Gobierno Leonel Fernández-Pálido nos retrotraen de vuelta a los métodos policiales de la carnicería con la complicidad de la prensa sobornada, políticos del sistema haciéndole coro y la Iglesia bendiciendo y azuzando el crimen y la infamia como siempre

Estamos ante una tétrica encrucijada con todas sus fatídicas consecuencias. Se trata del espantajo del auge desmesurado de la delincuencia, que ha sido creado por los mismos círculos de Poder que crean las bases para la delincuencia y de los delincuentes, y además se benefician y cimbrean de ella, pero que ahora agitan y escandalizan contra esa delincuencia sólo con fines políticos de oficializar un ambiente de miedo, terror y pánico contra la población, como si el mal estuviese en la sábana, aplican la fórmula fascista de matar y matar para fomentar una cultura inequívoca de violencia y terror antipopular y por encima y en contra de toda estipulación legal vigente, aún sea la misma Constitución.

Las ejecuciones, fusilamientos e inutilización física permanente e irreparable por disparos indiscriminados e injustificados contra ciudadanos hechos por policías que cumplen órdenes superiores expresas, constituyen un programa neoliberal represivo auspiciado por el gobierno, los partidos del sistema, la Iglesia Católica y la prensa amarilla (comercial), para ser ejecutado por la P.N. y las FF.AA.

La prensa comercial (amarilla) ha desempeñado un papel estelar en la creación del espantajo. Ya hundida en el descrédito y muchos de sus órganos en franca quiebra, sostenidos aún sólo por el soborno de parte del gobierno, con sus ideólogos y planificadores, hacía tiempo que andaba detrás de crear una situación de desbordamiento de los métodos terroristas por parte de los cuerpos represivos del Estado de los explotadores, para ver si le resultaba un buen negocio como en los 12 años del tirano Balaguer.

Necesitaban de actos de sensacionalismo y circo con los que nutrir sus primeras páginas y a la vez envolver a la población en una situación propagandística que le distraiga del empeño por enfrentar los problemas fundamentales que afectan a las masas y al país, al tiempo que las llenen de pánico y terror.

En realidad, esa maldita prensa amarilla, que es el estado mayor del lumpen puesto al servicio de los círculos de la explotación y la opresión tradicionales en el país, guarida de mercenarios y gentuzas con la categoría propia de canallas infames, estaban llamando al demonio y están empeñados en que a cada rato se le sumen en coro para comprometer con su asqueante labor cada vez más sectores e incluso provenientes de los mismos sectores populares, que es contra quienes el terror y la violencia policial agita y aplica implacable su fatídica guadaña de la muerte y el terror.

Todo esto entra dentro del esquema de lo que resumen las ciencias sociales al sintetizar experiencias respecto a las consecuencias políticas reaccionarias y fascistoides del neoliberalismo entronizado en los últimos 15 años más o menos.

No hace mucho el Listín Diario en quiebra, con una deuda de más de 500 millones y con el repudio del pueblo y el país sobre su podrida cabeza, insistía con sorna que el gobierno ya está dando los toques para reincorporar a la bestia sanguinaria llamada Enrique Pérez y Pérez si a Candelier le flaquea la muñeca asesina.

Véase, por ejemplo, cómo Bienvenido Alvarez Vega se apresura a escribir como Jefe de redacción de la letrina Hoy: "La delincuencia no se ha ido, sigue actuando. Se debe proseguir los ataques con más fuerza y mayores bríos".

Y, por su parte, los politicastros, en aras de sentirse a tono con las élites neoliberales, corean "Mano dura, mano dura, ejecuciones y fusilamientos sin reparar en leyes ni en Constitución". Véase, por ejemplo, al estúpido troglodita candidato del PRD colocándose a la vanguardia de tan infame y canalla labor.

Ni que hablar de los del gobierno, cuyo Presidente es el responsable directo de la ordenanza de matar, matar y matar. En aras de estimular esta carnicería, Euclides Gutiérrez el 30 de mayo, en un programa que el gobierno le tiene montado en la TV oficial al agente del DNI Víctor Grimaldi, que es un espacio de exaltación y loas al trujillismo y al dictador Trujillo, llegó a decir, con fines de alentar la ola de asesinatos a mansalva, que Ludovino Fernández no era un criminal ni enemigo de la decencia ni de la libertad, pues el único político que mató fue a Desiderio Arias, pero que después, el sólo mataba a ladrones y eso no es ser criminal.

