Lo del sacerdote coronel capellán de la Policía Nacional Angel Pérez Barroza

 

La iglesia católica o cristiana es una institución que a través de la historia universal ha cometido los más grandes crímenes sangrientos, así como es la fuente de todo tipo de transgresiones a los derechos y fuente de los delitos más inverosímiles. Pero resulta que en lo concerniente a República Dominicana y al coloniaje del Continente Americano es donde, después de Europa, el cristianismo como institución, esto es, como iglesia, tanto en su versión católica como protestante, ha cometido sus peores atrocidades.

No importa el período histórico, lo suyo, en República Dominicana, ha sido sencillamente espeluznante. Jugó no sólo un papel clave en el exterminio, mediante la esclavitud, de la nativa raza indígena. Y le cabe la infamia de ser -esa Iglesia, con el Padre Las Casas- de los promotores principales de la renovación de la esclavitud aquí, así como del contrabando y tráfico de negros africanos. Y como la iglesia cristiana el cristianismo descansan en la apropiación de sus contrarios, previa falsificación y adulteración de los hechos, hoy promueven que el Padre Las Casas, al propiciar la sustitución de la diezmada raza indígena por esclavos negros, más fuertes y resistentes y, por lo tanto, más aptos para soportar las bestialidades de la esclavitud, es un adalid de los derechos humanos.

Del mismo modo, el coronel castrense de la Policía Nacional, el cura parásito Angel Pérez Barroza, que como cura es un delincuente de la peor laya, se empecinó el día del santo patrono policial, a la usanza pagana, que llaman Judas Tadeo (por algo quizás llamaron al general de horca y cuchillo P.N. Tadeo Guerrero) en proclamar la necesidad de que la P.N. prosiguiera dando cumplimiento a la usurpación de funciones y, en su denigrante labor de violación de la Constitución y las leyes, aplicando por su cuenta propia la pena de muerte contra ciudadanos y desplegando un avieso programa de ejecuciones a plena luz del día.

Esas actitudes de los capellanes militares y policiales evidencia que la Iglesia Católica, igual que la evangélica, ejercen una nociva influencia sobre los cuerpos policiales y militares del país.

Ya en la última graduación de reclutas de la Academia Policial de Hatillo, ese mismo coronel cura reclamó que cada uno de esos reclutas tuviese en claro que el arma y el garrote que se les ponía en las manos era para disparar sin contemplaciones, así como para batear sin consideración a la ciudadanía.

Sólo delincuentes como un farandulero ridículo y antisocial llamado Carlos Batista del canal 9 se puede prestar para hacerle el juego a esas funestas prácticas violatorias tanto de los derechos humanos como de las funciones de instituciones del Estado como es la P.N.

Ese ridículo pelafustán farandulero, con su desparpajo característico y la típica amoralidad de ese medio, repite, ante la cifra escandalosa de que la P.N. ha asesinado a 60 ciudadanos bajo el falso alegato de los tristemente célebres intercambios de disparos, que “también hay policías muertos”.

De lo que se trata es de que esa institución no está para aplicar ningún tipo de Justicia, no está para sustituir a los tribunales, ni mucho menos desconocer que ni en la Constitución ni en las leyes del país está vigente ni se contempla la pena de muerte. ¿Quiénes son más delincuentes de entre ambos bandos? ¿El cura castrense y el farandulero que llaman a las ejecuciones policiales o los delincuentes barriales que son ejecutados en franca violación de la Constitución y las leyes?

 

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