Falsificación de la historia desde la satrapía trujillista hasta nuestros días procura justificar a los verdugos y desmoralizar la lucha del pueblo

 

La cuestión de si la historia, como disciplina, es la narración y reflejos de la relación real de los hechos y acontecimientos que configuran una situación, ponderando las raíces, causas y condiciones objetivas y subjetivas, materiales y espirituales, o si, por el contrario, la historia es el subjetivo e individual relato que antojadizamente se le ocurra ofrecer a una persona o grupo de éstas, con vistas a la defensa y justificación de intereses y fines ulteriores de carácter de clase y políticos e ideológicos, tiene un escenario de ser elucidada y ventilada con motivo del manejo que se ofrece, como historia, de los días actuales y sus personajes o protagonistas interesados, correspondientes a la época que abarca la dictadura del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina, peón y lacayo del imperialismo norteamericano, así como de las luchas y bregas desplegadas en la sociedad-nación dominicana contra esa dictadura, sus crímenes, su conversión del país en una entidad funcional como colonia de nuevo tipo o país neo-colonial bajo el dominio tanto del imperialismo norteamericano y sus consorcios monopolistas, como de la Iglesia Católica-Estado Vaticano, que nunca ha dejado de ser el baluarte de la opresión y explotación del viejo y el nuevo colonialismo sobre los pueblos y naciones subyugados.

Esto, es decir, lo que se ofrece como historia de esta época actual, que es motivo de preocupación e interés de muchos, lo traemos a colación y lo ponemos con toda responsabilidad sobre el tapete por entender que lo que al respecto se hace, adolece con más intensidad aún y buscando objetivos más infames y siniestros que en todas las épocas anteriores y sus períodos correspondientes, que son un ejemplo vivo, cada uno por separado y todos en conjunto, de lo que es la falsificación de la historia y su tergiversación, en un ejercicio tan espurio como perverso en el que el mito sustituye la realidad y por lo tanto la falsedad y la mentira a la verdad y a la objetividad.

Resulta así que, según los falsificadores, que de hecho se erigen en usurpadores, las llamadas hermanas Mirabal son tres santas hembras que, con su pureza, refrendada con su muerte, causaron la caída de la dictadura monstruosa de Rafael Leonidas Trujillo Molina-EE.UU.-imperialismo norteamericano y la Iglesia Católica-Vaticano.

Prosiguen esos falsificadores de la historia con que Manolo Tavares, por su condición de santo varón y poseedor supuestamente de un exceso de material colgante, es el creador, por su vocación innata, según quieren atribuirle además esos forjadores de mitos por medio de los cuales cocinan sus falsificaciones y consiguientes estafas históricas, del movimiento anti-imperialista y revolucionario en la nación dominicana. Más aún, esos señores toman cada una de sus actuaciones infantiles, o testimonios cada una de ellas de su falta de comprensión de las luchas históricas a que el proceso de desarrollo y transformaciones sociales aboca al país dominicano y al pueblo quisqueyano, para hacer una corona floral que pretendidamente le enaltece y lo presentan como un hombre puro, premiándole, desde sus imbecilidades hasta sus inconsecuencias, que sólo son la expresión del más torpe y estrecho interés individual de carácter miope pequeño-burgués, lo que realmente le impidió desempeñar un real papel de dirigente revolucionario, lo cual sus compinches emplean para ofertar de él su martirologio como supuestas cualidades de un jefe revolucionario, cosas que no siempre hacen química ni obedecen a intereses ni fines sanos, como es fácil percatarse de ello en este caso.

Otro tanto acontece con Juan Emilio Bosch Gaviño, oscuro y contradictorio personaje del que esos falsificadores de la historia, dedicados a atracar la conciencia nacional metiéndole, en una práctica por cierto muy cristiana, mitos y mentiras en lugar de una ponderación ecuánime y objetiva de sus actuaciones, predominantemente inconsecuentes y a favor de los intereses del atraso, de la opresión y la explotación más bestiales y salvajes, del engaño y manipulación de las masas populares.

