A propósito muerte de un muy ponderado capitalista negrero

El capitalista es el órgano del capital y no trabaja si no que explota al trabajador

 

Cuando un explotador capitalista muere, culminando así su existencia de órgano del capital y exponente de la esclavitud asalariada, el final de su existencia que es la del que vive y disfruta a sus anchas del poder económico y particularmente del dinero erigido en capital, se convierte en todo un espectáculo en el que se reproduce toda la miserable hipocresía con que se encubre la naturaleza parasitaria y antihumana del burgués fallecido, y todo lo que no es más que el compendio o la reproducción en miniatura del envilecimiento general que genera el régimen capitalista de explotación y opresión del hombre por el hombre.

Sus velorios son verdaderos conciertos de infame hipocresía, tanto de los demás burgueses, que mientras el difunto gozó de salud le deseaban las 24 horas del día su muerte, en testimonio de que el régimen burgués sustenta una sociedad en que todos los hombres son enemigos de todos los demás hombres, como de los pequeño-burgueses que son un hato de depravados lacayos o una legión de envidiosos, si no una mezcolanza de ambos tipos a la vez, quienes concurren a dar las condolencias o pésame por pura cumplido, o más bien poniéndose donde el capitán los vea, no vaya a ser cosa que por escamotearse un acto envilecedor más en su rosario de genuflexiones abyectas que ha sido su miserable existencia de lacayos redomados, terminen excluidos de la nómina de aquellos a quienes el burgués fallecido les deja caer las boronas de su mesa de banquetes para que, como perro velón, se sostengan de los sobrantes que caen al suelo, o sea, buscando así preservar la condición de ilotas y esclavos que sólo motivan el más repulsivo sentimiento por la canalla.

Sus herederos y los allegados de éstos, en espera de que se les tome en cuenta con algo, no escatiman oportunidad por montar espectáculos de dolor y hasta de abatimiento, se muestran piadosos y temerosos de su invento llamado dios, pues el burgués y sobre todo si es de la rama de éstos del capital parasitario, usurero, comercial o bancario, siempre se habrá de caracterizar por una falsa piedad religiosa, si es español será cataloquísimo, será un come-hostias, asiduo asistente al acto litúrgico del ritual de la misa, todo lo que no es más que una expresión directa del subconsciente del verdugo culpable que encuentra en la enajenación de la supersticiosa religión cristiano-católica la vía para descargar la culpa de sus crímenes, cuyo núcleo no es otro que el crimen de vivir de la sangre, el cuerpo y el esfuerzo de los otros.

Los medios de prensa radial, escritos y televisados corroboran su naturaleza de clase de órganos de la burguesía, elaborados por legiones de bastardos pequeño-burgueses lambones, todo esto hecho no sólo con grandes y vistosos titulares, reportajes, síntesis de mentiras y tergiversaciones, ensalzamientos atribuyéndole supuestas virtudes de las que el difunto vivió distanciado como del sol a la tierra, en general del buitre que ha vivido, ha acumulado, en sus actividades de explotación y envilecimiento de sus semejantes cuantiosos capitales, recurriendo además a dar riendas sueltas a la infamia de que han llegado a estar constituidos de los pies a la cabeza, llegando a plasmar, escribiendo y expresando oralmente, ya sea con tinta negra en papel blanco o a lengüetazos y poses falsas, la perversa ignorancia muchas veces real y no simulada, hasta el de no detenerse ni siquiera en presentar al representante del parasitismo que significa ser el beneficiario y protagonista de la explotación, el engaño, la usura, la estafa y la especulación de que son objetos las masas de la población, y es así que esos turiferarios mercenarios venales verdaderos lacayos y seres degradados que han vendido su alma a lo peor, llegan al colmo de llamar al capitalista o burgués, representante del trabajo, dando pruebas fehacientes no sólo de lo que en realidad son, sino de que de tanto cimbrearse en ese pantano han terminado por embrutecerse y no darse cuenta del extremo a que ha llegado su ignorancia, incluso hasta del significado de las palabras en el uso del lenguaje.

Llamarle representante del trabajo al representante del capital comercial improductivo y por lo tanto parasitario que ha fallecido, quienes así lo escriben en esos medios de la prensa amarilla y venal glorificadora de este monstruoso y criminal régimen capitalista de explotación y opresión de la esclavitud asalariada, están tergiversando lo que son los conceptos científicos y objetivos de capital y trabajo.

Hasta ahí llega en estos casos tanto su ignorancia de impensante como su ignorancia perversa, que es en la que se incurre cuando la tergiversación de ambos conceptos, contrapuestos e insolubles, se lleva a cabo en forma deliberada y con el expreso interés de sembrar la confusión con tal de que persiga la impunidad del crimen de la explotación del hombre por el hombre.

Aunque no se puede trabajar sin tener fuerza de trabajo, no menos cierto es que una cosa y la otra no son lo mismo, esto es, fuerza de trabajo no es lo mismo que trabajo. Mientras la fuerza de trabajo es la capacidad física, material y espiritual que hace que una persona pueda trabajar o efectuar un trabajo, este último, o sea, el trabajo, es la fuerza de trabajo puesta en movimiento, realizada, expresada y consumada. Una o muchas personas pueden tener fuerza de trabajo y representar un caudal de ésta, sin embargo esto no significa que estén trabajando o que trabajen. Tal sería el caso de los ejércitos de desempleados y desocupados.

Lo cierto es que en con la fuerza de trabajo y por medio del trabajo es que se crean, además de las que engendra la naturaleza, las riquezas.

Pero en el capitalismo esas riquezas que se crean con el trabajo y por medio del trabajo son valores de cambio, son las mercancías.

El capital no es el que crea esas nuevas riquezas, sino el que se apropia de los valores que se crean mediante el trabajo o la aplicación de la fuerza de trabajo durante un proceso. El capitalista no es más que el órgano del capital, que es la riqueza acumulada en forma dinero lanzada a la producción para obtener plusvalía, que es el tiempo de trabajo efectuado por el trabajador y no pagado.

En el caso del capitalista comercial o usurero y estafador, éste no interviene directamente en la creación de riquezas, sino que es un trabajo muerto y acumulado que en manos del capitalista sólo espera, sin arriesgarse, a que se le presente la oportunidad para adueñarse de las riquezas que no se han arriesgado a propiciar sean creadas.

Lo de que a un capitalista en general, y en especial al capitalista comercial, parasitario y usurero se le llame o se le caracterice en vida o muerto como “muy trabajador” es una aberración de la percepción que nace de que una vez enajenado de la clase obrera el fruto de su trabajo, se crean las premisas materiales para que con el lenguaje se diga: “ese capitalista explotador es muy trabajador”, lo que es una aberración ya que lo que resulta exacto y ajustado a la realidad es decir: “ese capitalista es muy explotador y amigo de apropiarse sin trabajar del fruto del trabajo de los que lo hacen, es decir, de los que en realidad trabajan.

Este comentario es fruto de todas las infamias que han sido canalizadas en particular en las páginas de las letrinas del periodismo amarillo al respecto.

 

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