Los cuentos de Juan Hernández y el control de los grupos evasores del pago de impuestos del Departamento encargado de sus cobros
Nadie puede imaginarse la gran mentira ni el crimen que hay envuelto en todo cuanto se oye tan jactanciosamente hablar a Juan Hernández, Director de Impuestos Internos del actual gobierno de Leonel Fernández-Pálido; de su gran labor de saneamiento y limpieza en dicho Departamento de la Dirección General de Impuestos Internos. Todo supuestamente en aras de acabar con el gran desorden que tenían en dicha área, de tanta importancia para la recaudación fiscal gubernamental, que en el régimen neoliberal desempeña una función vital, como acontece y se comprueba ahora para el flamante gobierno de Leonel Fernández-Pálido, epopeya de ordenamiento y saneamiento, según las fanfarronadas mentirosas de Juan Hernández, en que pululaba (según nuestro héroe por además sospechoso en todos los terrenos), como era de suponerse, la corrupción superlativa tan característica en el gobierno del hampón Rafael Hipólito Mejía y su banda de malhechores de los perrodés y sus pepegatos, corrupción ésta que encontraba en el desorden imperante allí un caldo de cultivo que sólo cabe definirse como el agua fuerte por excelencia de la corrupción de aquel régimen nefasto. Sin embargo, para creer que Juan Hernández dice la verdad y, todavía más, que está sinceramente embarcado en la dura tarea de combatir el desorden como uno de los recursos más efectivos para poner fin a la corrupción gubernamental, de la que siempre la evasión del pago de impuestos al Estado por parte de los grandes capitalistas y sus empresas, particularmente los banqueros, que son los mejores exponentes del capital comercial financiero, especulativo y parasitario, es su columna vertebral, debería este Juan Hernández, del flamantemente super-hipócrita gobierno de Leonel Fernández-Pálido, demostrar que él -Juan Hernández- no está en el puesto para garantizar la evasión masiva de impuestos precisamente del consorcio empresarial industrial-banquero y agro-industrial del que es asesor en el pago de impuestos al Estado, y que, como nota curiosa, para ocupar el cargo de Director del Cobro de Impuestos en el Estado exigió, como condición única, se le permitiera trasladar el personal clave con que trabajaba en ese sector privado con el empresario del que es asesor de pago de impuestos. El primer paso que dio Juan Hernández, una vez dotado del personal, como Director de la dependencia de marras, fue llamar a su despacho al que era encargado de fiscalizar los pagos de impuestos que en ese momento reclamaba, por casualidad, el pago de 50 millones de pesos por concepto de evasión de impuestos a la empresa de la que Juan Hernández es también, por pura casualidad, asesor en esa misma área, esto es, en el área impositiva. Y una vez en su presencia, Juan Hernández -el honesto y verticalísimo boschista pues en este país de reino de Macondo las oblicuas son perpendiculares y aparentan formar ángulo de 90°- le dijo en tono varonil al preocupado funcionario: “Usted tiene la siguiente disyuntiva, tras el reclamo que le hace a la empresa L… (perdón por poco se nos escapa el nombre de ésta) de los 50 millones esos, o renuncia o yo -Juan Hernández- lo cancelo de inmediato” y efectivamente el funcionario, que era del pasado gobierno, optó por renunciar. Una vez conocido esto, de cuya certeza puede estar seguro el que lo oiga por el programa “La Voz del PACOREDO” o el que lo está leyendo por el periódico “¡Despertar!” como de que éste es el país donde a la suerte le llaman chepa y al peso le dicen tolete, sólo cabe preguntarse: ¿Y qué limpieza es la que ha efectuado Juan Hernández en la Dirección General de Impuestos Internos? ¿O es que montar un tinglado cuyo cometido particular es garantizar la evasión masiva de pago de impuestos a la empresa de la que son empleados-funcionarios privados Juan Hernández y otros importantes funcionarios de ese Departamento es a lo que su Director llama tarea titánica para acabar con el desorden dejado en Impuestos Internos? Que no se extrañe el radioyente y el lector de “¡Despertar!” si luego se entera de que el empresario patrón de Juan Hernández y demás es el mismo que se disgustara cuando, en visita al hampón ex-Presidente, éste, todavía Primer Ejecutivo de la nación, le vociferaba en pleno Palacio de gobierno en tono de saludo atípico: “¿Qué dice el más grande evasor de impuestos de este país?” Para más seña, ese mismo empresario se caracteriza por su profunda fe católica y por ser una pieza clave del Episcopado Dominicano, amigo de la Nunciatura, congratulado una y otra vez por ambos. Y que conste, en este caso específico no nos referimos al Don Alejandro Grullón del Banco Popular. Esto para dar una oreja y evitar mayores confusiones. Ningún burro tiene que pagar los “jobos” que otro burro se comió.
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