La incapacidad y hasta el atraso y su compromiso histórico con los más espurios infames intereses se les ocultan mediante la malsana práctica de presentar una falsa situación de que tales tumores malignos cancerosos no existieron en su serpentina conducta, donde lo predominante es la inconsecuencia, la incoherencia y la permanente defensa de los fines e intereses de la explotación, contrapuesto siempre en cuerpo y alma a todo cuanto significara estar al lado o favorecer la emancipación social de los oprimidos y explotados en la sociedad y a favor siempre de los subyugadores de la nación dominicana.

Por ejemplo, es memorable que el actual Presidente del Poder Ejecutivo, a los pocos días de haber cumplido los primeros 100 días de su primera gestión del 1996-2000, específicamente en diciembre del 1996 mismo, concurrió a un acto organizado por los pálidos, hoy reconocidos todos como pelegatos por practicar el mismo tipo de corrupción que los perrodés y los del partido del tirano alimaña Joaquín Balaguer, el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), y proclamó que la “lucha democrática había empezado en este país con el regreso de Juan Bosch al mismo” y que Bosch era el creador del movimiento democrático en República Dominicana.

Es cierto que se trata de un tristemente célebre discurso de Leonel Antonio Fernández Reyna compuesto por unos 35 parrafitos repletos de vulgaridades, contentivos de por lo menos 125 descomunales mentiras, que pusieron en entredicho definitivamente el peso de su conducta política y moral individual.

Con el caso del haitiano y anti-dominicano que fuera Peña Gómez ocurre otro tanto, hasta el punto de que esos cristianos falsificadores de la historia, en su maniática costumbre que irrespeta los hechos, como es el ejemplo del miserable mercenarismo que a este respecto desplegara el alcohólico y desclasado Leíto Reyes, que hizo nacer a Peña Gómez en la llamada Loma del Flaco, en Mao-Santiago Rodríguez, cuando es sabido y comprobado que naciera en Haití de padre haitiano y de madre aún más haitiana todavía, que tras las vicisitudes históricas de la acción contra la invasión pacífica haitiana que el dictador Trujillo desplegara, regresó como pudo a su país natal, y Peña Gómez, en el 1980, entró definitivamente en contradicción con el entonces Presidente conservador de derecha Antonio Guzmán, cuando éste se negara rotundamente a financiarle, a nombre del Estado dominicano, la exhumación y traslado a la República Dominicana del cadáver de la que lo había parido a fines de la década del ’20 en Haití.

Peña Gómez había pretendido que esa, su meta de la exhumación y traslado del supuesto cadáver de la haitiana madre suya, se le asignara como tarea a la Embajada dominicana en Haití, y que la Embajada dominicana, por disposición del gobierno dominicano, pagara y cubriera los gastos monetarios de esa labor tan personal de ese sujeto, a todas luces obsesionado por consumar la aventura de sus padres con vistas a la República Dominicana, y aún después de haber muerto persistía en hacer realidad los sueños de sus ancestros que, según parece, le costó la vida a su padre, y lo que nunca fue obstáculo para sus actividades y comportamiento ladino al lado de los perversos criminales de la dictadura de Trujillo.

Leo Reyes llegó hasta, para darle mayor apariencia de veracidad a su actividad de mercenarismo histórico, como si fuese una auténtica investigación de la historia, a ventilar que el giro aberrado de Peña Gómez en el uso de la letra z, la que empleaba más que un gallego de los campos de Galicia en España, era el fruto de que, inventaba Leo Reyes, Peña Gómez había sido criado y educado con todo rigor por una familia española de pura cepa de apellido Zarzuela, falacia ésta que luego un aventurero español de su misma calaña, en común acuerdo con el mendaz Leíto Reyes, la empleó para fabular que el verdadero apellido de Peña Gómez era en realidad el de Zarzuela y no el de Peña Gómez, siendo tan desaprensivos ambos, pero por sobre todo el mercenario cagatinta venal Leo Reyes, que ni siquiera reparaban que con ello admitían que Peña, en realidad, nunca fue dominicano.

De ahí que, en varias publicaciones, se ironizó colocando la foto de Peña Gómez y el llamado: “¡Conózcalo: España!”.

Continuaremos en otra oportunidad con el tema de la falsificación de la historia de la época actual dominicana por medio de la colocación de mitos en lugar de los hechos y relaciones histórico-sociales reales.

 

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