MAFIA SAGRADA JESUITA NO DESCANSA EN SU BREGA POR LA DESTRUCCIÓN DE LA NACION DOMINICANA POR MEDIO DE LA FUSIÓN CON LAS HUESTES HAITIANAS

La Iglesia Católica y los perversos evangélicos encarnan el parasitismo ocioso y desprecian como castigo de su invento dios el trabajo que es, acorde con el genio de Engels, el llamado eslabón perdido entre el mono y el hombre

23-01-2018

 

El parasitismo sobre la sociedad, la población y el Estado, o condición de sanguijuelas insaciables, del cartel religioso asociado de la Iglesia Católica-Vaticano, junto a las confesiones religiosas de sectas evangélicas, ambas cristianas y a nombre del cristianismo; con su llamado amaestramiento amoral que llaman evangelización, es la más grande corrupción material y espiritual de todo hombre o grupo social que erija, su ociosidad improductiva a la condición de santa y/o sagrada; y a la que, dicho cartel, conjunto católico-evangélico de opio de la humanidad que es el cristianismo, le endilga la condición de ociosidad sagrada, ociosidad santa, necesaria ociosidad, divina ociosidad, cristiana ociosidad improductiva; de la que, lejos de avergonzarse, los cristianos, por ser la principal corrupción material, y del espíritu a la vez, se ufanan y vanaglorian de ella; bajo la vulgar coartada, esclavista criminal, de que lo que crean las ovejas es de ellos, porque su dios habría creado esas ovejas para la satisfacción de sus necesidades, como representantes de su dios aquí en la tierra: con todo lo que consagran y enaltecen la ociosidad improductiva, a la que, inicialmente, sus otros socios, que son los capitalistas, principalmente los del ramo comercial usurero y especulativo, como el del ramo de los bancos y sectores financieros, a los que están vinculados los parásitos de la ociosidad sagrada e improductiva cristiana, católicos y evangélicos o protestantes, a través de los latifundistas y terratenientes medievales, como de los gobiernos despóticos y vende patria, vende pueblo, lacayos sumisos y serviles del colonialismo y sus metrópolis europeas, como del neocolonialismo y sus monopolios imperialistas.

Los pervertidos y canallas extremos, que son los jesuitas, como los de las otras organizaciones del hampa criminal de la Iglesia Católica-Vaticano, en tanto los protestantes evangélicos, testigos de Jehová, mormones, bautistas, lo son de la CIA y sus similares USAID, FBI y todo el andamiaje del espionaje y sicariato del imperialismo yanqui-europeo, como de sus instrumentos operativos de coacción y elaboración de sistemas, de estereotipos, de logos y formas ideológicas y propagandísticas, de fanatización y anulación de la gente; buscan convertir a las masas en hato de borregos y ovejas domesticadas, para que, sumisamente, les den la leche, la lana, el abrigo y los zapatos, como la carne, y sus traseros para la consagración de sus aberraciones que, así como el rosario es símbolo único del oprobio del incesto y de la incestuosidad, la sodomización de las ovejas es perfectamente la culminación de la enajenación esquizofrénica cristiana, compartida por cristianos católicos y evangélicos cristianos; confluyendo en la elaboración y difusión de distorsiones profundas, como deliberadas, en el orden de la conceptualización y teorías, lo mismo que en destino, de esquemas y sistema de propagandas desviacionistas y confusionistas; en las que emplean el recurso de las 72 estratagemas y maniobras, como el de sus 36 metamorfosis; la última de las cuales es fingir declararse equivocados, pedir el maldito perdón, de la prostituida y pervertida piedad cristiana, esperando que sus víctimas descuiden la vigilancia y bajen la guardia; para, como serpientes venenosas, clavarles sus colmillos mortales.

Dentro del empleo de las 72 estratagemas y las 36 metamorfosis, elusivas e inaprensibles, preferiblemente a mansalva, previo a escapar y buscar ponerse a salvo, cabe mencionar el ardid preferido de los impostores, parásitos cultores de la más inútil ociosidad improductiva, consistente en resaltar los árboles individualmente y ocultar el bosque de conjunto, resultante de la íntima relación de conjunto de los árboles; o bien, el contrario, que es el de presentar el bosque, pero ocultar y dar de lado al hecho de los árboles que en su conjunto lo forman.