Da asco y náuseas oír a un bastardo llamado Tony Raful, con su espíritu de politiquero barato, empeñado en empezar cualquiera de sus babosas exposiciones por el lado del sonsonete: "dado el auge de la delincuencia"; o bien a un Ramón Alburquerque respaldando las ejecuciones, si no al de la sonrisa de hiena, senador de Samaná, y así todos esos que han escalado puestos y renombre abanderándose en el pasado con las consignas de defensa de los derechos humanos, la libertad y la democracia, y hasta diciéndose apóstoles del pueblo, del mismo que ahora, sin tapujos, piden que sus hijos sean ejecutados sin miramientos ni contemplaciones por hordas policiales previamente dispuestas para su papel de verdugos.

Se trata ni más ni menos de una labor de terror y muerte, igual que la desplegada por la Banda Terrorista y Anticomunista, como grupo policial, durante el año 1971, bajo la jefatura del carnicero Enrique Pérez y Pérez y el lumpen sicótico Ramón Pérez Martínez (Macorís).

Más aún, los métodos de reclutamiento son los mismos de entonces, así como los procedimientos de las ejecuciones.

Veamos: Un ciudadano de los barrios marginados, que se dedica a la organización de los moradores por objetivos socialreformistas en torno a demandas elementales, llamado Danilo de la Cruz, acaba de hacer pública la forma en que la P.N. usó inescrupulosamente el llamado Programa Policial de Integración Comunitaria (PPICO) para llevar a cabo una odiosa labor de reclutamiento como chivatos a jóvenes de los barrios, que usaba para acorralar y acusar a los otros jóvenes, y cuando ya el "enganchado" a chivato no le servía, era entonces acusado de los más graves delitos y pasaba a ser perseguido y apresado, además de convertido en algo así como un leproso, del que ninguno de sus antiguos compañeros quería saber ni en pintura.

Por otro lado, la P.N., en su estrategia de las ejecuciones a mansalva de ciudadanos perseguidos o acusados de delitos, repite lo que parece ser un dictado invariable.

Así, el día 11 de junio dos jóvenes ciudadanos fueron acribillados a plena luz del día por las espaldas y de rodillas en las aceras de la intersección Máximo Gómez con Francisco Villaespesa por una patrulla de matones de la P.N.; su Relacionador Público, muerto de risa y lleno de un goce típico de un sicópata, presentaba la coartada de que un tercero de los envueltos en este acontecimiento quedó vivo y que éste relata que él, habiendo recibido una "bola" de los dos asesinados, cuando iba en la cola del motor, el del medio abrió fuego, de buenas a primeras, con un arma que portaba contra una "patrulla" policial.

Sin embargo, un abogado que trabaja con los movimientos de los derechos humanos, llamado Virgilio Almánzar, relata que él vio cuando la patrulla tenía detenidos y arrodillados a dos jóvenes, y que no bien había recorrido unos 20 metros cuando fue estremecido por descargas de armas de fuego, y al detenerse vio los cuerpos largo a largo en la acera, de los dos detenidos ya ejecutados.

El mismo esquema de estos asesinatos se repite el viernes último del mes de junio en Capotillo, donde dos jóvenes son acribillados a balazos al ser bajados de un carro de la P.N., resultando que al ser desmentida por ciudadanos la socorrida versión policial del intercambio de disparos, de nuevo el Relacionador Público de la P.N., con todo el semblante propio de un cínico sicópata, repite el mismo sonsonete del anterior caso, y presenta de nuevo un tercer "acompañante" de estos dos nuevos muertos que no fue herido y que resulta era, según la P.N., secuestrado por los muertos, a los que conocía desde una de sus acostumbradas estadías carcelarias, y que también posee un interminable rosario de expedientes delictivos por su parte.

Más claro no canta un gallo. Se trata de que, según el mismo patrón de comportamiento empleado por la P.N. durante el período de la Banda Terrorista y Anticomunista de Ramón Pérez Martínez (Macorís) y Pérez y Pérez, la P.N. de nuevo se está usando y se ha dispuesto que sus parapoliciales, que son gente del bajo mundo, le pongan carnadas a sus compinches hasta llevarlos al punto de poderlos ejecutar a la primera oportunidad.

Como se ve, la finalidad no es contrarrestar delincuencia alguna, ya que los mismos policías son convertidos y desarrollados así como asesinos a sangre fría y convertidos definitivamente en delincuentes matones de la más baja estofa.