Parásita Iglesia Católica pretende dictar pautas sobre democracia mientras en su seno reina el absolutismo monárquico al estilo del Imperio Romano

 

Cada vez resulta más tragicómico y chocante el tan coherente en su perenne carácter contradictorio comportamiento de la recalcitrante y reaccionaria Iglesia Católica-Vaticano, que persiste en la defensa cerrada de la explotación y saqueo de los países y pueblos tercermundistas por parte de los consorcios monopolistas del imperio-capitalismo, y con tal finalidad no repara medios ni formas amorales a los que apela dicha transnacional traficante sin ningún tipo de escrúpulos y atrincherándose en falacias mágico-religiosas carentes de asidero científico y material, todo con el fin de mantener en pie el oscurantismo, el envilecimiento espiritual de los hombres, el atraso, la pobreza y miseria que, con la llamada fe, le garantiza la permanencia de su intrínseca e invariable naturaleza parasitaria a costa de los pueblos y países.

Sobresale que desde el Papa, en el enclave reaccionario Vaticano, hasta el destacamento de dicha transnacional que como un auténtico cartel opera en la República Dominicana, pretenden vivir dando recetas, disponiendo y dictando cómo se ejerce y desenvuelve, según ella -la Iglesia Católica- correctamente la democracia, en tanto hacia su propio seno, Papa, obispos, Vaticano e Iglesia se sustentan en su comportamiento en la más absoluta negación de la democracia y de los procedimientos libres que ésta -la democracia- demanda y exige, y para nadie es un secreto puesto que todo el mundo conoce que la Iglesia se desenvuelve, en cambio, en sus actividades internas, por medio del más despótico absolutismo monárquico, tipo el Imperio Romano, precisa y efectivamente del que lo calcaron y conforme a lo que lo aplican al pie de la letra.

La Iglesia Católica, Vaticano, Papa y sus obispos, incluyendo a los que dentro de éstos tienen el grado jerárquico de cardenales, igual que los simples sacerdotes que son amaestrados y domesticados como obedientes esclavos ante los de más arriba y todos los obispos, a su vez, deben propiciar el espíritu vil de esclavos sumisos entre los feligreses u ovejas seguidores como imbéciles de sus zánganos jefes.

Obviamente que conforme a las enseñanzas de la vida, a quien vive en el mundo defendiendo y divulgando el despotismo, la opresión y la explotación, no le cabe ni le luce estar o pretender dar lecciones de democracia ni mucho menos de libertad.

La Iglesia Católica, Vaticano, Papa y sus jerarcas y curas gustan de meterse y manipular, para su conveniencia y absurdos intereses, en las vidas de las sociedades seculares y laicas, lo que han llevado al extremo de pretender sustituir a una buena parte de las instituciones seculares del mundo social y político, como es el caso de desplazar de su espacio natural a los partidos políticos y a otras organizaciones sociales, para lo cual despliegan una constante y cada vez más odiosa actividad de descrédito de los partidos políticos y de toda política que no dependa del interés de la Iglesia Católica de vivir como vampiro a costa de los pueblos y países.

En la Iglesia Católica, sobre todo, lo que se propicia es la incursión como intrusa en la vida de la sociedad civil al tiempo que ella -la Iglesia Católica- se dice de carácter divino y que su reino no es de este mundo, sin embargo, no deja de meterse en los asuntos políticos, económicos y sociales, en respaldo a los planes del imperio-capitalismo de la Unión Europea y de los EE.UU.

Pero, como se vio recientemente, el nazi-fascista Ratzinger reaccionó iracundo cuando apenas las autoridades judías de Israel expresaron su queja de que él -el Papa Ratzinger- hablaba de terrorismo en forma unilateral. Dijo, en franco tono de contenido tanto despótico-dictatorial como monárquico absolutista y de emperador, que nadie, absolutamente nadie, que no sea dios, tiene derecho a opinar sobre lo que hace la Iglesia Católica, el Vaticano y el Papa, pues hacerlo equivale a creerse que están a la altura divina que le permite trazarle pautas a ellos y a su dios. Y que conste, que los únicos que tienen potestad de comunicarse con su divinidad suprema del más allá son ellos y nadie más.

En realidad, cuando Ratzinger opina sobre las acciones de resistencia de los patriotas árabes, lo hace condenándolas y respaldando a su vez las acciones de carácter terrorista y genocida de los imperialistas que cometen, bajo la hegemonía de Bush y Blair, en contra de los pueblos y países árabes y musulmanes como los de Irak o de Afganistán; respaldando a Bush y a Blair incluso hasta en sus monstruosas argumentaciones desfachatadamente coloniales y saqueadoras de los recursos de dichos países agredidos.

Otro tanto sucede en nuestro país. Agripino Núñez y el Cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez hablan de democracia sin ejercer ellos la democracia. Hablan de libertad, propiciando la más odiosa esclavitud y reclamando la instauración de la más bestial dictadura despótica y absolutista.

Y el Cardenal vive hablando de la violencia sin reparar en que la Iglesia Católica y tanto él como Agripino Núñez, al ser los propiciadores de las violaciones a la Constitución y a las leyes, como es el caso del propiciamiento de las ejecuciones y fusilamientos como típicas acciones extrajudiciales, inconstitucionales e ilegales, son quienes han desatado e incentivado no sólo la ola de violencia, sino la corrupción a nivel de los gobiernos, ya que ésta es una de las resultantes tanto de la violación de la institucionalidad del Estado, de la violación de su soberanía estatal, de la autodeterminación del pueblo, como de la malsana práctica de que las autoridades -conforme propician e intrigan Agripino Núñez y el Cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez.- no respeten leyes, las instituciones ni a la Constitución.

 

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