La Entrega del PLD a Vincho Castillo y secuaces se basa en la falacia peregrina de Bosch de que Trujillo fue un nacionalista

19-03-1994 - ¡Despertar! - Edición No. 984

 

Juan Bosch ha sido, y creemos que no se atreve a negarlo, cosa que acostumbra a hacer cuando es atrapado hasta con las manos en la masa, puesto que lo ha sostenido públicamente en más de una ocasión, el autor de la falaz teoría de que "Trujillo fue nacionalista y el creador de la burguesía nacional dominicana".

Falsificando y distorsionando los hechos históricos lo mismo que la significación de éstos, los boschistas como Euclides Gutiérrez Félix, por ejemplo, y otros trujillistas y agentes secretos suyos de ayer y hoy, viven disculpando los crímenes del dictador y su régimen de oprobios, aduciendo que no fue él ni su régimen, sino uno que otro de sus sicarios los responsables de éste o aquél otro crimen, abuso o atropellos de los miles y miles que perpetraron contra el pueblo y el país.

Así como no debería extrañarnos que Euclides Gutiérrez Félix se haya desaforado alabando la dictadura y a su criminal tirano, tampoco debería causar asombro alguno que Bosch formule aquel peregrino juicio de 'Trujillo el nacionalista", ya que si Euclides Gutiérrez Félix fue callé del SIM e hijo y nieto de sendos criminales profesionales al servicio del dictador, lo cual es más que suficiente para empujarlo y comprometerlo en una tan degradante apología a contrapelo de la realidad histórica, Juan Bosch, autor de la propuesta para que Santo Domingo adoptara el nombre de "Ciudad Trujillo", lo cual, según afirmara de puño y letra, sería un honor para la primada de América y no para el dictador Trujillo, está compelido a impulsar esa falsificación monstruosa de 'Trujillo el nacionalista" puesto que la misma no sería más que la continuación directa de aquella aciaga propuesta como del slogan de 'Trujillo benefactor de la patria y padre de la patria (nación) nueva".

A lo mejor, argumenta el viejo alcahuete del imperialismo norteamericano y de la burguesía rastrera latinoamericana, que su apreciación se basa en hechos y no en sentimentalismos, pretendiendo apelar a una pose de apego a la cientificidad ante los hechos y, de paso, exhibiendo un prag­matismo tan desafiante como revelador.

A lo que le habría agregado como sazón, que su alabanza al dictador es un reconocimiento objetivo y desapasionado de los hechos conforme al "materialismo histórico"; no deberíamos olvidar que es a este tipo de argumentajo que recurren los sedicentes "marxistas" no leninistas cuando tratan de dar validez y respetabilidad "científica" a una de sus acostumbradas defecaciones intelectualoides, hijas bastardas de sus postraciones serviles ante las clases y círculos explotadores, de profundo contenido anti­nacional. Recuérdese qué Bosch pertenece a aquellas nefastas legiones de apologistas del imperialismo como Muñoz Marín, Pepe Figueres, Betancourt y demás, que en todo momento han negado el nefasto papel del imperialismo y hasta la misma existencia de éste.

Efectivamente, aceptando el reto de la evaluación objetiva de los hechos y de un irrestricto apego a la verdad histórica, es que resulta sumamente fácil demostrar tanto que Bosch es un adocenado y mercenario intérprete de los hechos histórico-sociales a favor de los peores círculos de explotadores, como que sus formulaciones no tienen mayor validez que el peso específico de todo sofisma, que nunca resiste el embate del análisis dialéctico histórico sobre lo que se pretende dar visos de verdad histórica, para lo cual es más que suficiente confrontarlo con los hechos.

Si Trujillo y su régimen pudieran resultar nacionalistas o tuvieron alguna connotación que pudiera dar crédito a semejante afirmación descabellada, sostenida por Bosch y sus acólitos, entonces no sólo habría que revolver patas hacia arriba toda la historia, sino rechazar categóricamente toda filosofía sobre ésta (la historia) y hasta todos los principios de la ética en general.

Pero hemos dicho que esa falsa evaluación de “Trujillo el nacionalista" de Bosch no es más que otra falsificación deliberada más de las tantas en que incurre a cada paso hecha en forma tan desafiante como reveladora por un intelectual de pacotilla.

