La lucha por el Estado laico – separado de toda religión y de toda iglesia

-Creencias religiosas e iglesias son asuntos de orden estrictamente individual, no del Estado Nacional-

 

Como se recordará, hace más de 15 años que cuando nuestro Partido Comunista de la República Dominicana (PACOREDO) dio cuerpo formalmente a la campaña que hoy prosigue para que se ponga fin al Concordato con todas sus agravantes de ilegitimidad, infamia, parasitismo, atraso, oscurantismo, sinvergüencería, hipocresía, inconstitucionalidad e ilegalidad, el cardenal Nicolás Hildebrando Borgia López Rodríguez salió con uno de sus clásicos y harto conocidos arrebatos de arrogancia y prepotencia de que si se quiere "el Estado no tiene más que renunciar al Concordato y san se acabó. En fin de cuentas el Concordato sólo se refiere al matrimonio".

Y de ahí en adelante no pasaron siquiera seis meses cuando arremetió en forma histérica declarando que en el país había montada una campaña de ataques, calumnias, insultos y ofensas a la Iglesia Católica.

Los habituales círculos oligárquicos y los órganos de prensa amarilla secundaron al Cardenal y pasaron a ofrecerle su respaldo, y clamaron hasta por sanciones a los que se estaban atreviendo a desafiar el poder omnímodo de la Iglesia Católica. No por casualidad entre los que tal postura infame y de corte canallesco asumieron se destacaron los viejos trujillistas y los cobardes carentes de una vocación de apego a la verdad, a la libertad, a la ciencia, a la cultura y a la independencia y soberanía nacionales.

Por nuestra parte, inmutablemente y como si no fuera con nosotros, proseguimos en nuestra campaña poniendo énfasis tanto en que nuestra convicción ideo-política rechazaba tanto el Concordato, el Vicariato Castrense como los vínculos anómalos de Iglesia Católica-religión-Estado Nacional Dominicano, que en lo atinente a creencias religiosas y supersticiosas como mágico-hechiceras, esas eran cuestiones concernientes a la libertad y a los derechos individuales pero no estatales; que el Estado debía ser laico, esto es, desplegar sus actividades en forma absolutamente independiente de toda Iglesia o creencias religiosas, que se debía erigir, conforme señalaba el creyente iluminista norteamericano Thomas Jefferson, autor de la primera enmienda a la Constitución de ese país, el más claro y firme muro de separación de Estado, de un lado, e Iglesia y religión del otro lado.

Y que, en efecto, hasta la retardataria y tollosa Constitución actual dominicana nos amparaba conforme a la libertad de creencias, que implica tanto el derecho individual a creer en disparates mágico-religiosos como Dios, Cristo, Buda, Alá y todas esas pendejadas, como serían también Metré-Silí, Belié Berkán, San Miguel y todas sus legiones, como simple y llanamente no creer en ninguno de esos absurdos disparates y preferimos ser materialistas ateos y militábamos en el ejercicio de nuestros derechos constitucionales en tal sentido con ese claro objetivo.

El Cardenal y Arnaiz volvieron a la carga, y ahora fue con el asunto del satanismo y el culto satánico como supuesta e imaginaria causa del desastre a que arrastra el país el dominio imperio-capitalista norteamericano-europeo, el yugo religioso-oscurantista y el régimen político reaccionario imperante, esta vez enganchado al suplicio del neoliberalismo y la globalización.

De ello nos reímos y nos burlamos pues, como se recordará, dijimos, es tanto un disparate lo del dios bueno como lo de Satanás o el dios malo. Y ambos, lejos de decidir el destino del hombre y su creación, en realidad son dos invenciones hijas y producto de la ignorancia y el sufrimiento del hombre, que es creado por la naturaleza material en su proceso infinito de evolución y desarrollo.

En el curso de todos estos años hemos demostrado que en realidad la Iglesia Católica y el cristianismo en general, para no dejar a un lado a las sectas protestantes cristianas y darles democráticamente, pues nadie es ni puede ser más democrático que los comunistas, su justa merecida crítica, si tienen un rasgo que los define es que carecen de originalidad, que son huérfanos de ortodoxia, que son estafadores que copian las leyendas del paganismo y luego pasan a perseguir y a asesinar tanto a los paganos como a los textos paganos.

Por ejemplo, el mismo día que Arnaiz, como todo un jesuita recalcitrante, afirmaba la mentira de que el Concordato ha beneficiado al país y al pueblo dominicanos, igual que a la Iglesia Católica y al Vaticano, ese día era sábado y en su columna de la letrina Listín Diario pudimos encontrarlo apelando a citar al muy pagano romano Cicerón para avalar la creencia religiosa; es que simple y llanamente el cristianismo, el catolicismo en particular, es huérfano de ortodoxia, o sea, de concepciones teológicas propias, y están casados inseparablemente con las mentiras, el engaño y el parasitismo que, por cierto, fuera oficializado en una Encíclica Papal del Papa de Mussolini, Pío XI en el 1932.

Abundando en torno a la mentira, ahora resulta que la Iglesia Católica ni sus jerarcas ya no dicen que el Concordato es sólo un asunto de materia matrimonial, sino que ahora encontramos con las manos en la masa al teoricazo de los supersticiosos católicos Arnaiz reconociendo de su propio puño y letra, escrito el sábado 11 de septiembre en la letrinita "Diario Libertino", que no por chiquita es menos pestilente que las grandes letrinas periodísticas como "El Caribe", "Listín Diario", "Hoy", "El Nacional" y "La Información", donde dice:

"La Iglesia ha sido respetada y ayudada en su misión.

"La Iglesia Católica, por otro lado, ha trabajado sin nunca ser seriamente hostigada fuera de los últimos años de Trujillo, y siendo por el contrario aceptada, respaldada y ayudada en su misión y función. Ha sido ayudada, en concreto, con la concesión de personalidad jurídica civil a todas sus instituciones; con la exención de impuestos, por ser una institución sin fines lucrativos y de función social; con la construcción de muchos de sus nuevos templos; con la aceptación de sus matrimonios canónicos como matrimonios civiles; con la libertad para erigir centros educativos y poder enseñar religión en los centros públicos; con el respeto de los días festivos de la Iglesia y con moderadas, casi simbólicas subvenciones a las Curias Diocesanas, parroquias muy pobres y seminarios".

Todo esto está escrito con mucho agua, esto es, minimizando hasta casi hacer desaparecer la verdadera realidad, como se puede comprobar si citamos los artículos correspondientes del Concordato en los que, por ejemplo, se establece que el Estado le entrega la educación pública a la Iglesia Católica, además de que iguala con las escuelas estatales a todos los colegios privados de la Iglesia, así como universidades, pero correspondiéndole al Estado el pago de su mobiliario, la construcción de sus edificaciones, pago de personal docente, hasta el de limpieza, vigilancia, pintura y restauración de los mismos.

Y otro tanto ocurre con lo que, borracho de cinismo, Arnaiz llama casi simbólicas subvenciones a las Curias Diocesanas y a las parroquias muy pobres, a los seminarios y también a los conventos. A Arnaiz se le olvida decir cuántas son en total y cuántos miles de millones anuales o partes porcentuales del Presupuesto de la Nación representan esas llamadas por él "casi simbólicas subvenciones".

Estos trabajos que hemos dado a la publicidad en los últimos días son parte de la campaña de educación al pueblo dominicano y al país para que exija, como ocurre en todas las naciones civilizadas del mundo, la más completa separación del Estado, que ha de ser laico, de un lado, y del otro las iglesias, las religiones y todas las cuestiones de creencias.

 

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