ALOCUCIONES DEL PRESIDENTE-SECRETARIO GENERAL DEL PACOREDO LUIS MONTAS

En torno al homenaje en palacio del pichón de tirano alimaña a su padre del alma Joaquín Balaguer

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Hacíamos mención en nuestra anterior intervención respecto al homenaje de admiración y consagración como su maestro político tardío, que el Presidente del gobierno Pálido-Pelegato, Leonel Antonio Fernández Reyna, le rindiera al tirano alimaña y sabandija Joaquín Balaguer, cuando se cumplieran 100 años de su nacimiento (ocurrido en tierras extranjeras pertenecientes a la colonia puertorriqueña de los EE.UU.), de que, el atribuir Leonel Fernández a su señora madre la responsabilidad de haberle hecho tomar conciencia del supuesto e indemostrable papel patriótico de esa figura estelar del lacayismo sumiso, servil y abyecto ante el yugo del imperialismo norteamericano, no sólo era una acción imprudente e inescrupulosa, propia de un desaprensivo que se siente desarmado moralmente y preso de un sentimiento decadente impregnado de una situación personal dominada por la depresión sicológica típica en un esquizofrénico, sino que además, a la vez que era un acto de cobardía indigno, lo mismo ponía de realce su infeliz estructura intelectual y moral personal, como política e ideológica, que sólo puede mover a quien lo contempla a ser prisionero del más humano sentimiento de conmiseración y lástima hacia quien escenifica tan deplorable acción.

Pero ambos sentimientos, no sólo por el patético personaje que protagoniza esta lamentable tragedia, creyéndose un profeta encantador de serpientes y viendo al pueblo, por el otro lado, como un amasijo de asnos que le creen, embelezados e hipnotizados, sus racimos de estupideces e imbecilidades, sino además sintiendo conmiseración y lástima por el país y la parte de la población que creyó que este demagogo y politiquero impenitente que es Leonel Fernández, podría rectificar su desgraciada gestión gubernamental anterior, correspondiente al período del 1996-2000, y reencauzar los destinos nacionales y de la democracia por un camino de decencia y honestidad, todo esto de un lado, así como del otro lado hemos dicho y sostenemos que esa deleznable actitud de pretender amparar su comprobada traición y su desfachatada deslealtad en la endeble mujer que lo pariera, aún estando conciente del primario y elemental nivel de conciencia política y ciudadana de esa su señora madre, es un acto ruin, ejemplo de un cobarde filisteo que, huérfano de sustancia y teniendo sólo el engaño demagógico y politiquero, además de bastardo, como un argumento, se ve forzado de apelar hasta al recurso bajo de involucrar a su indefensa madre, en acción repudiable y condenable desde cualquier ángulo que se le quiera abordar.

La cobardía y la falta de nobleza, como de dignidad, de este hijo que usa como instrumento o parapete a su madre, para responsabilizarla de la inconsecuencia de su conducta y la frágil consistencia ideológico-política que él mismo ostenta, tal cual un filisteo, que es una tripa vacía, que se mueve entre dos resultantes o conclusiones, de una parte, y de la otra parte, sin sustancia y sólo a la espera de que dios se apiade de él.

Esa cobardía radica en que en gran medida ha recurrido a ese falso expediente de su madre para ocultar que lo que ha gravitado decisivamente en su comportamiento son los vínculos y compromisos atávicos que, por vía del cabo Fernández Collado, sicario, matón y torturador de la fatídica tiranía trujillista en el Km. 9 de la actual carretera Mella, de Santo Domingo Oriental, le corren por su sangre, y le persiguen obsesivamente, haciéndole vivir en un mundo permanente de pesadillas, de las que es parte su viaje en plena niñez a EE.UU., Nueva York, para ponerse a salvo de las posibles venganzas de los familiares y supervivientes víctimas de la acción del cabo Fernández, el chofer de Léon Estévez, el chulo criminal de Angelita Trujillo.

Las dudas e incertidumbres de Leonel Antonio Fernández Reyna, que le llevan al mangoneo permanente y a la inseguridad evidente que exhibe, bien pueden tener su origen en esa terrible situación que le ha acompañado siempre como su sombra, o bien la duda permanente de una paternidad cuestionable que, según la sicología de la conducta moderna, puede resultar catastrófica sobre un niño endeble que siente que murmuran a su alrededor y en sus espaldas, y que, por tanto, hay cosas de fondo que se le ocultan.

Al cabo Fernández Collado, es bueno que se sepa, que en amplios sectores de la población se le tiene como un hijo bastardo del criminal más grande quizás que hubo en la dictadura de Trujillo. Se trata del monstruo criminal Ludovino Fernández, que encontrara la muerte cuando un oficial del Ejército Nacional no aceptara su trato bestial y vejatorio, y le diera un disparo en el mismo corazón y otro en la boca, para que aprendiera a respetar a la juventud dominicana, aún confundida por el trujillismo.