Si bien es válido el decir que el oscuro fondo de la cadavérica concepción, del sepulcro que es la escolástica de Gregorio Magno; al que, en un acto consagratorio de la corrupción y la amoralidad congénitas e inveteradas del cartel del opio de la humanidad que, como siempre, opera ante todo el interés del predominio del cálculo frío, efectuado bajo las aguas congeladas de la avaricia y su ambición desmedidas, y de ahí su adicción al engaño, la cúspide santa de la Iglesia Católica-Vaticano le conculcó a Gregorio Magno su creación, y quiso atribuir, falsificando una vez más, la creación de su escolástica disecada, a su benjamín, al que, para tal fin, bautizaron con el flamante apelativo del Dr. Angelicus, y le diagnosticaron la siniestra condición de la santidad, y de ahí, de Santo Tomás de Aquino.

Esa disecación anticientífica, que es la escolástica, oscura y retorcida, no es creación original de sus habituales empleadores, que son los de la orden del hampa criminal de los jesuitas, como tampoco estas sabandijas son los creadores de la sofística ni de la sofistería, siendo sus únicas originalidades creativas las del masivo empleo de los sofismas; puesto que, careciendo de talento y la genialidad necesarias hasta para ser sus sistematizadores, una vez que esa, su olímpica falta de originalidad y talento creador, productivamente positivo, sólo les permite, como la excepción para corroborar la exactitud matemática de nuestro juicio, es que lo único originalmente suyo es la falsificación, la patentización de la impunidad para sus repetidos crímenes de lesa humanidad (de los jesuitas); como del empleo y utilización de las peores y más horrorosas torturas, conforme su bastardo principio de que el fin justifica los medios.

Uno de los tantos frutos tóxicos venenosos suyos es, a la vez, el ardid de gritar, escandalizando: un ladrón, un ladrón; vocifera el jesuita ladrón y criminal que busca escapar de sus persecutores, que quieren hacer justicia, por lo que esos jesuitas gritan lo de ladrón, para crear confusión y poder escabullirse.

Dos o tres semanas atrás, de este mismo mes de enero, que ahora entra en sus días finales, la sub-sucursal de los hampones y parásitos de la orden de los jesuitas, lanzaron una de sus tantas invectivas contra el país nuestro, República Dominicana, empleando catervas de sofismas, haciendo gala de su perversa sofistería, cuya fuente es la sofística, basada en el escepticismo y el agnosticismo, que preconiza la validez del fenomenalismo y los fenómenos como accesibles al conocimiento humano, pero no así a la esencia de las cosas y los objetos de la realidad objetiva; pues, como esquizofrénicos paranoicos, que son los jesuitas, igual que todos los demás creyentes religiosos cristianos, practicantes y adictos a las alucinaciones y al ilusorio mundo de enajenación y alienación, al que su paranoia los tiene atados, encerrados y amarrados como esclavos; que proclamaron sus intenciones de proseguir su campaña en busca de la destrucción de la nación dominicana y de propalar calumnias y mentiras para la desmoralización y el desaliento del pueblo dominicano; al que pintan de racista y criminal por rechazar la ocupación y la invasión de haitianos de la nación y el territorio dominicano, que le pertenece a los dominicanos, y no a los haitianos ni a la perversa Iglesia Católica-Vaticano, ni a las confesiones de agentes imperialistas de los malditos evangélicos.

Buscando hacer desistir a los dominicanos de su justa lucha por su patria, y el derecho innegociable de su existencia como nación y Estado Nacional, diferenciado y contrapuesto al estado tribal de la conglomeración y sociedad de hordas primitivo-salvajes, que son Haití y los haitianos; como a aceptar que los dominicanos accedamos a que las hordas de haitianos ocupen, con su invasión, el territorio nacional, bajo el sofisma (mentira cabal con apariencia de verdad) de que los dominicanos, por nuestro lado y las hordas haitianas por el suyo, somos dos pueblos iguales, que vivimos en un territorio común, que es la isla de Santo Domingo; lo que es una tremenda mentira, puesto que los haitianos tienen a Haití con su territorio bien delimitado, en el marco de la isla, en su parte occidental de ésta; y los dominicanos tenemos la República Dominicana, como nuestro territorio demarcado, en las dos terceras partes orientales de la isla; y, por lo tanto, es falso y mentira que haitianos y dominicanos compartimos el mismo territorio o que vivimos en el mismo territorio.