A lo mejor pensaría el lector que nos estamos refi­riendo sólo a las simpatías y militancia de Bosch para con el trujillismo, y no es así, ya que, sobre todo, sin descartar nada de lo que antecede, la tesis de Trujillo el nacionalista de Juan Bosch es reveladora en un nivel precisamente más hondo y profundo de que, como intelectual, Bosch es un verdadero artesano, o sea, un ventorrillero de la intelectualidad que no tiene siquiera una concepción valedera respecto a lo que es el colonialismo, su naturaleza histórica, social y económica ni tampoco respecto a los métodos y procedimientos a que está compelido a recurrir y aplicar en la realidad, independientemente de su voluntad.

Lo de Trujillo el nacionalista no sólo es contrapuesto a la concepción y la práctica objetiva-real del colonialismo, sino que, de paso, arrasa con la necesidad de una filosofía de la historia y del hombre, dentro del contexto social, sustituyéndolas de plano por el pragmatismo más estúpido y vulgar, que es la negación tanto de la inteligencia (intelectualidad) como el rechazo de toda filosofía.

Nadie debería dejar a un lado la condición esencial de que hablamos de nacionalismo en un país subyugado y oprimido por las potencias coloniales, que no es lo mismo que el nacionalismo que sustentan dichas potencias colonizadoras.

Si el colonialismo moderno corresponde a los albores del capitalismo industrial y a su desarrollo vertigi­noso en su etapa pre-monopolista, o sea de la libre concurrencia (competencia), en ninguna parte ni en ningún período ha podido implementarse exitosamente sin que: a) las potencias colonizadoras hayan podido dejar a un lado los servicios de una parte minoritaria de la población sometida (subyugada), esto es, que siempre han tenido que fomentar colaboradores, cipayos o guacanagarijes; y b) han tenido que desarrollar forzosa e inevitablemente, una infraestructura material (puentes, carreteras, líneas aéreas, comunicaciones terrestres y de agua, industria ligera y semi-elaboradora) y una superestructura que es permitan expoliar y saquear los recursos materiales y humanos del país colonizado de la forma más a fondo posible.

Trujillo corresponde a este tipo de personas reclutadas por los colonialistas en contra de su propio país o nación ¿Fue o pudo ser entonces nacionalista? ¿Acaso sería que Bosch, al sostener esta tesis de marras, estaba tan compenetrado con su papel de agente norteamericano que con­fundió que Trujillo sólo pudo ser tenido por "nacionalista" (como dice Bosch), si uno se identifica con el interés nacional norteamericano y reconoce que Trujillo actuaba todo el tiempo en favor de ese interés de Norteamérica, pero jamás en favor del interés nacional dominicano?

Alguien que no fue otro que Jiménez Grullón puntualiza esa labor de Bosch así: "Pero Martin se quedó corto: silencia una vez más que el aludido "amigo íntimo" era un agente destacado de la CIA, y que la escuela por él fundada en Costa Rica fue una dependencia de esta organización, que la mencionaba con el criptónimo de ZREAGER, y cuyo propósito no era instruir al campesinado, sino a "jóvenes políticos liberales ansiosos de adiestramiento", razón por la cual llevó el nombre de Instituto o Escuela de Educación Política. Evidentemente, Martin no ignoraba nada de esto; pero obedeciendo a su "mala memoria", lo ocultó adrede".

Las obras de infraestructura recreadas durante el trujillismo (1930-61) fueron las requeridas por los monopolios norteamericanos para el saqueo y la expoliación de República Dominicana y sus recursos materiales y humanos. ¿Es justo, científico, objetivo o razonable decir que esas obras de infraestructuras, hechas y ordenadas por el amo extranjero según su conveniencia y conforme su interés, le dan al servil lacayo colaboracionista que fue Trujillo, a despecho de su país, la categoría de nacionalista?

Es evidente que lo de Bosch es, además de un sofisma, un reflejo de su inconsistente y muy superficial estructura de intelectual, por lo que sus desafueros actuales no son hijos ni frutos de su avanzada edad, sino de su naturaleza de ventorrillero barato de la inteligencia humana, cuyos desafueros eran patentes aun en pleno apogeo de vida biológica suya.

Nadie puede negar que con su mamotreto de tesis del nacionalismo de Trujillo, Juan Bosch pretende subvertir los justos criterios de lo que es y no es nacionalismo tanto a escala mundial como a nivel tercermundista, en particular.

En Trujillo ese (el nacionalismo) no existe en su connotación universal ni mucho menos como cuestión particular, con excepción hecha respecto a la cuestión haitiana.

