DOMINICANOS EXTRANJEROS EN SU PROPIA PATRIA

Es lo que procuran las sectas Iglesia Católica y protestantes, el imperialismo y sus monopolios yanquis y de la Unión Europea

Es un desatino infame lo de que los dominicos eran bondadosos y los jesuitas esclavistas

05-04-2018

Las razias étnicas, que son el pan nuestro de cada día del judaísmo y sus supersticiosos libros de hechicería; que empiezan con los llamados mosaicos, que se atribuyen al mitológico y, dentro de este campo, el arquetipo del impostor y farsante, Moisés; y que se trata de las prácticas de exterminios de grupos étnicos tenidos por diferentes a las tribus sionistas de Israel o israelitas; esto es, estrechamente semitas, puesto que en su acepción científica y objetiva el término semita abarca todas las tribus que habitaron el Norte de lo que sería hoy Arabia Saudita, y que emigraron como beduinos errantes hacia el Medio Oriente con centro en Palestina; de manera que semitas son, tanto los árabes como los judíos, separados precisamente por el racismo sagrado ó divino de los israelitas (judíos); que se auto-designan como el pueblo de dios y los elegidos por dios. Claro que se trata, sectariamente, de su dios Jahvé, Jehová, Elí y Moloch; para reivindicar su pretendida supuesta superioridad sobre las etnias filisteas y árabes; que son descendientes del mismo verraco llamado Abraham, pero no con Sara, a la que prostituía y vendía, en complicidad con Jehová, sino con una esclava negra, su sirvienta Ogan, de la que nació Ismael, que según la mitología y leyenda fantástico religiosa, sería el tronco de la raza árabe predominantemente negra, como los egipcios, y practicantes del politeísmo pagano.

Todos esos embarres, supersticiosos y oscurantistas, que se estilan en la Biblia en su Veterotestamento, o sea, el Viejo Testamento que, al decir del ilustre pensador y escritor norteamericano Mark Twain, es la más perfecta y completa orgía de crímenes, concupiscencia, ignominias, infamias y crueldades; que debería ser proscrita, esto es prohibida, su lectura a la gente sana, honrada y honesta, son las que sirven de apuntalamiento del racismo judío, sionista-israelistas; como que hace de base para el discrimen racista, por cierto, de la raza negra, y sus especímenes de ambos sexos; lo cual, por entero, se cuela de lleno a las fantasías mágico-religiosas y quirománticas del cristianismo; sirviendo, por lo tanto, de base e instrumento ideológico, espiritual y político para las razias étnicas y los genocidios, como exterminios de lesa humanidad, de los que está cundida la supuesta santa y sagrada biblia, su Talmud y demás basuras de esta índole.

Ratzinger, el alias ex Papa Benedicto XVI, en su famosa conferencia dictada en La Sorbona, una de las más viejas universidades católicas en Francia, a fines del 1998, y difundida, como alegato principal de la Iglesia Católica-Vaticano, en objeción a la justísima exclusión de la peste del cristianismo como pretendido factor concurrente a la sincretización o creación de la cultura occidental; cuando, en realidad, hasta los más ciegos ven que el cristianismo, como acopio e intento de sistematización de las más ancestrales supersticiones y taras oscurantistas cavernarias y ritos y liturgias de sublimización de prácticas de hechicerías ancestrales, lejos de ser un factor de cultura o de estímulo del conocimiento, en verdad no ha sido otra cosa que una tara retardataria y retranca contra la cultura, la ciencia y la civilización de la humanidad; llegando a expresar Ratzinger, que el cristianismo debería ser comprendido y entendido como la supuesta cara de dios vista desde el interés de Europa y de los europeos; con lo que le exhortaba a descartar sus pretensiones de religión universal y de verdad universal; agregando que, como consecuencia de los avances y logros de la ciencia y de la exégesis histórica, no cabía duda de que los dogmas y sacramentos fundamentales, y su pretención de verdad, verbigracia lo del pecado original y la divina concepción, habrían sido pulverizados; y abriendo con ello, para el mundo cristiano y católico en particular, el escenario del escepticismo y del agnosticismo; debiendo refugiarse en lo de que las religiones no tienen verdad que no sea dios, y éste se da por descontado que no está al alcance de la inteligencia humana; y que la esencia de dios, por ser divina, es y permanecerá inaccesible a la sabiduría o inteligencia humana.

