QUE EL DIABLO LO TENGA A BUEN RESGUARDO EN EL ULTIMO CIRCULO DEL INFIERNO DE DANTE
Igual que a más del 80% de los dominicanos serios y honrados, nos importa un bledo, un comino o poco menos que nada, el que el siniestro Joaquín Balaguer se haya muerto. Por nuestra parte, debió hacerlo antes. Y ojalá que el diablo lo ponga a buen resguardo en el último y más terrible círculo del infierno de Dante. Balaguer ha sido el personaje que más muertes carga encima, pues no sólo recaen sobre él gran parte de las de la dictadura de Trujillo, sino más del 90% de las víctimas de la omnipotencia del poder de los últimos 42 años. Si hay algo que distingue la personalidad de tan nefasto personaje es, y de esto no nos cabe absolutamente ninguna duda, que jamás tuvo un momento de dignidad ni de entereza. La creación de los grupos de matones parapoliciales fue una constante y sistemática, línea ordenada por el despótico personaje cuya conducta sólo podría comprenderse a la luz del psicoanálisis freudioano y su estudio del líbido, las inhibiciones y las deformaciónes subsiguientes en el sujeto. Lo de que todo ello, es decir, todo ese amasijo de crímenes e infamias sociales, económicos y anti-nacionales, fue obra de la presencia de una superestructura criminal de la AID y de la Embajada USA, del Grupo Consultivo de Ayuda Militar –MAAG– que operaba –y opera– en el país, refleja una parte, sólo una parte, de la realidad y absolutizar ese aspecto es una coartada propia de la irresponsabilidad que caracterizó a Balaguer para perpetrar o dar rienda suelta a su vesania sádica. Desde los intocables, la banda anti-comunista y reformista de Pérez y Pérez y Ramón Pérez Martínez, lo mismo que las torturas de los grupos de Báez Maríñez y Canoabo Reynoso durante los llamados "chapeos" contra los presos políticos en La Victoria, eran creados y efectuados bajo las órdenes directas de Joaquín Balaguer y, de por sí, desmienten a sus alabarderos. Son hechos. Es la historia real del hombre. Aún más, comprobadamente, el déspota tiránico hipócrita se encargó de proteger y dar impunidad a esos criminales conocidos por todos en el país. Sus alabarderos, los indolentes, deshumanizados y desmemoriados, atrincherados en esa cueva pestilente de mercenarismo que es el periodismo amarillo, tratarán de justificarse en su balaguerismo atribuyéndole al déspota degenerado virtudes que nunca conoció ni pensó tener. Pero es que sus cómplices entienden que de ese modo ellos justifican sus mismas monstruosidades y eluden sus responsabilidades, sus crímenes y sus abusos, que son incalculables. Balaguer no fue la transición entre la dictadura de Trujillo y la democracia, como se quiere vender. Balaguer fue la prolongación misma de la nefasta dictadura trujillista. Fue la conciencia diabólica y criminal del dictador. Después de esta dictadura, encarnó todo el oprobio y resumió todos los atropellos a la ley, a la Constitución y a los derechos democráticos. Fue un protagonista precursor de la paz de los cementerios. Una mentalidad retorcida y deformada. No fue ni podrá ser padre de la democracia. Fue y será la perversidad criminal hecha gente. Es otro capítulo de la historia universal de la infamia.
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