PRECIOSAS CONFESIONES DEL ALIAS CARDENAL

En su torpeza arterioesclerótica desnuda a su consorcio del opio como el mayor desfalcador y ladrón de los bienes y recursos del Estado-pueblo dominicano en toda la historia de la nación

Su dominio sobre la educación nacional sólo ha servido para “educar” y adiestrar a todos sus sirvientes politiqueros de los partidos del sistema en asaltar los bienes públicos y enseñorear la corrupción en todas las instancias    

 

Habría que pensar, evaluando las muy francas como reveladoras palabras (que van hasta un poco más allá de la imprudencia y la orfandad de tacto, o falta absoluta de toda delicadeza) del sujeto éste, que es pretendidamente príncipe dentro de la autocrática y despótica monarquía por la que se rige internamente la Iglesia Católica, Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, que expresa en forma tan arrogante como prepotente y que dejan en claro que en él hay una combinación donde abunda la torpeza y un poco más todavía de brutalidad.

Esas palabras de este sujeto, cuyo nombre es suficiente para sobrecoger de vergüenza y humillación al que se lo mencionen y sólo tenga una micra (que es una milésima parte de un milímetro) de dignidad, decencia y honestidad, puesto que afirmar, y hacerlo en forma tal que da a entender que ello lo hace sentirse orgulloso, que, y lo citamos: “la Iglesia Católica cuenta en República Dominicana con un patrimonio capital en el campo de la educación (que está ya totalmente convertida en una empresa comercial, Nota nuestra) que absolutamente ese patrimonio educativo de la Iglesia Católica nadie puede igualar ni en el sector privado ni mucho menos en el Estado”.

Detallando que el aporte de su Iglesia Católica a la “educación”, es con la creación de colegios y universidades privadas que tienen matriculados o inscritos cerca de un tercio de millón de estudiantes, es decir, cerca de 300 mil estudiantes que, dicho sea de paso, pagan sustanciales cuotas de mensualidades, por inscripción y por exámenes, regular y periódicamente.

Resulta que estando desde el año 1954 (fecha en que se firmó y entró en vigencia el Concordato), toda la educación pública y privada bajo el control, administración y regulación de la Iglesia Católica-Vaticano, es nada más que sorprendente y mueve a suspicacia, el que ahora el Cardenal reconozca que, al fin y al cabo, este hecho ha venido terminando en que la Iglesia Católica-Vaticano se ha convertido en el sector más poderoso en cuanto a propiedades de colegios, universidades y centros educativos en el país.

Y desde entonces hasta la fecha, los resultados son claros y precisos, tanto así que escandalizan y llevan a meter la cara entre ambas manos, simbolizando este gesto tanto impotencia como dolor infinito, por dejarse el pueblo coger de pendejo, del gran pendejo.

La educación nacional, pública y privada, es un desastre, en la que predomina un retraso horroroso, pero además, en la que las instalaciones físicas, el material de apoyo y quienes ejercen el magisterio no sirven ni para echárselos a los puercos, ni para abonar la tierra siquiera.

La Secretaría de Estado de Educación siempre ha estado, desde el año 1954, bajo el control absoluto y a disposición absoluta y omnímoda de la Iglesia Católica, de su Arzobispado de Santo Domingo y de su Conferencia Episcopal.

Los desastres en que ha terminado envuelta la educación nacional, es obra, por tanto, de la gestión de la Iglesia Católica, como incumbente y gerente de la Secretaría de Estado de Educación, y por tanto la jefa de la educación nacional.