Al conjeturar Ratzinger que el cristianismo era la cara de dios vista desde Europa, no estaba dejando de lado, que parte de ese carácter intrínsecamente europeo y, por lo tanto, de la raza blanca indoeuropea, del cristianismo, lo que viene es a representar el carácter y el espíritu de clase y de partido esclavista del cristianismo, ya que es algo que es de conocimiento obligado, que el justamente denominado calvinismo político, de esencia eminentemente racista y esencialmente xenófobo, tiene como piedra angular la falacia de la superioridad de la raza blanca; y, a la vez, la más brutal expresión del darwinismo social; que postula que son los anglosajones y los arios, con sus descendientes, para quienes dios, su dios deuteronómico y romano, habría hecho el mundo; y ellos instauran el reino de la superioridad racial en la cúspide más alta de la pirámide social, con su ancha base de razas y cruces raciales inferiores, de árabes, africanos, chinos, japoneses, indígenas, negros y judíos; debiendo, los representantes de la superioridad racial blanca, estar obligados a entender y a aceptar esas sus racistas y xenófobas teorías; que les sirven, a la vez, de base para la justificación de sus vendettas raciales y xenófobas, que culminan en genocidios y crímenes masivos de lesa humanidad.

El estudio, concienzudo y pormenorizado, de las implicaciones y efectos histórico-sociales, saca para la superficie serios y complejos asuntos de índole moral y ético para las religiones cristianas. Como se desprende del hecho de que las truculencias bestiales, que constituyen las tendencias al holocausto de la humanidad, que encarna Donald Trump y su gobierno imperialista y guerrerista, permiten destacar que su vicepresidente, y fuente satánica de los desafueros del gobierno de Donald Trump, es Mike Pence, el cabecilla de la Iglesia Bautista y la corriente colonialista del cristianismo del protestantismo.

No pocos, y aquí nos incluimos nosotros, entienden que las religiones, y en particular el cristianismo, hecho de todas las supercherías y prácticas del paganismo, ha vuelto a su punto original de partida, que es el de que todas las religiones y creencias religiosas son intrínsecamente amorales y antiéticas, que es lo que viene a palparse en las imposturas criminales de la sucursal vernácula del cartel internacional de opio de la humanidad Iglesia Católica-Vaticano, Romana y Cristiana; que vuelve a apelar, por medio de los más execrables recursos, del retorcimiento de la verdad y de los hechos, que es una ancestral práctica suya, para alcanzar sus espurios fines y propósitos; de los que la primera víctima es la moral y todo cuanto sea principios éticos.

A raíz de la llegada de los aventureros y mercenarios españoles, encabezados por un marinero llamado Cristóbal Colón, como hemos dicho, amparados en su auto-designada condición de depositarios de la voluntad divina-sagrada de su dios, un tal Jesucristo, dieron de inmediato las gracias a este su dios, mediante un ritual suyo llamado misa, en la que su momento culminante viene a ser el acto de canibalismo y antropofagia, que aún practican comunidades primitivas, de comerse la sangre y el cuerpo de su dios para igualarse a éste y adquirir sus virtudes divinas; entre las que sobresalen las de carácter homicida, como las de robar, violar y saquear a los pobladores originales de los lugares a los que arriban; y consideran que su dios se los brindó para servirse a su entero capricho y discreción.

Fue lo que habría hecho Josué, cuando Jehová le autorizó y le ordenó arrasar con aquella comunidad filistea, bajo la divisa de: matarlos a todos, hombres, mujeres, aún estuviesen preñadas, niños y niñas; pudiendo adueñarse y apropiarse de todo cuanto allí existiera, como ganado, siembras y frutos; salvo el oro y la plata, porque los mismos eran de exclusiva propiedad de Jehová o Jahvé.

De hecho, las tropas sanguinarias de este dios deuteronómico consideraron que los filisteos se habían vuelto extranjeros en su misma patria o comunidad; que Jehová había convertido a los invasores y saqueadores en los nativos, dueños y señores de los pueblos asaltados y ocupados, como ahogados en su propia sangre.

Así, por igual, hicieron los apóstoles de la cristianización y la evangelización de las tierras a las que arribaron los aventureros españoles; y siguiendo al pie de la letra el guión del libro de Josué, se auto-asignaron el derecho de considerarse los dueños de los lugares a los que, por primera vez, ellos habían llegado; y, a los habitantes originarios de estos suelos, que eran los indígenas, los designaron como bestias, hijos de Eva con Satanás, carentes de alma y, por lo tanto, nada humanos; y los redujeron a la condición de animales y bestias de carga, haciendo a los indígenas esclavos sometidos a trabajos forzados.

 

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Invirtiendo la realidad de las cosas, y tomando a éstas en el muy contrario sentido de que todo lo que se les coloca por delante es su dios que se los brinda, porque el cristiano es el hijo de su dios, para el que éste crea todo lo existente para la satisfacción de sus deseos concupiscentes, los indígenas eran los extranjeros y los apóstoles cristianos de la evangelización y la cristianización, que en los textos y libros herejes se designan con el nombre de colonización, esclavización y exterminio racial implacables; porque esos blasfemos y herejes no acabamos de entender que la verdad suprema y el secreto mejor guardado de la peste del cristianismo es: cada uno para sí, y dios para todos sus hijos con Eva, pero no para los de Eva con Satanás.

