Sobre la actual invasión yanqui y su base militar de Monte Plata
Ninguno de los poderes fundamentales o no del Estado tiene facultad para permitir, autorizar o realizar acto alguno de intervención directa o indirecta
La responsabilidad directa del usurpador de la Presidencia del Senado de la República, Ramón Alburquerque, con la invasión norteamericana actual y sus planes ya en marcha de establecer una base militar en Monte Plata, lejos de amortiguarse o de que este sujeto inscrito en el marco de la infamia lograra encubrirla con mentiras como las del 15 de mayo, quedó aún más al desnudo al llegar al extremo insolente de atribuirle al Poder Ejecutivo y al señor Leonel Fernández Reyna, facultad alguna para autorizar la presencia de las tropas invasoras que, indiscutiblemente, violan la soberanía nacional, constituyendo su presencia un acto vulgar de injerencia directa atentatoria contra la personalidad e integridad del Estado (nacional) y de los atributos que se le reconocen en la Constitución vigente, en su Art. 3 específicamente.
No cabe la menor duda de que un personaje que vive ahogado en los efectos devastadores de la bebida alcohólica y en impublicables hábitos que traducen un grado de miseria humana inadmisible, tal y como acontece con ese energúmeno de Ramón Alburquerque, está descalificado moral, política y prácticamente, para el ejercicio de cargo público con responsabilidad de primera magnitud. Sólo en y desde el seno del PRD emanan tales situaciones fuentes de vergüenza y oprobio para las instituciones llamadas a ser los órganos de los derechos democráticos y de las libertades en general.
Y es que sólo la corrupción espiritual, individual o de una colectividad, más envilecedora puede llevar a un hombre público, que se ha pavoneado haciendo gala de fanfarronear diciendo que ajusta sus actuaciones a la Constitución, y que tal cosa lo ha exigido frente al actual gobierno en más de una ocasión, si no cada vez que abre su deformada boca, puede hacer que ese mismo personaje, sin pudor ni escrúpulo alguno, se atreva a llegar al colmo de la desfachatez y la falsedad al atribuirle tales facultades y atributos imaginarios para enajenar la soberanía e integridad territorial de la nación al Poder Ejecutivo y a su presidente de turno, Leonel Fernández; de quien funge como vulgar cómplice y alabardero en la deleznable cuestión de entregar Monte Plata para base principal de la actual intervención yanqui.
Pues en lo concerniente a este asunto, el Art. 3 de la misma Constitución que tanto se ha empeñado en citar y mencionar para su particular interés ese sujeto que nominan Ramón Alburquerque, es de sobra contundente al subrayar en forma esmerada como específica en demasía y abundante claridad que: " Por consiguiente, ninguno de los poderes públicos organizados por la presente Constitución podrá realizar o permitir la realización de actos que constituyan una intervención directa o indirecta en los asuntos internos o externos de la República Dominicana o una injerencia que atente contra la personalidad e integridad del Estado y de los atributos que se le reconocen y consagran en esta Constitución. El principio de la no intervención constituye una norma invariable de la política internacional dominicana". Y los cinco mil soldados yanquis en el país representan con exactitud todo esto que prohibe este preciso y concreto artículo 3 de la Constitución.
¿De dónde saca entonces ese tránsfuga transgresor contumaz e impenitente de las normas de la decencia y la compostura que Leonel Fernández está facultado para autorizar, favorecer, realizar y permitir actos evidentes contra la soberanía de la Nación Dominicana como Estado libre e independiente, atributos consignados en la Constitución como inviolables?
No será un Ramón Alburquerque cualquiera quien se lanzará a la aventura de explicar su audacia lacayuna de entreguismo enfermizo de carácter patológico maligno.
Pero el que sujetos deleznables como éste, que es un verdadero oprobio para el Senado de la República, quiera cínicamente meterse la lengua en la parte más oculta de su figura y no responder ante la ofensa que él ha contribuido y planeado efectuar contra el país no quiere decir que los ciudadanos probos y dignos vayamos a seguir su denigrante conducta.
Ramón Alburquerque es uno, hoy por hoy, de los que habiendo emigrado al PRD desde aquel desaparecido agrupamiento socialcristiano confesional de la Iglesia Católica y de agentes directos de la Embajada USA en el país, cargan con el peso de la responsabilidad de estar empujando ahora más que nunca al susodicho agrupamiento político perredeísta al atolladero de abjurar de la lucha al lado del pueblo, de la brega digna por las libertades y la democracia, así como de convertirlo, definitiva y finalmente, en un amasijo de canallas vendepatria, como en este caso de ahora, donde es cómplice directo de la actual intervención yanqui y de los planes de los EE.UU. para la instalación de la base militar en la Provincia de Monte Plata.