Pero es el mismo Cardenal y no otro (para que no haya ningún tipo de duda ni aprehensiones), quien viene a corroborar ahora lo que hemos venido denunciando y afirmando al respecto, que se resume en que, con el Concordato, no sólo se violentó y se pisoteó la libertad, la autodeterminación, la soberanía estatal y nacional del país y del pueblo, y con ello se creó un obstáculo insalvable a la democracia, a los derechos democráticos, así como al Estado de Derecho, sino que se cometió un imperdonable abuso, y error a la vez, de privatización y retrotraimiento de la educación a la época del medievalismo feudal y el vasallaje, período de oscurantismo y superstición, de predominio, como su corolario, de la absurda religión católica, que se basa en la mentira y el engaño, pero que además la Iglesia Católica dispuso de la posición privilegiada de jefa y dueña de la educación del Estado en el área pública y privada, exclusivamente para su enriquecimiento. Y lo hizo y lo alcanzó, como confiesa el Cardenal, dedicándose a desviar el patrimonio nacional de las inversiones financieras del Estado y el país hacia sus propios negocios educativos, esto es, para su enriquecimiento particular, en detrimento y perjuicio de la educación nacional, que debe ser moderna, basada en la ciencia y abierta a la ciencia y a la experimentación científica, en la que no debe tener ni la más mínima cabida ningún tipo de mentira supersticiosa, como las mentiras y supersticiones del cristianismo, que es un revoltijo de absurdos y de engaños, como bien dijera Voltaire.

Con esas palabras del Cardenal, de que su Iglesia Católica posee el patrimonio empresarial en el área del negocio de la educación que nadie del sector privado ni público estatal pueda igualar, el Cardenal mismo, Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez se incrimina él, como obispo Jefe del Arzobispado de Santo Domingo, e incrimina a todos los obispos que forman parte de dicho Arzobispado, así como a la Conferencia Episcopal (que reúne a los obispos de todas las diócesis y otros anexos, y cuyo presidente es el flamante Benito de la Rosa Carpio) y a todos los curas, párrocos y de filas, como saqueadores del Estado y ladrones de los recursos financieros del Estado dominicano, y, por tanto del pueblo dominicano, de la sociedad dominicana, que debían estar destinados y asignados a la educación nacional, pero, en cambio, han sido usados, en base al Concordato, por la Iglesia Católica, para desviarlos hacia el enriquecimiento de su patrimonio particular.

Así, se ha dado un mal uso a los recursos del Estado asignados por éste a la educación nacional, ya que la Iglesia ha usado esos recursos para amasar y acrecentar su patrimonio particular y privado, el patrimonio particular y privado de la Iglesia Católica-Vaticano, que es de lo que se enorgullece, que es lo que ostenta, que es en lo que se cimbrea y de lo que se ufana el señor llamado Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez.

¿Acaso la práctica de encaramarse al Estado, o a un cargo público, para disponer de los fondos del Estado, o de la cartera pública, para crear su capital privado no es la piedra angular, reconocida por todo el mundo, de la infame e ignominiosa corrupción, que ha llevado al descalabro al Estado dominicano, a la sociedad dominicana, así como a la más oscura y profunda miseria al pueblo dominicano, a cada familia dominicana?

Esa pregunta tiene una sola respuesta: Es la Iglesia Católica la creadora de esa práctica nociva en la República Dominicana a partir y a continuación de la muerte del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina.

Del Cardenal, su arrogancia y brutalidad propia de un palurdo paleolítico, han hecho que junto con la vanidad y tal vez la arterosclerosis y la enajenación hija del prolongado ejercicio de la hechicería y supersticiones que es lo que constituyen de pies a cabeza el cristianismo, en particular al catolicismo, en cuanto a su concepción cosmológica o cosmogonía, con la leyenda-mito de la creación como base, con la liturgia y rituales que conllevan la reproducción de prácticas primitivas paganas de canibalismo y totémicas atávicas de comerse la carne y beberse la sangre, el sacerdote oficiante, del dios adorado para sugestionarse y creerse en su engaño que se iguala al dios; pero este mismo rito, hecho practicado por el feligrés o creyente conlleva que éste sea también engañado en cuanto a creerse igual al dios al que se le rinde culto; y más adelante están las oraciones, rezos o plegarias, genuflexiones y sumisión, penitencias y palabras implorantes de que dios acepte los ruegos, que crea en sus promesas, todo para que le conceda los favores debidos. Y así, todo esto, practicado durante más de 50 años consecutivos, puede que haya hecho a Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez perder la razón y haberlo hecho llegar a la estulticia, que es la situación que, al parecer, enfrenta ahora mismo ahora mismo el Cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez.

