PATRIOTICA SENTENCIA

Deja sentado que no somos haitianos, que éstos deben aceptar y reconocer que ni nos fusionamos y que tampoco se engullen la nación dominicana

21-11-2013

 

La nación dominicana está regocijada y llena de satisfacción con la patriótica sentencia que hace días acaba de emitir el Tribunal Constitucional de la República, reafirmando que no tienen derecho a la nacionalidad dominicana los nacidos de padres residentes ilegales o de tránsito por la República Dominicana.

Así, de esa manera, en forma contundente y diáfana, se reafirman los fundamentos jurídicos y del derecho constitucional en base a los cuales se contrarresta y se busca ponerle un alto, o un contundente stop, a los planes de invasión y expansión de Haití, en aras de la subyugación del pueblo dominicano y la nación quisqueyana, si no de su fusión con Haití y los haitianos; éstos, la haitianidad y su refractaria idiosincrasia, son opuestos a todo cuanto sea civilización y esfuerzos por dejar atrás el atraso, la ignorancia, la bestialidad y todas esas taras atávicas que han hecho de todos ellos lo que hoy son y que siempre se han resistido a modificar y superar, y por lo que, puede decirse, no hay país ni pueblo del Continente y del mundo que los quiera acojer en su territorio, lo que debería ser aleccionador para todos.
Los haitianos, pueblo y clases dominantes, son incorregibles e irreversiblemente anti-dominicanos, y están prestos a hacer de vasallos y mercenarios en todo cuanto signifique perjudicar a la República Dominicana y a los dominicanos, lo que no deja de ser un motivo de pesar para los dominicanos y los comunistas, de este país y de este pueblo en particular.

Como se puede palpar en su prohibición de importación de huevos, pollos, plásticos, al igual que salchichón y embutidos dominicanos, apelando a campañas calumniosas y de acento exagerado por su malsano interés en desacreditar y difamar a la República Dominicana y a los dominicanos.
Se ha hecho tan peligroso como escandaloso la persistente campaña haitiana por hacer borrar la frontera que separa una nación de la otra. Su masivo e ilegal traspaso de la línea fronteriza y sus incursiones provocadoras como intrusos y visitantes indeseables en la República Dominicana, no son principalmente producto de la calamitosa situación que predomina en Haití, sino que tiene un poderoso estimulante y sostén en su idiosincrasia refractaria a la civilización y de negativa a participar en todo proceso político y social que reivindique asuntos concernientes a la brega por la emancipación social o reformas político-sociales que se vinculen a estas inquietudes enaltecedoras de los pueblos, y por esa vía desbrozar el camino para reconstruir a Haití como su patria.

La cuestión haitiana para la República Dominicana y para los dominicanos siempre ha revestido una tremenda importancia, que emana altos riesgos y peligros inminentes para los dominicanos y la República Dominicana.

Los haitianos y sus autoridades viven en continua tensión y agresividad contra los dominicanos y la existencia de la República Dominicana, hasta el extremo de llegar hasta a embestir contra el derecho a la existencia de la nación dominicana.

Los haitianos han demostrado, haciendo de maestros por ejemplo negativo, que es total y absolutamente válida la tesis de Marx que exhibiera, como Lenin lo confirma en su recopilación "El Revisionismo", Lenguas Extranjeras, Moscú, Unión Soviética, edición del 1952, que hay pueblos reaccionarios, como era el caso de Polonia de principios y mediados del siglo XIX, lo mismo que lo establecido por Carlos Marx en su célebre opúsculo titulado “Salario, precio y ganancia” que, a pesar de su sintético carácter, constituye un clásico de la economía política y la sociología científico-revolucionaria.En esa magistral síntesis de materialismo dialéctico e histórico, el insigne maestro Carlos Marx establece que, siendo urgente, perentorio y obligatorio luchar por la mejoría económico-social y material de los trabajadores bajo el sistema capitalista, ha de entenderse, sin oportunidad de pretender evadirlo y quedar impune ni salir airoso, que la comunidad de trabajadores, como nacional, etc., que no es capaz de luchar por la mejoría de los salarios reales, de sus condiciones materiales de existencia, como de sus relaciones de producción, en las que sus integrantes son expoliados, no merece que nadie se preocupe por ellos.

