¿Hasta cuando el pueblo dominicano soportará que la Iglesia Católica, su Cardenal, el Papa y los obispos sigan viviendo con toda suntuosidad, ahogándose en riquezas, en tanto crece y acentúa la miseria y la pobreza en las gentes del pueblo?

 

El carácter parasitario de la Iglesia Católica, S. A. respecto a la población dominicana, particularmente respecto a la que tiene una función trabajadora productiva, como los obreros, campesinos y artesanos, que son las que crean los valores y riquezas para la sociedad junto con las otras de carácter natural, que son de por sí nacionales, le da a la Iglesia Católica y a sus contingentes de hechiceros y hechiceras, sacerdotes y sacerdotisas, a curas y a monjas, a curas secretos y a las beatas, verdaderas trullas de vasallos de su emperador que es el Papa, de los obispos, de los cardenales y monseñores, pretendidos nobles y reales filibusteros, bucaneros y piratas salteadores contra la humanidad y contra el hombre, tanto varones como hembras, repetimos, la condición de la Iglesia Católica, S. A.-Vaticano de sanguijuelas parasitarias que viven chupándose al pueblo dominicano es cada vez más patente, más clara, más evidente, hasta tal punto que se palpa y se ve, que se siente y se percibe hasta sin necesidad de lentes y aún careciéndose del sentido de la vista, se huele aún cuando no se tenga olfato, se oye aún siendo sordo, en fin, el parasitismo de la Iglesia Católica, S. A., del Cardenal, que es un zángano, el mayor de esa colmena de seres improductivos, es sencillamente escandalosa, humillante, es algo insoportable.

¿Hasta cuándo el país y el pueblo dominicanos soportarán que la Iglesia Católica, su Cardenal y el Papa, los obispos y todo ese cortejo de parásitos y sanguijuelas improductivas sigan viviendo con toda suntuosidad, ahogándose en las riquezas que acumulan, en tanto crece, se acentúa y expande la miseria y la pobreza en las gentes del pueblo, exactamente en la mismo proporción que la Iglesia Católica y sus potentados se enriquecen y nadan en fortunas malhabidas, ya que no es fruto de su trabajo puesto que son zánganos y parásitos?, ¿hasta cuándo tendrá paciencia este pueblo que esa Iglesia Católica y ese cristianismo han envilecido hasta este grado de pusilanimidad y asquerosidad?

El Cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez, que encabeza la cruzada para la instauración de una dictadura abierta y directa, igual que los trujillistas Casals Victoria, Polín Espaillar y comparsa, se hace el chivo loco y como que su institución de estafadores y timadores del país y el pueblo, y él mismo en persona no tienen ninguna responsabilidad en el desastre total que impera en el país, cuando la Iglesia Católica, S. A. Vaticanista es la componente que forma la tenaza que, junto con los consorcios monopolistas imperio-capitalistas de los EE.UU., la Unión Europea y el Canadá, expolian y saquean, usando como palanca el sistema capitalista colonial imperante más las rémoras que, con el Concordato, Vicariato Castrense y Patronato Nacional San Rafael al Estado nacional le impuso el dictador, tirano y sanguinario criminal Rafael Leonidas Trujillo Molina, el peón y lacayo servil del imperialismo norteamericano, no un simple lacayo de la soldadesca yanqui del 1916-1924 y de sus mecanismos, como pretenden reducir el caso esos despreciables energúmenos cuyo odio al marxismo-leninismo es de tal envergadura que se torturan diariamente a sí mismos por no lograr poder tergiversarlo y envilecerlo para que se hable sólo de soldadesca yanqui, pero no de imperialismo yanqui, para que toda la lucha se reduzca  a un torpe anti-yanquismo, que en el fondo está infestado del virus canceroso-sidoso del chauvinismo estrecho y asqueroso que, al fin y al cabo, resulta un veneno y no una medicina, que asesina y no cura la enfermedad.

San Pedro de Macorís y sus municipios no tienen un hospital público siquiera para atender a los miles y miles de dominicanos que caen enfermos por el hambre y la desnutrición, lo que hace posible que las enfermedades les diezmen la vida y les precipiten prematuramente a la muerte, o los obliga a vivir una existencia de penurias y sufrimientos indescriptibles.