Para disfrazar su mentira, que persigue el siniestro objetivo de la destrucción de nuestra patria, República Dominicana, y seguir apoyando a los monopolios y sus sistemas de expoliación y saqueo de los pueblos y países, los jesuitas y su Iglesia Católica-Vaticano, lo mismo que las confesiones religiosas protestantes, que tienen en común el infame cristianismo; crean muchas y diversas consignas, objetivos y metas desviadoras, que operan como cortina de humo o instancias negativas, hechas con mentiras y sofismas, que sirven al ocultamiento de las cuestiones fundamentales y vitales que los pueblos, países y Estados nacionales, deben tener como sus asuntos primordiales e impostergables.

Así, en aras, o sea, buscando distraer al pueblo dominicano y a la nación quisqueyana, crean un estridente coro, demagógico y engañoso, alrededor de la corrupción y la impunidad; colocadas éstas en el papel de bola de humo, de carnada y añagaza que, colocadas en la punta de un anzuelo, buscan atraer al pueblo y al país, para que éstos los muerdan y queden atrapados, y luego freírnos en su sartén de aceite hirviente.

Pero, cuando hablan de corrupción y de impunidad, no incluyen su parasitismo de sanguijuelas que practican, y del que son su arquetipo y modelo, tanto de la Iglesia Católica-Vaticano como de sus socios en el cartel del opio del cristianismo, las confesiones protestantes, que tienen en común con el Iglesia Católica-Vaticano el perverso cristianismo, y sus hampones parásitos-asesinos-criminales jesuitas, opusdeistas, salesianos, dominicus, o perros cancerberos del señor Jesucristo, claretianos, franciscanos, etc., quienes, junto a las confesiones religiosas protestantes, e igualmente cristianas, los que encarnan el parasitismo de sanguijuela, y portadores de la escarnecedora o vergonzosa condición de la ociosidad parasitaria improductiva, o punto muerto de la producción; de la que escaparían las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, como todos los demás cuerpos coercitivos y represivos del Estado, si se ponen, efectivamente, al servicio de la defensa de los derechos nacionales y democráticos, como en defensa de la integridad territorial dominicana, la defensa de la autodeterminación nacional y popular, si se consagran a la defensa y garantía de la soberanía y la independencia nacional.

Pero, de cuya opción, de quedar incluida como parte de la nación y el Estado Nacional, quedan absolutamente excluidas la Iglesia Católica-Vaticano y sus órdenes religiosas con sus integrantes; por cuanto son partes y súbditos, oficialmente, del Estado Vaticano, Iglesia Católica, que es un Estado extranjero, si se le toma materialmente; pero, si, en cambio, se acepta su estafa e impostura, según las cuales reivindican que tienen carácter sagrado, y que su poder y reino es del más allá, y no de este mundo, pues que se larguen para su inexistente, irreal y farsante con su estafa del más allá; y, mientras más lejos esté el lugar al que llaman su maldito alucinógeno y paranarco más allá, paraíso, infierno o purgatorio, mucho mejor para el país, el Estado nacional y el pueblo dominicano, como de todos los pueblos del mundo.

Que se diga no a la corrupción y a la impunidad, pero se guarde silencio, y se imponga silencio y pasividad absolutas, como complicidad y apoyo totales, al parasitismo sanguijuela del cartel conjunto de la Iglesia Católica-Vaticano con las confesiones evangélicas-protestantes, de común denominador en el opio de la humanidad que es el cristianismo; todo lo cual rechazamos y declaramos como ignominioso, inadmisible categóricamente, porque eso es la más brutal corrupción, precisa y exactamente.

Y, como si el descaro del sarcasmo y del escarnio, cruel y paradójico, del ocultamiento y negación, de que la peor de todas las corrupciones es el vil parasitismo; del que hacen, como la Iglesia Católica-Vaticano y las confesiones evangélicas, su forma y medio de vida y con el que confiesan rendirle culto incondicional a la más improductiva ociosidad y holgazanería material e intelectual.

Precisamente, lo que enarbolan como su bandera el cartel conjunto Iglesia Católica-Vaticano y de las confesiones protestantes, colusión espuria ésta que sólo quien chupa y chupa riquezas de las costillas del pueblo y del Estado Dominicano, cabe destacar, la Iglesia Católica-Vaticano viene siendo el cartel principal que capitaliza la mayor parte del producto de su ociosidad parasitaria; pero el cartel del abigarramiento, de sanguijuelas primitivo-salvajes, protestantes cristianas, es tan o más pernicioso y nocivo, cuando menos igual, pero nunca menos; por cuanto estas sectas son profundamente fanáticas de la intolerancia, carentes de todo sentimiento nacional y son crápulas antisociales y hasta refractarias a toda lógica de civilización y cultura.

