¿Qué moral puede asistir a la parasitaria y usurpadora Iglesia Católica-Vaticano, el puntal básico de la dictadura de Trujillo?

¿Y de cuándo a dónde la moral social le ha importado un carajo a la gran ramera que es la Iglesia Católica?
 

Previamente, la Iglesia Católica, desde su Episcopado, que gracias a la impunidad prevaleciente encabeza el personaje ese que se llama Benito de la Rosa Carpio, alias el Obispo de Santiago, pero que hasta hace poco lo fuera de la Diócesis de La Altagracia en Higüey -¡Oh, delincuencia y tu auge desenfrenado!- donde ocurrieran en cadena y durante toda su gestión, a la cabeza, como príncipe local de la susodicha subdivisión territorial de la Iglesia Católica, la violación de más de 200 niños y niñas desde 5 hasta 12 años de edad, su prostitución y bestialización; además de la quema de la cárcel donde se encontraba la mayoría de los chivos expiatorios del caso, muriendo junto o dentro de los 160 presos calcinados (la Iglesia Católica y el fuego siempre andan de las manos cogidos para arriba y para abajo), y los que no murieron quedaron aterrorizados y otros han sido muertos misteriosamente, como ocurrió con el caso de la haitiana Jenisia Mousen, o evidentemente por descuido criminal y deliberado, como sucedió con el cura González Padial, quien había declarado su disposición a confesar toda la verdad de los hechos, para poner fin al vía crucis con que lo estaban matando los verdaderos culpables amparados por la impunidad que prevalece, esto por un lado, y por el otro, el Arzobispado, con Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, quien el 21 de agosto del 2004 proclamara en San Juan de la Maguana, en charla ofrecida en el Ayuntamiento de dicha comunidad sureña, que en el país lo que procedía era la instauración cuanto antes de una dictadura ya que, a su entender, la democracia había fracasado; pero este mismo personaje ya desde el 1996 venía imponiendo la vigencia extralegal e inconstitucionalmente de la pena de muerte y la ocurrencia, a manos de los escuadrones de la muerte, de ejecuciones y fusilamientos sumarios de ciudadanos acusados de ser delincuentes y de haber provocado lo que llamaban los mismos otros asesinos del cuerpo del orden “intercambios de disparos”; insistían así Episcopado y Arzobispado en que se requería la instauración de un Estado de Sitio, y el día antes de anunciar Leonel Antonio Fernández Reyna la entrada en vigencia de las medidas que configuran el Estado de Sitio, el marrano monseñor o el empresario y estafador de Jesucristo, su dios y del Papa, Agripino Núñez Collado, declara la justificación de las medidas de este Estado de Sitio y a la vez subraya que las libertades públicas habían ya sucumbido de golpe y porrazo ante el estado de violencia económico-social y el consiguiente auge de la delincuencia individual, todo lo que da a entender que de lo que se trata es de que Leonel Antonio Fernández Reyna está comprometido y decidido a encabezar la dictadura anti-democrática y contraria al Estado de Derecho y a las libertades democráticas y en desconocer por dicha vía todos los derechos constitucionales e individuales que la Constitución establece para los ciudadanos y la sociedad.

 

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