En San Pedro de Macorís no hay acueducto, no hay sistema de agua potable para la población; aún la misma ciudad de San Pedro de Macorís, que es la capital provincial, no tiene sistema de alcantarillado ni sistema sanitario. Ni el perverso tirano alimaña, que desgobernó y depredó como un virus maligno el país por 22 años dispuso, siquiera por demagogia, que esa población, de la que fue su implacable verdugo, quedara con el grato recuerdo de haber obtenido esos servicios imprescindibles, cuando menos. Otro tanto ha ocurrido con los tres desastres de los desgraciados gobiernos del perrodé y sus infames y rufianes presidentes, como Guzmán, Salvador Jorge Blanco y el gángster Rafael Hipólito Mejía. Y el Pálido Pelegato, con el apátrida y lacayo agente del imperialismo, Leonel Fernández Reyna, ahora acaba de dar 30 millones para que la Iglesia Católica remodele y llene de fastuosidad y lujo a su Catedral en San Pedro de Macorís, que es símbolo de la infamia y de la humillación del hombre, del genocidio colonialista, del exterminio de los indígenas y de la instauración del régimen de oprobios de la esclavitud del negro tras el exterminio del indígena; símbolo son esas iglesias de la esclavitud espiritual superpuesta como otra cadena complementaria de la esclavitud económico-social y cultural del régimen de producción capitalista, o sea, burgués-terrateniente.

En Padre las Casas, municipio de la famélica, polvorienta y diezmada por todos los males que genera la más espantosa miseria Provincia de Azua, el gobierno despreciable (pues no hay adjetivo capaz de identificarlo en su espuria y vil naturaleza) de Leonel Fernández y sus pelegatos, acaba de concluir una iglesia católica por más de 30 millones de pesos. Esta es la única obra que ha logrado efectuar en dicha Provincia, y no es para su bienestar, sino para aumentar aún mucho más su secular desgracia.

Y para cerrar este episodio, en tanto no se les aumenta el sueldo a los médicos de los hospitales públicos, que son reducidos por el neoliberalismo y la privatización impuesta en su desgraciado primer período por Leonel Fernández-Pelegato del 1996 al 2000 a la condición social de braceros y elementos pobres o indigentes de la sociedad, dado su nivel económico-salarial, y para colmo, este mismo gobierno de ese señor llamado Leonel Fernández, les tira encima una campaña, a través de sus sicarios de honras, de que los médicos no trabajan y se roban los medicamentos, que es la misma campaña sucia del funesto desgobierno antinacional, antipopular, entreguista, de delincuentes y del narcotráfico del rufián Rafael Hipólito Mejía; así, repetimos, en tanto no se les aumenta un centavo a los médicos, como tampoco se reconstruye la edificación del Mercado de Villa Consuelo, como no se reparan las escuelas, ni les aumentan el sueldo a los maestros de las escuelas públicas, así, así como la inversión social en la gente es cada vez más nula, este desgobierno, engendro bastardo de las inconsecuencias sociales y de las fuerzas de la oscuridad y la podredumbre secular, anuncia que está invirtiendo más de 1,000 millones de pesos en remodelar la Catedral de la Iglesia Católica, S. A. en Santo Domingo para colocarle aire acondicionado y un nuevo piso de mármol, sospechándose que ahí, a ese centro de brujería y superchería, en medio del lujo y el boato, ha ido a parar el mármol multimillonario que le fue arrancado al Alma Mater de la UASD.

Ciertamente que hay que preguntarse, ¿y hasta cuándo aguantará la paciencia del pueblo ante tantas canalladas en su contra? ¿Hasta qué punto soportará la paciencia de la gente y de la nación dominicana el parasitismo insoportable de que siguen siendo víctimas por parte de las sanguijuelas de la Iglesia Católica-Vaticano?

Estamos de acuerdo con el Cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez en cuestionar hasta dónde soportará la paciencia de la gente, pero discrepamos rotundamente de él y sus viles infundios y del contenido de lo que hará desbordar la paciencia de la gente del pueblo y del país.

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