La ambición de dinero y la búsqueda de Poder político marcan la conducta de la Iglesia Católica y los cristianos

y IV

La alta jerarquía católica en el país ha venido exhibiendo una desaforada ambición que no siendo nueva ni nada diferente a su conducta más antigua según es fácil de comprobar, en este momento resalta de ella su afán por convertir en dinero contante y sonante importantísimas y valiosísimas propiedades adquiridas leoninamente amparada en su condición de dueña y señora parásita # 1 del pueblo-país gracias al infame como revelador Concordato y al Vicariato Castrense respectivamente.

Vender, vender como marketing de primera línea es la divisa que levanta ese amasijo de vividores mercenarios y zánganos parasitarios, al tiempo que con otra mano pide y coge, coge y pide, se apropia, reclama, exige que le den más, más y más, en tanto le quita esto, aquello, lo otro y todavía más al país-pueblo por vía del Estado y siempre a través de los mecanismos infames Concordato-Vicariato Castrense.

El gobierno le construye por más de 500 millones de pesos iglesias, edificios y parroquias, avenidas, basílicas, carreteras y todo cuanto se les ocurra en sus deseos sibaritas.

A mismo tiempo venden en 28 millones de pesos los terrenos del campo experimental del Loyola en San Cristóbal, que les fueron donados (regalados) por el Estado.

En Santiago, le dan igual destino a más de 500 tareas que eran parte de los terrenos de la llamada Finca Experimental, vendiendo de paso una autorización falsificada por los mismos curas, menester en que se han hecho los más sobresalientes expertos de cuantos hay en el mundo de la usura, el engaño y la estafa, debido a que tienen más de 2000 años en dicho sucio oficio, no teniendo miramientos de ninguna índole hasta para recurrir a la tea incendiaria para borrar el lugar o las huellas donde se pudiera encontrar una prueba de sus fechorías cometidas.

El cristianismo en general y el catolicismo en particular, de lo poco, por no decir lo único, puesto que de hacerlo así nos expondríamos a pecar de exagerados, que conserva del original movimiento, una vez que fuera falsificado, de Jesús de Nazaret de Gamalá, es la predisposición piromaníaca y su obsesiva práctica del fuego para la destrucción y la devastación de lo que sus ejemplos sobresalientes son Roma incendiada, la biblioteca de Alejandría quemada y cerca de medio millón de gentes incineradas por la Inquisición.

Su carácter corrosivo y destructivo convierte a los curas católicos en excelentes depredadores, devastadores y deforestadores, como sería fehaciente e irrefutablemente comprobado no sólo en el Plan Sierra, destruido con fines de enriquecimiento del mafioso del clan siciliano La Paloma, Agripino Nuñez Collado, sino que estando estos desalmados cogiendo millones y millones de pesos y dólares a título falso de salvar el Yaque, al vender la Finca Experimental del ISA (Instituto Superior de Agricultura), esto es aparte de la del Loyola en San Cristóbal, negociaron por varios miles de pesos el corte de casi un millar de palmas reales, así como centenares de caobos y robles, y otras tantas especies cuyo corte está vedado en general y en particular en los bordes del Yaque, que corre inminente peligro de extinción.

En el capítulo vernáculo contemporáneo del obsesivo amor de los ensotanados católicos por el oro, el dinero y el poder, no deja de ocupar un lugar destacado la práctica de vender bienes que les han sido donados sobre la base del tráfico de la fe, como edificios para escuelas, centros asistenciales y terrenos urbanos, de los que no escapan ni siquiera las llamadas zonas verdes de las distintas urbanizaciones.

De esto último cabe destacar el caso que escenifican los sacerdotes del culto del dios Mercurio en torno a la venta del Colegio La Candelaria en el viejo San Carlos, construido bajo los auspicios de los capuchinos pero con los aportes económicos diversos y sostenidos de los moradores de esa vieja barriada capitalina.

Vendido en cifra millonaria dicho centro educativo (es decir las edificaciones), ya esperan y desesperan en la espera por la entrega de una majestuosa nueva iglesia que les construyen los bandoleros administrativos del Estado que integran el actual gobierno y siempre con fondos y erarios públicos.

Y como si esto fuera poco resulta que el terreno de que se apropian es nada menos y nada más que el de la zona verde, práctica que es una constante en todos los barrios y urbanizaciones y que pruebas en abundancia encontraríamos en Los Prados, en Los Mina, en Villa Carmen, en la Urbanización Real, etc., etc.

