Darío Gómez murió como vivió

 

La ciudadanía sensata y desapasionada en materia de partidismo político no se engaña ni permite que le engañen con cuentos de camino, y está convencida de que el asesinado senador perredeísta, reeleccionista y de escasos o contadísimos escrúpulos, llamado Darío Gómez, murió víctima de sus mismas prácticas desaprensivas.

Que era gallero empedernido, comerciante o traficante de espuelas para lidias gallísticas, metido hasta el cuello en negocios de esos que dan cuantiosos dividendos con pocos esfuerzos, dedicado a quitarle mujeres hasta a funcionarios palaciegos, así como a picar aquí y allá, a vincularse con la gusanera cubana; era un hombre de maletín congresional, usando el Poder Legislativo como fuente de enriquecimiento acelerado, auspiciador y vocero, junto a su íntimo amigo Fafa Taveras, del actual funesto plan de desarticular la institucionalidad y la débil democracia vigente con el reeleccionismo presidencial de Rafael Hipólito Mejía así como empecinado -en prueba de su poca escrupulosidad- en que no hayan elecciones en mayo del 2002 y que se prolongara el tiempo de los actuales desacreditados congresistas hasta el 2004, etc., etc., pero todos estos etcéteras de la misma calaña de todo lo descrito anteriormente.

Darío Gómez murió como vivió. No cabe duda que se estaba creando a su alrededor un núcleo de anti-sociales peligrosísimos a los que él contribuía a financiar y hasta a eludir la acción de la justicia.

Engels bien señaló que todo dirigente político que se basa en las actividades del lumpen no merece ninguna confianza y de ese hay que esperar siempre lo peor.