Permítasenos dudar de la honestidad y la honradez del señor Presidente del Poder Ejecutivo Rafael Hipólito Mejía

 

En forma reiterada, y puede apreciarse que lo hace hasta llegar a un paroxismo que lo coloca fuera de sí mismo, a pesar de que el pichón de caricatura de Maquiavelo, Luis González Fabra, diga que es sosegado y sereno, Rafael Hipólito Mejía insiste que es honrado y honesto.

Rafael Hipólito Mejía está en su derecho, como ciudadano Presidente, en creer en lo que él entiende como honradez y honestidad. Siendo jefe de un bando del PRD y tratándose de la República Dominicana, que tan magistralmente describiera en forma realista José Ramón López, no nos cabe la menor duda de que, efectivamente, lo que reclama y dice Rafael Hipólito Mejía de sí mismo lo creen muchos otros en torno a él. Eso sería, en el mejor de los casos, parte de su derecho y por hecho$.

Pero también hay otros, entre los que nos incluimos, que por hechos (sin que la "s" final se convierta en signo de pesos -$-) y haciendo uso de nuestro derecho, no creemos, sino que dudamos, y pensamos exactamente lo contrario de lo que Rafael Hipólito Mejía dice de él.

De Rafael Hipólito Mejía no creemos ni en su buena fe. Véanse sus dobleces respecto a la reelección y al continuismo congresional.

Pero de su honradez y honestidad no sólo que dudamos, sino que las rechazamos, puesto que no hay en el mundo, según nuestra íntima convicción, un solo burgués o lacayo de la burguesía, como órgano del capital, que sea honrado y mucho menos honesto, y la explicación al respecto es tan lapidaria como sencilla: "El capital –que es el real dios de Rafael Hipólito Mejía, como de todos los de su estirpe, Nota de Redacción- no es sólo poder apropiarse del fruto del trabajo ajeno, sino que es, esencialmente, el poder de apropiarse del tiempo de trabajo dejado de pagar (no pagado) al obrero".

Este poder doble es poder apropiarse del fruto del trabajo ajeno y poder, otra vez, apropiarse no sólo de ese fruto, sino de un tiempo que ha sido trabajado y no remunerado.

Ahí, de por medio, no hay ni puede haber honradez ni honestidad. Ahí sólo hay base para la corrupción y la amoralidad.

Marx, siempre Marx, ha escrito que por un 1% no hay ley que el burgués no infrinja, y que por un 10% el más honesto de los burgueses es capaz de enfrentar, junto a su familia, hasta el mismo cadalso.

Recuérdese que Rafael Hipólito Mejía es el Presidente del Poder Ejecutivo de los burgueses, de los terratenientes, de los obispos, de los monopolios y del imperialismo norteamericano.