El cura Luis Rosario y la despenalización del aborto

20-09-2007

 

En la República Dominicana las estadísticas respecto al número de abortos que se llevan a cabo hablan conservadoramente de 80 mil abortos cada año, y esto se produce bajo el predominio de una obsoleta ley contenida en el Código Penal, que data de 1948, que prohíbe y penaliza la práctica del aborto.

En una población que ahora se dice ronda por los 9 millones, se puede estimar que cuando mucho pueden haber, entre niñas, jovencitas, preadolescentes, adolescentes jóvenes, adultas, envejecientes y ancianas unos 5 millones de mujeres.

Si tomamos en forma estimada que de esos 5 millones de mujeres, las que están aptas para salir preñadas, que son las comprendidas entre las edades de los 10 a los 45 años, serían unos 2 millones, dejando entre niñas, preadolescentes (aquéllas con menos de 10 años de edad), envejecientes y ancianas los tres millones restantes de los 5 millones estimados de mujeres dominicanas, resulta que cada año un 4% de las mujeres aptas para salir preñadas, o sea, una fracción equivalente a 80 mil mujeres, concurren a abortar.

Se trata de 80 mil mujeres que lo hacen relativamente en forma furtiva ante la sociedad y sin ésta tener reglamentación apropiada para garantizar el menor daño orgánico posible, al igual que sin reglamento para evitar abusos y negligencias médicas, lo cual es muy difícil, ya que se hacen esos abortos en forma ilegal o clandestina.

Sin embargo, nadie puede negar que son en extremo raros los casos en que una mujer que ha perpetrado un aborto esté protestando o sometiendo al médico que procedió. Esto, no cabe duda, da a entender, que casi absolutamente siempre es un hecho voluntario y previamente acordado por la pareja o por la mujer unilateralmente, ya que los hombres no paren ni salen preñados, sino que ésta es función exclusiva de la parte femenina de la naturaleza humana y animal.

¿Qué lograría, en las actuales circunstancias, el que se reafirme la penalización vigente o ésta se acentúe y se vuelva más drástica?

¿Haría acaso que se detenga esa práctica? Es rotundamente claro que no.

Por ello, es que, si se ha llegado al punto de que 80 mil dominicanas se hacen abortos cada año, se recurra a otros medios para lograr otros resultados, sobre todo una sustancial disminución de los mismos. Aquí entran en juego los medios preventivos, a los que, por cierto, la Iglesia Católica-Vaticano se opone a rajatabla. Los medios preventivos se ganan el desprecio de la Iglesia Católica y del cristianismo, tal vez, piensan algunos, ya que, por culpa de ellos, y en particular del condón, que es de los más viejos, ha crecido el número de fornicarios y la práctica de la fornicación, que es reprobada por el Viejo Testamento o Biblia judía.

Pero aún y se haya apelado al uso de los medios preventivos de preñez, hay un saldo de 80 mil abortos entre las dominicanas en nuestra sociedad.

No cabe duda de que se trata de una práctica que, bajo diferentes formas, integra parte de las prácticas femeninas de la sociedad criolla. Así, lo que se requiere es que se modernice y se actualice esta práctica, que, independientemente del gusto y las creencias personales, es una práctica social de magnitud y peso considerables.

La práctica se reduce si hay un uso más racional de los medios preventivos efectivos: condones, pastillas, aparaticos, etc.. La Iglesia Católica sólo es partidaria de la abstinencia sexual y del método de la ruleta vaticana, que es el fallido método del ritmo.

Y, carente de argumentos, colocada totalmente de espaldas a la realidad, la Iglesia ha recurrido a cuestionables argumentos mágico-religiosos y ha desdeñado el carácter social del fenómeno y, sobre todo, la aplicación racional de los logros de la ciencia médica al asunto.

Y, como es lógico, la Iglesia Católica-Vaticano viene perdiendo la guerra y las batallas, lo cual explica que tanto el Cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez como el Papa y el cura Luis Rosario han apelado al chantaje y a las amenazas para tratar de que se siga con la práctica medieval de penalizar a las mujeres y demás entes participantes físicos en los abortos, aún a sabiendas de que sus tretas resultan incompetentes y están fracasados.

Y esto bien lo puso de relieve una vez más el cura Luis Rosario cuando, el lunes 17 de septiembre, apeló a repetir otra vez el sonsonete de que resulta contradictorio el que, quienes se dicen progresistas y amantes de la libertad, apoyen el aborto, que es un crimen y un asesinato, según él, por lo que la Iglesia Católica lo combate y se opone tajantemente al aborto. Que la Iglesia Católica ama al ser humano y la vida, que se opone al asesinato, etc.

Pero se nos ocurre afirmar que esas conjeturas del amanerado cura Luis Rosario sí que resultan incongruentes y contradictorias, por ejemplo, con la postura de Benito de la Rosa Carpio, Presidente del Episcopado católico, con el obispo De Jesús Moya, de Macorís del Norte y, sobre todo, con la del general de horca y cuchillo, ordenador de los fusilamientos y ejecuciones al por mayor y al detalle, el alias cardenal Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez.

Benito de la Rosa Carpio llamó a establecer la pena de muerte contra el aborto, igual que hizo recientemente el Cardenal Bergoglio en Argentina, donde llamó a que a los defensores de la legalización del aborto les hicieran como la Iglesia Católica y los dictadores militares argentinos y chilenos les hicieron a cerca de 100 mil ciudadanos de ambos países: los subieron a un avión de transporte de guerra a 3 mil pies de altura, los drogaron y los lanzaron al Océano Pacífico con un block de hormigón de 50 libras amarrado al cuello, luego de confesarlos y darles la extremaunción para facilitarles su encuentro con San Pedro y su sangriento dios.

De Jesús Moya es el padre espiritual del Cirujano criminal, hoy Jefe de la P.N.

Y el Cardenal, fuera de sí, no se cansa de reclamar mano dura, aunque la prensa amarilla velozmente le manipule y publique (parece que no le está quedando bien el ojo), ya que el Cardenal por lo que clama es contra los delincuentes andrajosos (puesto que a Ramón Buenaventura Báez Figueroa y a Báez Cocco, como a Luis Alvarez Renta, defiende como gato boca arriba), que se les aplique la ley dura a los delincuentes andrajosos, que no es otra cosa que un pistoletazo piadoso en la nuca o en la cabeza, después de ser capturados por la P.N.

 

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