Dado el atraso cultural y teórico imperante en el movimiento revolucionario y entre las masas populares, agudizado esto con las funestas influencias del oportunismo y el aventurerismo pequeño-burgués y burgués, lo que se conjuga y refuerza con la perniciosa labor de enajenación de la soberanía nacional, de la autodeterminación del pueblo, de la independencia nacional, que representa por sí solo el predominio de la imposición del Concordato por cerca de 60 interminables años, lo que es una poderosa arma de castración espiritual, ideológica y teórica, que protagoniza en forma principal la Iglesia Católica-Vaticano, lo que hace en la más estrecha e íntima confabulación con el imperialismo norteamericano y el de la Unión Europea, que comparten intereses anti-nacionales y anti-dominicanos como su denominador común.

Y mientras los oportunistas aventureros y anarco-terroristas, devenidos en vulgares mercenarios sin principios, como es el patético caso de los castro-guevaristas-debraístas, cubanos y del patio como de la América Latina, se dan la mano y se prestan a los planes del imperialismo yanqui, europeo y de todas partes, como de la Iglesia Católica-Vaticano y el cristianismo oscurantista y parasitario, en contra de la soberanía e independencia de los países y naciones, como es el caso concreto de nuestra nación quisqueyana, así también los encontramos, en el caso de los chavistas y su nacional-socialismo, populista y demagógico, con un matiz demasiado cerca del nacional-socialismo mussolinista y de las camisas pardas, que acomodaticiamente esparcen el veneno de la supuesta identidad cultural, tomada ésta, o sea, la cultura, como cuestión exclusivamente ideológica y espiritual, lo que no deja de ser peligrosamente un punto de vista en extremo estrecho y de mucha miopía, lo que adquiere un contenido terriblemente venenoso cuando, arteramente, se trata de combinar aquella conjetura y basura teórica con la manipulación, a través de la unilateralidad, el simplismo burdo, como haciendo uso del más torpe reduccionismo, apelando al uso subjetivista y antojadizo de las analogías, rindiendo culto al reaccionario empleo de la fenomenología y el fenomenalismo, negadores ambos del conocimiento y uso de la esencia de las cosas y sus relaciones internas y más íntimas, y combinando a su vez todo esto con absurdas maniobras, basadas en elucubraciones escolásticas, metafísicas y del idealismo subjetivista, llegando al absurdo del solipsismo, que postula que sólo existe lo que piensa el cerebro humano; que es lo que ocurre cuando, en el caso de la República Dominicana, país subyugado, oprimido y explotado en común por el imperialismo de los EU y de los países imperialistas de la Unión Europea como por el parasitismo de la Iglesia Católica-Vaticano, se les trata de inyectar a sus masas trabajadoras criollas, formulaciones extravagantes y estrafalarias, de principios y categorías de las concepciones del socialismo científico que son, de esa manera, y con inocultables perversos fines, empleados con fines contrarrevolucionarios, anti-nacionales y anti-dominicanos, como es el caso de la divisa: “¡los obreros no tienen patria!”, formulada al final del Manifiesto del Partido Comunista de 1848 y con la que se trata, de manera indudablemente muy poco airosa y nada honrada, de justificar la desafiante avalancha de haitianos sobre la República Dominicana, lo que se acentúa y se agrava, colocándonos al borde de la catástrofe, por el peso de la miseria y la pobreza.

A conciencia cabe preguntarse, bajo qué condiciones y dentro de qué coordenadas histórico-sociales, bajo el capitalismo y el imperialismo como bajo el parasitismo de la Iglesia Católica-Vaticano, adquiriría validez lo de: “Los obreros no tienen patria”.

