Benito de la Rosa Carpio, responsable No. 1 de las violaciones sadomasoquistas de 200 niños y niñas en San Rafael del Yuma, Higüey:

¿Qué moral puede tener la Iglesia Católica cuando fue la gran ramera del dictador Trujillo, como lo fue de Pinochet, de Videla, de Somoza, de Strossner?

 

En su estilo de loca, el obispo Ramón Benito de la Rosa Carpio, hoy Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, y dentro de la compleja promiscuidad entre lo divino y lo dictado por el emperador, que es el Papa, con que se ejerce la jefatura o el mando en la Iglesia Católica, algunos optimistas o más bien estafadores lo ubican, por aquello, como el Jefe de la Iglesia Católica para el país, hasta hace poco, que fuera designado Obispo de Higüey el agente de Agripino Núñez e integrante de la mafia de éste, Nicanor Peña Núñez, Ramón Benito de la Rosa Carpio fue el obispo de dicha Diócesis desde hace varios años. Y fue en estos largos años de jefatura indiscutida en la Diócesis de Higüey y como socio bendito del monopolio dueño del Central Romana, propiedad de una mafiosa familia cubana, claro está, de la gusanera de Miami -La Florida-, a los que le servía su Poder, que resultaron violados, prostituidos, aberrados y bestializados cerca de 200 ó más niños y niñas dominicanos en edad tierna, de 4 ó 5 años en adelante, en la Casa Albergue que para mayor identificación lleva el nombre de San Francisco Javier, en San Rafael del Yuma, municipio de la Provincia La Altagracia (Higüey).

Dicho centro de refugio de huérfanos siempre ha estado bajo los cuidados y poder moral -según el avieso discurrir de loca del obispo De la Rosa Carpio-, y fue bajo ese mamarracho de poder moral que ocurrieron y se sucedieron con impunidad e infamia, patrimonios de los peores canallas, esos espantosos casos de violaciones, prostitución, envilecimiento y aberración de los más de 200 niños y niñas de San Rafael del Yuma.

Aunque no tuvimos la oportunidad de ver a este obispo mientras hacía sus pérfidas declaraciones, carentes de moral, evidenciándose en su pudrición y en su aberración en grados sólo posibles en las filas obispales y sacerdotales de esa nefasta Iglesia Católica-Vaticano, ya nos imaginamos, igual a como dice el obispo Ramón Benito de la Rosa Carpio, que él se iba enterando que había grupos que decían que la Iglesia Católica tiene demasiado poder, que sabemos que es un poder absolutamente moral, porque ni poder económico tiene la Iglesia Católica en este país ni en el mundo.

Como se puede ver, no sólo el Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO) suscribe y se adhiere al convencimiento de que la Iglesia Católica tiene tanto poder no sólo económico sino político, hasta el punto de que ha eliminado la condición de Estado libre con que define al país la Constitución en su artículo 3 y que en lugar de ese Estado libre y soberano, expresión ésta de la soberanía estatal robada al país por parte de la Iglesia Católica, el nefasto poder de ésta y sus siniestros ensotanados con inveterado carácter de parásitos ha convertido el Estado dominicano en un Estado, de libre y democrático, en teocrático y despótico dictatorial.

He aquí qué moral es de lo que es huérfana en grado superlativo la Iglesia Católica-Vaticanista. Nadie puede reconocerle moral y mucho menos poder moral a una institución que no sólo es parásita, que como sanguijuela absorbe y le chupa las riquezas y bienes del país a cuyo pueblo deberían ser destinados, sino que además le impone a ese pueblo el pesado fardo esclavista del oscurantismo, de la superchería y de brujería, amén de que después de todo le paga con ingratitud al convertirse, tal como lo percibe ahora mismo más del 90% del país y pueblo dominicano, en el principal instrumento de la destrucción y desarticulación de la nación, para dar paso a los planes del imperio-capitalismo mundial, al que está vendida la Iglesia Católica como ayer lo estuvo con el Imperio Romano y Constantino, Justiniano y demás déspotas sanguinarios e instrumento del exterminio de toda la raza indígena, genocidio que los de la Iglesia Católica, como Ramón Benito de la Rosa Carpio, igualó con cristianización, siendo hoy en día y desde entonces, sinónimos.

¿Qué moral puede tener la Iglesia Católica cuando fue la gran ramera del dictador Trujillo, como lo fue de Pinochet, de Videla, de Somoza, de Strossner, de los vesánicos gorilas brasileños, uruguayos, como lo fue de Pérez Jiménez, como lo siguen siendo de las cáfilas de los adecos y copeyanos cuyo líder es el cardenal José Rosalío Castillo Lara?