Esto así, porque sabido es que esos casi 300 mil estudiantes pagan sustanciales sumas de dinero a las escuelas, institutos y universidades de la Iglesia Católica.

Dinero cuantioso o cuantiosísimo que queda en manos, como patrimonio, de la Iglesia Católica y de sus prelados, aunque el Estado sigue y tiene que seguir, según la demanda del parasitismo de la Iglesia Católica, financiándole sus escuelas, sus edificaciones, el pago de sus profesores, el mantenimiento de esos edificios; lo mismo que en el área de la salud, los hospitales y el pago de los gastos básicos del funcionamiento de los hospitales, tiene el Estado que sufragárselos y la Iglesia Católica hace uso, como propiedad privada, de esos hospitales públicos, construidos y financiados por el Estado.

Y aún más, mientras el pueblo se cae a pedazos, teniendo que pagar cada vez mayores penalizaciones impositivas por cargas fiscales, resulta que la Iglesia Católica, de lo que se ufana y cimbrea orgullosamente el Cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, como todo el Episcopado y de seguro que también el Papa Rata Ratzinger y toda la curia vaticana, no paga un solo centavo de impuestos por beneficios ni por ningún concepto de leyes impositivas al Estado.

Pero además, debe saberse, que el uso del Estado para enriquecimiento personal de los incumbentes de dicho Estado es, como hemos señalado, la piedra angular básica y más importante del flagelo o cáncer de la corrupción que subyuga y aplasta las posibilidades de recuperación del Estado, de la sociedad y del pueblo dominicano.

Y cabe señalar que es esto lo que ha hecho y no otra cosa, la Iglesia Católica-Vaticano en cuanto a enseñanzas y con lo cual ha acumulado el cuantioso patrimonio que resalta, jactanciosamente, como insistimos, el Cardenal, cuando dice que la Iglesia Católica posee, y que nadie puede igualar, un patrimonio verdaderamente cuantioso y descomunal en el área del negocio de la educación.

Precisamente lo que revela el ilustre Cardenal, con sus propias palabras, digamos santas palabras de un representante de su dios y su vicario, que es su Papa, que quien educó en eso de sustraer para sí los fondos y recursos que el Estado les entrega a los gobiernos, efectuado por los partidos políticos gobernantes, desde el Consejo de Estado, el Triunvirato, el gobierno provisional de Héctor García Godoy, los 12 años de Balaguer, el gobierno de Antonio Guzmán y su hija, más gato que todos los felinos, el de Salvador Jorge Blanco, ultra-ladrón, pasando por Leonel Antonio Fernández Reyna, deteniéndonos en Rafael Hipólito Mejía, para volver al mismo hoy consabido disoluto Leonel Antonio Fernández Reyna, fue la Iglesia y no otro. Fue la que les ha enseñado, a todos estos gobiernos y gobernantes, a disponer, de manera deshonrada, deshonesta y como ladrones, de los fondos y recursos del Estado para el enriquecimiento de todos los funcionarios, desde el Presidente, hasta el más insignificante de los gabinetes.

Esta Iglesia, con su ejemplo, como dice con toda certeza el Cardenal, ha educado a esos gobernantes en robarse los fondos del Estado, y lo ha hecho, predicando con su ejemplo, ya que no hay mejor medio ni forma más efectiva de educar que el ejemplo, con los hechos y cumpliendo lo que exactamente se predica.

Pero la Iglesia Católica no educa en ciencia ni en cultura, sino es oscurantismo y en supersticiones.

La Iglesia no educa en la honestidad ni en la decencia de vivir sin robar, sino precisamente, lo que educa es en robar desde el Estado y hacerlo en nombre de deidades sagradas y benditas, de manera que el robo quede impune y como intocable.

 

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