Pero además es ilustrativo un hecho acaecido en torno a esta bastarda capilla erigida por medio de estas menudillas infamias, debiendo reconocer que esta nueva capilla no se erige sobre una mazmorra subterránea con restos de abortos de monjas, ni de cadenas engrilletadas de esclavos torturados o de herejes secretamente sometidos a la sacrosanta tortura del inquisidor franciscano o dominico, si no de ambos a la vez. No hay dudas de que en todo caso hay ciertos avances y modernización hasta de la infamia y la forma de sus canalladas.

El hecho acaecido y con el cual queremos ilustrar esto es el siguiente:

El párroco, al parecer de los capuchinos, desesperado, y recuerden el refrán de que el que espera desespera, hace poco se llegó donde el ingeniero que construye la parroquia. Dicho ingeniero creemos que es de los de la estirpe de ese general de horca y cuchillo Mélido Marte, cuyos vástagos, connotados archi-balagueristas, han sido dignos hijos de su padre, y el párroco le inquiere sobre la pronta entrega de su empresa de negocios que es la iglesia. El diálogo fue más o menos el siguiente:

- Pero, ¿y los bancos, que no los veo? Como usted sabe, sin los bancos no asisten los que pueden aportar.

- Bueno -le respondió el ingeniero-, es que estas gentes -refiriéndose a la Oficina de Obras de la Presidencia- no sueltan los cuartos tan rápido como se necesitan, y ya estoy bastante endeudado, por lo que no encuentro la forma de hacer que me hagan los bancos.

- Bueno, bueno, ¿y con cuántos pesos usted manda a hacer e instala los bancos de inmediato? A ver, a ver...

- Padre, eso se resuelve con unos RD$300,000.00 (trescientos mil pesos).

- Y si yo se lo consigo, ¿usted -interrumpe el cura al ingeniero- se compromete con recibo y todo a que tan pronto la Oficina de Obras de la Presidencia se lo pague, usted me lo devuelve?

- ¡Oh padre! ¡Claro que sí! ¿y cómo yo voy a faltarle en la palabra a un representante del dios todopoderoso?

Agregando el ingeniero de inmediato:

- Pero es mucho cuarto, padre. Vamos a esperar un poco. Tengamos fe, usted sabe.

- No, no, yo quisiera esperar más pero no puedo. Yo necesito esto para lo más rápido posible. Mire, ingeniero, yo tengo aquí unos chelitos que he reunido con la gracia de dios, y a la vez ando con unos talonarios de recibo. Vamos a ver si echamos esto hacia adelante, que ya dios me está urgiendo, que bien dice el $eñor, ayúdate que yo te ayudaré.

Y acto seguido el párroco abre el maletín donde el ingeniero entendía que llevaba los ajuares propios de un cura según se lo imagina la gente.

Y tremenda es la sorpresa del ingeniero, que todavía camina por ahí sin dejar atrás la lección y el asombro, cuando el cura comienza, con toda la liturgia de un experimentado casacambista especulador a sacar manillas de papeletas de a mil y a contar, hasta decirle: "aquí están los RD$300,000, ahora fírmeme aquí y manos a la obra, ¡carajo! que ya estoy desesperado y ansioso".

Ya queremos cerrar este capítulo. Pero antes quisiéramos mencionar lo del Parque Bíblico en el zafarrancho del mentado Parque Mirador del Este.

Allí los curas, en la persona del cardenal López Rodríguez, se apropiaron por vía de Balaguer de casi todos los terrenos de mayor valor, tras una declaración previa de utilidad pública de aquellos terrenos con los que se despojaba de su usufructo a los legítimos dueños.

Si usted pasa frente a Los Tres Ojos, saliendo de la capital, mire hacia la izquierda, y todas esas majestuosas villas que allí se han construido de valor millonario, debe usted saber que esos terrenos los vendió el Cardenal conforme al contexto antes reseñado.

Pero si quiere más, trasládese a la Avenida Mirador del Este, que es un carretón donde lo único simpático y artístico es el falo, con glande y todo, con que se representa la cabeza de Santo Domingo, que identifica el autor de la escultura con el círculo del sol al nacer y que parece que expone la concupiscencia y lascivia desenfrenada y a pleno galope de ciertos escultores muy afines al clan de estos adoradores del poder político y del poder del oro, así como de los placeres mundanos, enfundados en pesadas sotanas.

Véase cómo se habla y se especula con un supuesto Parque Bíblico como señuelo para infamia y seguir nadando en las auríferas aguas en que siempre han navegado los pontífices eclesiásticos y los tan estúpidos como pervertidos e hipócritas sacerdotes (hembras y machos) de la grey católica.