Lo de la Iglesia Católica como la gran ramera del tirano y dictador sanguinario Rafael Leonidas Trujillo Molina no es un invento ni una conclusión hecha por deducción o suposición nuestra, sino que es lo que confiesa el obispo nefasto Monseñor Pittini, protagonista directo de esos actos impúdicos e inmorales de prostitución rastrera de la Iglesia Católica con el tirano y dictador Trujillo.

Veamos pues lo que dice la Historia del Episcopado Dominicano en la parte que concluye en el 1956, fecha del fallecimiento de ese pervertido sicópata que fuera el mussolinista y trujillista monseñor Pittini.

Dicha historia tiene como autor al nombrado Fray Cipriano de Utrera, insigne historiador del Opus Dei y de Francisco Franco en la gracia de dios, importado para la cuestión del manejo de los asuntos a partir de la firma del Concordato.

Dice Fray Cipriano de Utrera, en su Historia del Episcopado Dominicano:

“Ricardo Pittini (el que perdió la vista de tantas infamias cometidas, Nota Nuestra), es el obispo número 49, salesiano -igual que el de la CIA, el Wojtyla que hace poco murió, Nota Nuestra-, sus bulas son del 11 de octubre del 1935. Al cumplirse los 20 años de su consagración episcopal, esto es, en el 1955, la Iglesia dominicana ha sido puesta ya en estado de esplendor, como nunca, ni aún durante la dominación española había llegado a estar, todo ello debido al genio político-católico del insigne magistrado Generalísimo y Dr. Don Rafael Leonidas Trujillo Molina, a quien sus conciudadanos, en prenda de su visión total de la grandeza de la Patria, han dignificado con los áureos laureles de Benefactor de la Patria y Padre de la Iglesia. Precedida del otorgamiento que Trujillo le hizo de la personalidad jurídica, fundamento sustancial de sociedad católica como verdadera entidad nacional, todos los demás bienes que al presente atesora pueden enumerarse específicamente como otros tantos beneficios ligados entre sí por la propia mano de aquel varón egregio: multiplicación de instituciones religiosas dedicadas a la enseñanza del pueblo, cuidado de hospitales, clínicas y departamentos universitarios, residencias universitarias para estudiantes de uno y otro sexo, y para el fomento del culto católico; edificación de templos parroquiales en casi todos los pueblos de la República; dirección de planteles de corrección y reeducación de niños y jóvenes delincuentes; nuevo edificio del Seminario Conciliar, establecimiento cabal de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, con Nuncio de S. S. residente en el país; cooperación grado excelentísimo para la construcción del Santuario de Nuestra Señora de la Altagracia en la villa de Higüey; contribución permanente para la dotación de becas en el Seminario; situación privilegiada de los miembros del clero para que, como ministros de dios, estén exceptuados de impuestos fiscales en cuantas cosas atañen al ejercicio del sagrado ministerio; restauración de la familia cristiana por el reconocimiento legal del matrimonio canónico; capellanías castrenses para la instrucción religiosa de la clase militar, enseñanza de religión en escuelas, colegios y cárceles; y dejando sin enumeración los continuos y crecidos donativos que dicho Magistrado personalmente ha hecho y cada día hace a entidades eclesiásticos de ambos cleros, secular y regular, las dos obras más relevantes suyas han sido el Concordato con la Santa Sede, seguido por la legislación nacional de sus elementos particulares, y la creación de tres diócesis y una Prefectura eclesiástica en el territorio de la República. Últimamente, en esta larga y continuada cadena de protección de su pueblo y de la fe de sus mayores, justamente cuando se da a la prensa el presente estudio, en los mismos días de las fiestas patrias de febrero de 1956, y debajo los auspicios del Gobierno Nacional, se está celebrando, para honra y decoro de la República e Iglesia dominicana, un Congreso Internacional de Cultura Católica, primero de los de esta extensión universal en territorio dominicano, con representativos sociólogos de 33 países de ambos hemisferios”.

Como Ramón Benito de la Rosa Carpio en su estado de loca se hace el loco y llega hasta a hablar de un extraño poder moral que ostenta la Iglesia Católica, le vamos a seguir dando más de esto, ya que no dudamos que adolezca, si juzgamos las aberraciones a que sometieron a los más de 200 niños y niñas en San Rafael del Yuma, de una profunda e irreparable aberración sadomasoquista, y ya veremos si realmente la Iglesia Católica es fuente de moral y de poder moral, o de la más descomunal falta de moral y exuberante amoralidad por tanto.

 

Volver a la Página Principal