El cabo Fernández Collado, que encontrara la muerte, por su parte, a consecuencia de que lo atacara un violento accidente cardio-cerebral ocurrido en medio de sus habituales menesteres en Panamá, a donde había sido enviado con un carguito consular por su hijo, tras su desaprensiva y condenable actuación de corrupción en la Dirección Aeroportuaria en el país. Leonel Antonio Fernández no iba a incurrir en el error de admitir que, a pesar de todo, éste había sido decisivo para la conformación y maduración de sus reales preferencias políticas e ideológicas como trujillista, que se empeñaba siempre en ocultar parapetándose en el inconsecuente paradigmático que fuera todo el tiempo Juan Emilio Bosch Gaviño, apologista adocenado y vil del dictador Trujillo (títere del imperialismo yanqui), al que catalogara como un nacionalista cabal, padre del nacionalismo moderno en el país, así como Leonel Fernández, en otra acción paralela e igual, ahora proclama al tirano alimaña Joaquín Balaguer, supuestamente prócer del patriotismo y ejemplar patriota de la República Dominicana, haciendo caso omiso no solamente de que sembró el país de cadáveres, de que dejó el país enlutecido sino que además tuvo la desfachatez, la falta de dignidad de proferir, en una ocasión, desde el mismo Congreso Nacional, que sería Presidente hasta que el Presidente de los Estados Unidos así lo ordenara. Y para cerrar con broche de oro su infame trayectoria, no tuvo empacho en proclamar que la Constitución de la República, base del sistema democrático, no era más que un pedazo de papel.

Es que Fernández Collado, padre jurídico de Leonel Fernández, era un sicario del trujillismo, que los mismos rumores que lo ubican como hijo del monstruo criminal Ludovino Fernández, lo ubican como miembro del SIM, igual que el hijo de Ludovino Fernández llamado Arcadio Fernández, que supervivieron gracias a la protección que con todo esmero les brindara, a todos estos especimenes asesinos y criminales, el tirano alimaña Joaquín Balaguer, y con los cuales estructuró su entorno más íntimo.

Pero si esta carta, (la de su padre como vínculo con el trujillismo y con el balaguerismo) Leonel Antonio Fernández Reyna no estaba dispuesta a jugarla porque entendía que ello le traería la avalancha tremenda de crítica y repudio, en cambio entendía que el emplear la figura de la infeliz y desdichada madre, le resultaba, según sus mezquinos cálculos egoístas, una jugada más rentable, una vez ponderada la gravitación del sentimiento maternal que cunde y embriaga hasta obnubilarle el entendimiento al ingenuo y bondadoso pueblo dominicano.

Resultan terriblemente venenosas y desmoralizadoras las descarriadas andanzas de Leonel Antonio Fernández Reyna, puestas de manifiesto una vez más cuando, después de dárselas de ser partidario del más extenso criterio de la tecnología y la informática, habiendo saturado la atmósfera nacional del proceso dominicano con absurdos de que la informática sería el remedio definitivo a los males de la pobreza y el atraso en el país y en la nación y, aún más, luego de cimbrearse como un fantoche admirador y seguidor del espejismo -al que le atribuyó vida real y propia- del absurdo de un hechicero o curandero social, y real apologista de los consorcios monopolistas, dueños y órganos del capital financiero internacional, llamado Peter Drucker, de “La Sociedad Post-capitalista”, o bien de un exponente del racismo y del neodarwinismo social, que preconiza que sólo los más aptos podrán dominar y explotar a los demás y que son los únicos que tienen la oportunidad de sobrevivir y de ahí su derecho incuestionable, según Leonel Fernández, para asumir la hegemonía mundial, como es el caso de Huntington, autor de la obra de este contenido “Choque de Civilizaciones”, que Leonel Fernández no se quitaba de la boca, así como de otra subsiguiente a ésta en la que preconiza y postula, dicho autor Huntington, que la emigración latinoamericana, y en particular la mexicana y centroamericana, son una seria amenaza sobre la supuesta pureza racial y la imaginaria homogeneidad cultural de los EE.UU., con lo que, definitivamente, quedaba evidenciado como un racista a ultranza, como un neofascista de las huestes genocidas de la pandilla de George W. Bush.

Y que aparezca ahora este mismo personaje, Leonel Antonio Fernández Reyna, otorgándole un papel estelar en su actitud y conducta política a su madre, que no sobrepasa los niveles primarios del entendimiento humano, mueve a que nos preguntemos: ¿no es acaso un adefesio que raya en lo monstruoso y en lo cínico?

Leonel Antonio Fernández Reyna, que tanto ha hecho escenas de un modernizador a prueba, nos empuja a la interrogante: ¿Cómo explica que pretenda sustentar su política y sus principios de comportamiento en este terreno y ante la historia, partiendo del grado o nivel de comprensión de una sirvienta y no en los postulados de la ciencia y la cultura más sólida y elevada?