En apenas los primeros diez años, la población indígena no había soportado las liberadoras y redentoras verdades sagradas de la cristianización y la evangelización de las buenas nuevas, con las sucesivas y continuas fiestas sagradas de las carnicerías; como la del Valle de la Vega Real, la del Jaragua, en la que el cura Nicolás de Ovando aplicó la santa solución inquisitorial infalible del fuego divino; se llevó de paso los linajes y estirpes gobernantes de los reinos indígenas, porque así lo enseñan las experiencias del Viejo Testamento; como los persas hicieron con el pueblo de Jehová en el siglo V antes de la era actual, conforme su metodología de colonización, que pasaba por la eliminación de todos los miembros de la clase gobernante.

En apenas esos 10 ó 15 años, ya el exterminio de la raza indígena, convertidos en extranjeros en su propia tierra, por lo del mandato bíblico de que: de fuera vendrán los que de tu casa te echarán, era la tendencia predominante, por obra de los apóstoles cristianos Fray Nicolás de Ovando, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Antonio de Montesinos, cuyas experiencias, hechas instinto de exterminio, y éstos, a su vez, convertidos en santa intuición de esclavistas, de eterno y ancestral amor por la esclavitud de los indígenas, centenares de miles de indígenas, a quienes la evangelización y cristianización divinas los había reducido a varias decenas de miles, en franca caída libre en el abismo de la existencia.

No obstante, la bondad espiritual y seductora del catolicismo cristiano hizo aparecer a un nuevo tipo de extranjero; que no era necesario decirles que lo eran; pues éstos, que eran de raza negra, fueron, con el amparo divino de bulas papales de la Iglesia Católica-Vaticano, robados en el Africa y vendidos como esclavos.

En verdad que es admirable la persistencia, y la perseverancia, de esos apóstoles de la cristianización y la evangelización en la esclavitud, el esclavismo y la esclavización de las etnias raciales impuras; a la luz de su acomodaticio conocimiento de la cara de su dios desde Europa y para Europa.

No obstante, algo les falló, les siguió fallando y les volvió a fracasar.

Se trata en el empeño obcecado, de los herederos y continuadores del exterminio y el genocidio que arrastró consigo la cristianización y evangelización de la isla de La Hispaniola, por hacer desaparecer las huellas y cuerpos de ese delito de lesa humanidad; lo que implica destruir aquel primer econicho, símbolo de esos desmanes bestiales de la colonización, esclavización y exterminio; que vinieron a ser el contenido y significado de su consagrada labor de evangelización y cristianización del Nuevo Mundo y de la Primada de América.

Bien pronto, el bastardo Fernando el Católico buscó desconocer que estas tierras descubiertas, en particular la isla de La Hispaniola, eran propiedad de los Colón; y ya en el 1508, el nombre no era La Hispaniola, como Colón quiso llamarle, sino que, donándosela a los dominicos, cuyo nombre en latín significa “los fieros perros del señor”, cuyo fundador ha pasado a la historia como el santo de los quemados, Domingo de Guzmán, ordenó denominar la isla Santo Domingo de Guzmán.

Luego de que los dominicos fueron los señores de la esclavitud, el exterminio y la esclavización; entrenados y fogueados en la divina y humana actividad de la Inquisición, sólo 35 ó 50 años más tarde aparecen los jesuitas; por lo que es un desatino infame lo de que los dominicos eran bondadosos y los jesuitas esclavistas.

Sólo la ceguera ignominiosa, de la aberración de la fe, impide ver que es la Iglesia Católica-Vaticano, las confesiones protestantes y todo el cristianismo los que son esclavistas y esclavizadores.

Pero, casi inexplicablemente, el enclave de todas aquellas atrocidades, originales de la cristianización y de la evangelización, ha sobrevivido. Y de él y no de otro, como resultado del proceso histórico y de la dinámica de la antropología, que había dado inicio al más majestuoso proceso de reelaboración sincrética, de un conglomerado abigarrado, racial y culturalmente, cuyo resultado final ha sido y es la República Dominicana; proceso de sincretización y creación material que data cuando menos de 526 años; y 3 siglos antes, cuando menos, del otro invento mágico fantástico religioso que sería La Trinitaria; que supo sobreponerse a la farsa de los tres padres establecidos, con fines de descrédito y calumnia; pues todo el que nace de tres padres y una sola mujer es un bastardo, y esa y no otra es la finalidad del expediente insultante de los tres padres de la patria y del Estado Nacional República Dominicana.

La Iglesia Católica-Vaticano y las confesiones protestantes, aunadas bajo el bastón de mando del imperialismo y sus monopolios norteamericanos y de la Unión Europea, buscan declarar a los dominicanos extranjeros en su propia patria, para entregar ésta a la voracidad destructiva de las hordas haitianas, que ha sido el sueño de ese cartel. Pero fracasará de nuevo, como en las otras oportunidades.

 

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