No puede dejar de ponerse de relieve al hecho significativo, y de elocuente contenido aleccionador, que en el anteproyecto de Constitución del mismo bloque imperialista de países que hoy constituyen el enclave de recolonización imperialista, del intervencionismo y saqueo expoliador de las naciones y Estados nacionales de América Latina, Asia y Africa y todos los países en vías de desarrollo, la Unión Europea, a los que ésta no les admite ni reconoce autodeterminación, soberanía ni independencia nacionales; en dicho anteproyecto de Constitución de la Unión Europea se excluyó, categóricamente, el infame, como canalla y vil, además de ignominioso, cristianismo de entre los factores concurrentes y que contribuyeron a la formación de la llamada cultura occidental europea; porque el cristianismo católico, evangélico, ortodoxo griego y ruso, como el inglés, lo mismo que el copto y el existente en algunos países árabes, jamás ha sido fuente de modo alguno de cultura original, genuina, auténtica, sino que el cristianismo, cualesquiera que sea, pero principalmente católico y evangélico protestante, siempre ha sido opuesto a todo cuanto sea ciencia y cultura originales propias; y es que el cristianismo, que en su conjunto es una pervertida reivindicación de crimen, y de todo cuanto sea motivo de degradación y perverso como ninguno; a todo ello le suma que posee un carácter incontrolablemente huérfano de autenticidad y de originalidad, siendo aberrantemente proclive a la falsificación, a la apropiación, de lo que ha sido creado y hecho con esfuerzo, sacrificios inauditos e inteligencia esmerada, usurpándolo, asesinando por atrás, cruelmente, a sus verdaderos creadores, estigmatizándolos y anatematizándolos ante los ojos de sus fanatizados creyentes, designándolos como paganos, incrédulos, y blancos éstos de los peores castigos, hasta quitarles la vida; porque en el cristianismo, y de su fuente, el judaísmo mosaico, se establece que el trabajo es la condena, y se define como el peor y más terrible castigo, creado por su supuesto dios primigenio. como el más grande y justo castigo contra el ser humano, el hombre, por cometer el pecado, a sus ojos imperdonable, de haber comido el fruto del árbol prohibido, sembrado por su dios en su paraíso, que, muy significativamente, los creyentes en esas terribles infamias perversas del cristianismo, admiten que era el árbol del conocimiento y de la vida.

Con ello, resulta un hecho comprobado, de que el cristianismo es opuesto a la ciencia, a la cultura y al conocimiento; como recalcitrante pontífice defensor de la ignorancia y de la muerte, ante todo por el fuego y las torturas.

Que el cristianismo simboliza, en el trabajo humano, a su más reconocido enemigo; se reconoce a sí mismo como partidario, a ultranza, de la esclavitud y el esclavismo como régimen político, económico y social. Es que el cristianismo es un defensor demencial y supersticioso de la ociosidad improductiva; que es la sangre de su sangre, su cuerpo, su alma y su espina dorsal; que, junto con el parasitismo, deviene en la fuente del atraso, de la peor ignorancia y hace al hombre débil y fácil víctima de sus adversarios.

Irrefutable, es la verdad sobre el trabajo, erigida en ley por el genial Federico Engels, de que el trabajo es la ley y eslabón del salto del mono al hombre; que tiene tanta o igual importancia que la teoría general de la evolución del mono al hombre de Darwin. Cuando menos, este aporte del genio de Federico Engels es igual, iguala, a la teoría general de Darwin, pero jamás de menos importancia y trascendencia. Es la que le corta la cabeza al sofisma del eslabón perdido; por cuanto, con y por el trabajo, para obtener los medios de su supervivencia, frente a las terribles adversidades de la naturaleza áspera, que lucía invencible y terriblemente poderosa, el hombre conoció las cualidades creadoras y transformadoras de lo irracional en lo racional, de lo impensante en pensante, de la ignorancia en conciencia.

Es gracias al conocimiento del trabajo que se llegó al fuego y sus efectos transformadores, según la bella y genial leyenda mitológica del paganismo griego-ateniense, de envidia e imitación de los cristianos, de Prometeo, gracias a lo cual el hombre se igualó a los dioses y semidioses provenientes del Olimpo, en otras palabras, el trabajo hizo al hombre y no dios.

 

 

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