Pero todavía es más grave y escandalosa la execrable actitud de Leonel Antonio Fernández Reyna cuando sabido es que ni siquiera se crió ni se desarrolló principalmente con su señora madre, cuyas relaciones eran más bien entre casi extraños, y que su crianza fue al lado de tías y otros familiares maternos, puesto que los paternos lo despreciaban, como dan testimonios vivos y evidentes los moradores de Villa Juana.

Realmente resulta extraño que Leonel Fernández haya traído por los cabellos tan inoportunamente la figura de su señora madre para pretender justificar así sus extravíos.

El gran novelista que es Honorato de Balzac, autor de La Comedia Humana, tiene un pasaje que da fe de su profunda comprensión de las miserias del alma humana, cuando en su obra “La mujer de treinta años” escribe lo siguiente:

“Existen dos maternidades señor. Yo ignoraba antes tales distinciones; actualmente sí lo sé. No soy madre más que a medias, y sería preferible que no lo fuere en absoluto. ¡Elena no es hija de él! ¡Oh, no tiemble usted! Saint Lange es un abismo donde se han sumergido gran número de falsos sentimientos, de donde han brotado siniestros fulgores y donde se han desplomado los frágiles edificios de las leyes antinaturales. Tengo una hija y eso es suficiente; soy madre, puesto que así lo quiere la ley. Pero usted señor, que tiene un alma tan compasiva, quizás comprenda los gritos de una pobre mujer que no ha dejado penetrar en su corazón ningún sentimiento ficticio. Dios me juzgará, pero no creo faltar a sus leyes cediendo a los afectos que El ha puesto en mi alma, y he ahí lo que pienso: un hijo, señor, ¿no es acaso la imagen de dos seres y el fruto de dos sentimientos libremente confundidos? Si no es dueño de todas las fibras del cuerpo como de todas las ternuras del corazón; si no recuerda deliciosos amores, los tiempos y lugares donde dos seres fueron dichosos y su lenguaje lleno de humanas armonías y sus nuevas ideas, ese hijo es, sencillamente, una creación defectuosa”.

Lo que quedaría redondeado con este otro pensamiento del mismo Honorato de Balzac:

“¿No ha notado, usted que lo sabe todo, que los hombres tienen dos caracteres? Tienen uno para su interior, para sus mujeres, para su vida secreta, y éste es el verdadero, en él no hay máscara ni disimulo, no se toman el trabajo de fingir, se presentan tal cual son, y son a veces horribles; y luego, el mundo, los salones, la corte, el soberano, la política, los ven grandes, nobles, generosos y llenos de virtudes, de hermosas palabras y exquisitas cualidades. ¡Qué horrible broma! Y se asombran a veces de la sonrisa de ciertas mujeres, de cierto aire de superioridad con sus maridos, de su indiferencia!”.

Pero atendiendo a lo que hoy proclama Leonel Antonio Fernández Reyna como su admiración e idolatría por el tirano alimaña, lamentándose a la vez de no haberse dado cuenta antes y a ello atribuye haberse dejado arrastrar por la ingenuidad de haber sido un seguidor del architraidor Bosch, en realidad ese es el fruto de los derroteros indetenibles que ha emprendido este Leonel Fernández, como que sus metas no son otras que imponer una dictadura, para lo cual ya ha declarado ser, en realidad, el discípulo No. 1 y aspirante a ser un tirano alimaña igual que Joaquín Balaguer, además de haber implantado un Estado de Sitio, en violación a la Constitución y a los derechos democráticos y humanos de la población dominicana.

Y ello no puede extrañarnos, ya que de hecho su gobierno y su partido adquieren cada vez más los perfiles y la naturaleza de los otros dos corrup-partidos del sistema, el Perrodé y las sabandijas del reformismo del tirano alimaña, además del Pálido pelegato.

Y sólo está empeñado en agrupar en su torno otra “10 de Diciembre”, que fuera la organización del lumpen erigido en rey, el llamado Luis Bonaparte, que ni era hijo de su padre ni sobrino de su tío.

Organización ésta, la “Diez de Diciembre” que con trazos tan geniales como precisos describiera Carlos Marx cuando, en “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte” escribiera lo siguiente:

“La Sociedad 10 de Diciembre. Esta sociedad data del año 1849. Bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, se organizó el lumpemproletariado de París en secciones secretas, cada una de ellas dirigida por agentes bonapartistas y un general bonapartista a la cabeza de todas. Junto a callejeros arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos licenciados de tropa, licenciados de presidio, esclavos huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaronis, carteristas y rateros, jugadores, chulos o maquereaux, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos; en una palabra, toda esa masa informe, difusa, errante y amoral que los franceses llaman la bohéme; con estos elementos, tan afines a él, formó Bonaparte (y puede decirse Leonel Antonio Fernández Reyna, Nota Nuestra) la solera de la Sociedad 10 de Diciembre”.

Cámbiese la 10 de Diciembre, y dígase el actual Pálido Pelegato y se tendrá definitivamente la figura completa.

 

- 5 -  (Continuación)

 

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