Veamos la forma en que Lenin, con su genialidad sin igual, elucida y despliega este asunto en su célebre biografía de Carlos Marx, escrita en el 1914, sección de esa obra “El Socialismo”, y dice:

“Las naciones son un producto inevitable y una forma inevitable de la época burguesa de desarrollo de la sociedad. Y la clase obrera no podía fortalecerse, madurar y formarse, sin “organizarse en los límites de la nación”, sin ser “nacional” (“aunque de ninguna manera en el sentido burgués”). Pero el desenvolvimiento del capitalismo va destruyendo cada vez más barreras nacionales, acaba con el aislamiento nacional y sustituye los antagonismos nacionales por antagonismos de clase. Por eso, es una verdad innegable que en los países de capitalismo avanzado “los obreros no tienen patria” y que “la acción común” de los obreros, al menos en los países civilizados, “es una de las principales condiciones de su emancipación” (Manifiesto Comunista).”

Por lo que, estando nosotros bajo el régimen capitalista y su modelo neoliberal, entremezclado con el parasitismo de la Iglesia Católica-Vaticano y su Concordato, que le impone a todo el sistema el matiz y contenido de régimen capitalista teocratizado y subyugado por los monopolios imperialistas internacionales, resulta un desquiciamiento, obra de estar dominado por alucinaciones, esgrimir la supuesta validez de la divisa “Los obreros no tienen patria”, haciendo caso omiso de la premisa decisiva formulada por Lenin al interpretar lo de “los obreros no tienen patria” y reclamar, en cambio, la viabilidad y necesidad de que la clase obrera de un país, como es el caso de la República Dominicana, busque fortalecerse, madurar y formarse primero en los límites de la nación dominicana, buscando los trabajadores del país ser nacionalmente dominicanos y que será cosa del desenvolvimiento ulterior que marca el desarrollo general de la comunidad mundial, lo que irá destruyendo cada vez más barreras nacionales, lo que irá haciendo en un largísimo proceso, acabando con el aislamiento nacional y sustituyendo los antagonismos nacionales por antagonismos de clases.

Y por todo ello, subraya Lenin, es una verdad innegable que en los países de capitalismo avanzado “los obreros no tienen patria” y que la acción común, al menos en los países civilizados: es una de las primeras condiciones de su emancipación, tal cual Carlos Marx y Federico Engels lo establecen precisamente en el Manifiesto del Partido Comunista del 1848.
¿Son Haití y sus haitianos un país y un pueblo que viven bajo un régimen de capitalismo desarrollado o avanzado?

O, ¿somos la nación y pueblo quisqueyanos de la República Dominicana un país y un pueblo de desarrollo capitalista avanzado, que nos permita contarnos entre los países civilizados como sinónimo de avanzados?

Quienes están, como es el caso de sujetos indudablemente de mucho retraso y confusión ideológicos, teóricos, culturales, políticos y falta de espíritu patriótico, o que han devenido en indudables mercenarios, como lastimeramente se muestra Minou Tavárez Mirabal cuando, con soberana pusilanimidad, orfandad de dignidad nacional, indigente de sentido y sentimientos nacionalistas y patrióticos, en un estado de eventual histeria, que nos la muestra ahogándose en las tierras pantanosas de carácter movedizo y putrefacto, vociferando que no darle la nacionalidad dominicana a los haitianos, para canalizar la fusión de la República Dominicana con Haití, y proceder cuanto antes o cuando sea a la haitianización de la República Dominicana, podría traer consecuencias internacionales, da mucho qué pensar, hace que, obligatoriamente, se repase y se analice, crítica y revolucionariamente, la historia nacional y sus héroes y mártires, que no están todos los que son ni son todos los que están.

El patético y tragicómico caso de Minou Tavárez Mirabal, arrastrándose borracha de cobardía y aplastada por sus compromisos con el imperialismo, la Iglesia Católica-Vaticano y todas las cargas infames que ignominiosamente subyugan, material y espiritualmente, a nuestra patria, pueblo y nación, sobrecoge a quienes hemos sabido y querido luchar, sin importarnos si en ello se nos va la vida ni si el enemigo es poderoso y fuerte, sino ateniéndonos a la justeza de la causa del pueblo, del país y porque, como bien decía Ho Chi Minh, nada en el mundo es más fuerte y elevado que la causa de la independencia, la libertad y la igualdad.

 

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