Es escandalosa la falta de perspicacia que exhibe Bosch, junto a su ceguera, que va más allá de la estupidez, cuando pretende fundamentar de espaldas a las condiciones históricas concretas y a la orientación general con que el dictador actuó, su falaz teoría de que éste fue nacionalista o de que fue el dictador quien creó la infraestructura nacional por iniciativa propia o convicción alguna.

No es sólo en el caso de Trujillo donde encontramos ese embarre y falta de lucidez de Juan Bosch. Por ejemplo, así ha pretendido presentar a Máximo Gómez como un patriota en la República Dominicana, a despecho de que fuera un acérrimo enemigo de nuestra independencia, hasta el punto de que participó como general del ejército español contra los ejércitos restauradores dominicanos que redimían la independencia dominicana y la soberanía nacional.

O bien, alguien que piensa y juzga en forma tan azas vulgar y simplista los personajes históricos y sus acciones, como lo hace Bosch, es incapaz de formular un justo criterio respecto a Pedro Santana que, eventualmente, desempeñó un rol protagónico de primer orden en la lucha contra los intentos de los haitianos por reconquistar la República Dominicana, luego de proclamada nuestra independencia en febrero de 1844, pero que en realidad nunca fue un patriota dominicano ni creyó en la independencia ni en la libertad soberana de nuestro país en momento algu­no.

Santana participó eventualmente en aquellas contiendas, pero nunca como un verdadero patriota, sino como un advenedizo y eventual compañero de ruta en lo que para él no era más que una aventura destinada a favorecer ulteriores planes anti-nacionales perversos, como se confirma en la anexión que propiciara ante España.

Pero si esta anexión descorre el velo y presenta a Santana en su verdadera y real catadura anti-nacional, ¿Qué pasa con Trujillo? ¿Acaso no hizo y perpetró una anexión cien veces peor y más anti-nacional que la de Santana?

El juicio y el veredicto de la historia sobre Santana quedaron definitivamente efectuados con la anexión y su derrota sellada con el triunfo de la dominicanidad en las guerras restauradoras.

Ahora bien, Trujillo no tan sólo no fue patriota ni nacionalista durante el período de la ocupación (1916-Z4), sino que tampoco lo fue nunca durante sus 31 años de dictadura y mucho menos se le puede atribuir a sus esfuerzos propios aquellas obras de infraestructura dictadas y realizadas por los monopolios anti-dominicanos gringos para el saqueo y expoliación del país.

Reafirmando que todo aquello es una subversión aberrada de la realidad y de la verdadera naturaleza de los acontecimientos históricos, debemos agregar que Trujillo llevó a cabo de nuevo la anexión de la República no sólo a España (que de hecho fue así), sino al centro más pernicioso y terrible de la dominación, la opresión y el yugo colonial que ha existido en la historia como el corazón y el alma de Europa. Trujillo anexo la República Dominicana al Estado Internacional del Vaticano, y en beneficio de éste hasta el día de hoy -deplorable situación vigente- entregó la soberanía nacional y estatal dominicanas a ese Estado imperio colonial oscurantista que es el Vaticano.

Veamos si no qué es "El Concordato" firmado por Trujillo y el Vaticano en 1954, acuerdo que dice textualmente:

Artículo II.- 1. El Estado Dominicano reconoce la personalidad jurídica internacional de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Artículo III.- 1. El Estado Dominicano reconoce a la Iglesia Católica el carácter de sociedad perfecta y le garantiza el libre y pleno ejercicio de su poder espiritual y de su jurisdicción, así como el libre y público ejercicio del culto.

2. En particular, la Santa Sede podrá sin impedimento promulgar y publicar en la República Dominicana cualquier disposición relativa al gobierno de la Iglesia y comunicarse con los Prelados, el clero y los fieles de! País, de la misma manera que éstos podrán hacerlo con la Santa Sede". (Colección de Leyes, Decretos y Reglamentos de los Poderes Legislativos y Ejecutivo de la República, tomo 1, Págs. 386-87, Edición Oficial Estado Dominicano)

Es en base a esa entrega de nuestra soberanía estatal y nacional a ese odioso Estado despiadado y colonial Ilamado El Vaticano que la Iglesia Católica, a través de su cardenal López Rodríguez y Agripino Núñez, con sus legiones de obispos, manipulan y usan lo que es el Estado y las instituciones dominicanas a su gusto y conveniencias, como ocurre por ejemplo, con las elecciones, la educación, las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y todas las instituciones y actividades nacionales.

¿Alguien puede demostrar que Trujillo fuera alguna vez nacionalista?

-CONTINUARA-

 

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