El cuento del maco y cómo el Barcino Báez va tras los fondos acumulados en el Seguro Social

¿Es que esa banda gangsteril familiar no se conforma con todo lo que ha desfalcado?

 

En Europa el cuento se conoce como el caso del lucio, que es el nombre de un pez de agua dulce equivalente a la guabina criolla, que también abunda en Venezuela y Colombia, así como en todos los ríos de la región; pero en nuestro país el cuento llega poniendo como protagonista al maco, nombre con que comúnmente denominamos a las ranas bolas o anfibios. Y cosa extraña, que se repite tantas veces la versión de estos medios afro-caribeños-americanos o negritos come-cocos, porque tiene más afinidad con el sentido común que la de los europeos, ojos azules y blancos de verdad, como podrá comprobar nuestro público.

El asunto del cuento del maco viene a colación en nuestro recuerdo a raíz del cambio del ex-Secretario de Salud Pública, el Barcino Báez, medio hermano y del clan familiar íntimo y socio en sociedad del Presidente del régimen pálido-pelegato Leonel Fernández, que fuera hace días trasladado para dirigir el Instituto del Seguro Social, y que la prensa amarilla y sus cagatintas o ensucia micrófonos y vulgarizadores de la pantalla televisiva, como miserables mercenarios, han querido confundir diciendo que el Barcino Báez, de la familia de los pelegatos, ha sido degradado al pasar de Salud Pública para el Instituto del Seguro Social.

Mentiras. Se trata de una movida del cabecilla del régimen, dirigida y enmarcada en forma estricta y rigurosamente dentro de su finalidad de usar el Poder del Estado y sus instituciones para engrosar y robustecer el patrimonio personal y familiar, primero de la familia presidencial, y segundo, de los distintos funcionarios, como se produjera en el 1996, sobre todo con lo que, irónicamente, se dio por llamar “proceso de capitalización de las empresas del Estado”, lo que se ha comprobado en la práctica no era otra cosa que una conspiración típicamente gangsteril diseñada por la mafia del Pálido que había accedido al Poder en alianza con Balaguer, pero que, para los fines de despojar al Estado y al país de sus bienes y riquezas, envuelto en los húmedos paños engañosos (igual que un puñal envuelto en seda) lo de la capitalización de las empresas estatales, la entente o entendido de robar juntos fue principalmente con el Perrodé, en particular con el lumpen degenerado y agente de la CIA y del imperialismo yanqui, José Francisco Peña Gómez y sus congéneres en esas espurias actividades Milagros Ortiz Bosch, Hatuey Decamps y comparsa.

Así, el Barcino Báez fue quien acordó, de mutuo acuerdo y por cuestiones de carácter de más acceso a un mayor flujo de millones y millones de pesos contantes y sonantes, que lo trasladaran de Salud Pública al Instituto del Seguro Social.

La ex-incumbente sustituida por el Barcino Báez y su Presidente en funciones, Leonel Fernández, al momento de entregar, formuló unas declaraciones que son tremendamente reveladoras. Esa persona, que fue nombrada en el exterior en el cuerpo consular dijo: “Dejo la institución de la que he sido incumbente durante 1 año habiendo multiplicado por 6, como confirman los libros de contabilidad y la inspección de la Cámara de Cuentas, lo que el Seguro Social tenía como entrada al momento de asumir su dirección. De 50 millones que era la entrada en el 2004, ahora mismo, en el 2005, está esa entrada por encima de los 300 millones de pesos mensuales”.

Por otra parte, debe tomarse en cuenta que existe la expectativa de que, a fines del presente año o al inicio del 2006, esa entrada de 300 millones, de cuajar lo del seguro familiar y otros, esa cantidad puede multiplicarse y llegar hasta a sobrepasar los 1,000 millones de pesos mensuales.

Si a quien se llamaba Sabino se le cambió el nombre en el régimen de los pelegatos por el justo y preciso del Barcino Báez, y convirtió la quebrada Secretaría de Salud en negocio leonino suyo para lo del incremento de su fortuna personal -malhabida del 1996 al 2000- y del clan familiar, vendiendo aparatos reconstruidos a precios de los nuevos, exigiendo abultamiento de presupuesto para incrementar el monto del porcentaje de comisión, cambiando equipos nuevos, como se produjo en el Hospital Taiwanés de Azua, por viejos y reconstruidos, que no funcionan o lo hacen precariamente, y aquellos nuevos aportarlos al “Home” como parte de la inversión personal y del clan familiar, qué no hará el Barcino desde un puesto aparentemente, si lo juzgamos desde el punto de vista politiquero de Estado, de segunda, como es el de Director del Seguro Social, pero al que fluyen y del que fluyen día por día, minuto a minuto y los 365 días del año, cantidades cada vez más crecientes de millonadas de pesos.

El cuento del maco narra que en una ocasión un tribunal inquisitorial dependiente y anexo a la voluntad del terrible monje dominico Tomás de Torquemada decidió someter al suplicio de morir al fuego a un sapo que, por continuo croar nocturno, no permitía conciliar el sueño al presidente del tribunal inquisitorial.

Condenado a la hoguera por el acto herético y demoníaco de, con su estridente croar, no dejar dormir al divino juez del potro salvaje, azotes, ordalías y asado con palos húmedos y un poco de alquitrán, el sapo, consciente de la ignorancia profunda de estos usurpadores, estalló en una risa que casi se desternillaba, y sorprendido el inquisidor le increpó que diga de inmediato el condenado la causa de su inusual risa, y el sapo, acongojado por la severa reprimenda, en tono de humildad respondió: “Es que a sabiendas de la gravedad de mi terrible pecado, entiendo la necesidad de un real severo castigo, pero el fuego lento y ni aún rápido es para mí un merecido castigo, sino todo un placer; castigo para mí sería condenarme a morir en el agua y por medio de la ordalía”.

La ordalía es un procedimiento típico de los torturadores inquisitoriales que se puede resumir diciendo que es provocar la muerte por inmersión o ingestión de agua en cantidad exorbitante.

Así, el juez inquisitorial dice: “Pues bien, le cambiamos la condena, y que el sapo sea jartado de agua y lanzado a las profundidades del agua pestilente”.

Así en efecto fue hecho, y no hay que ser inteligente para darse cuenta de que, lejos de ahogarse, el sapo se salvó y castigó con más fe y ahínco a sus verdugos inquisidores, a los que se empecinó en no dejar dormir con su estruendoso y necio croar.

El Barcino Báez ahora es que, con los millones de los usuarios del seguro social, va a demostrar en grande que es un digno miembro del equipo ese.

Así, no hay pues nada más que agregar.

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