y primer anti-comunista de América.

 

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