Leonel Antonio Reyna arremete en contra de las denuncias sobre la ocurrencia de actos sistemáticos y concretos de corrupción estatal a la vez que sustenta la inexistencia de tales actos y sistemas de corrupción

22-07-2009

 

“La necesidad hace al órgano” es una vieja formulación de una recia consistencia naturalista- materialista que muy bien habría encontrado amparo en el Novum Organum del célebre pensador, filósofo y funcionario estatal de alto rango Francis Bacon, fundador tanto del materialismo moderno como de la ciencia experimental, que de ser aplicada para, a la luz de dicha formulación, enjuiciar los insólitos pronunciamientos con que el pontífice de la corrupción estatal gubernamental imperante, que es el archi-disoluto Leonel Antonio Reyna, ha pretendido en vano desmentir, y a la vez invalidar, la común convicción generalizada de la escalada nunca vista que ha alcanzado dicha corrupción estatal gubernamental, de ese ejercicio deductivo e inductivo de la tesis de que la necesidad hace al órgano, a la vez sólo quedaría en pie lo maltrecho si no el papel de gran ridículo protagonizado por el disoluto y podrido, corrupto y corruptor, así como otras tantas prácticas deleznables más que forman el rosario de infamias que le tipifican, al pretender descalificar la percepción de lo descomunal e inconmensurable de los niveles alcanzados por la corrupción estatal gubernamental predominante en su administración, que no pocos estamos firmemente convencidos de que se trata de un gobierno narco-delincuente-terrorista, del que su cabecilla, como pontífice de la mencionada corrupción específica y concreta (valga decir que no se trata de la general corrupción social, tan propia y consustancial con la naturaleza de la sociedad basada en la explotación del hombre por el hombre y el predominio del oscurantismo religioso católico-cristiano que aliena, enajena y cretiniza al hombre), habiendo admitido que concibe la elaboración de un programa para combatir ese flagelo que nos escarniza, y que a la vez envilece al Estado, al igual que a su administración gubernamental, paradójicamente arremete en contra de las denuncias sobre la ocurrencia de actos sistemáticos y concretos de corrupción estatal, a la vez que prácticamente declara y sustenta la inexistencia de tales actos y sistemas de corrupción, despreciando, una vez que niega, las ocurrencias de actos de corrupción dentro de su gestión gubernamental del Estado; y así las cosas, el pontífice de la corrupción, y disoluto por antonomasia, se abraza a la imbecilidad del solipsismo cuando, esgrimiendo un supuesto programa suyo en contra de la corrupción, arremete contra sí mismo al afirmar que la corrupción es la consigna de los círculos cuyos intereses se concentran en asumir, por medios controversiales, la dirección del Estado.

Si no hay necesidad de combatir la corrupción, una vez que ésta es inexistente, según el pontífice de ésta, el anuncio de la elaboración del mencionado programa anticorrupción, hecho por el mismo pontífice de la misma corrupción, sería equivalente al viejo juego de la ñeca y un palito o al de lanzar escupitajos para arriba para el asqueroso entretenimiento de sentir que le caigan en pleno rostro.

Pero en verdad lo que escandaliza y ha saturado de miedo al pontífice de la corrupción es que, de buenas a primeras, su escudo protector de mentiras y manipulaciones, que tenía como núcleo central la impostura desinformativa que daba sustento a la gran conspiración del silencio por parte de la prensa venal y amarilla, como mercenaria y mendaz, se ha venido abajo, y si hasta hace poco había el más cerrado ocultamiento de las jornadas de lucha y de protestas en las comunidades inferiores en la escala social, dicha conspiración, que era un hecho, ha saltado hecha pedazos, y se conoce cómo se suceden las protestas y las luchas, lo que a la vez viene teniendo un efecto de simpatías y canalización, a través del que, comunidades que se tenían como indiferentes, se han puesto las pilas y han dicho: para que nos maten de inanición, con engaños y mentiras, que lo hagan, pero nosotros en pie de lucha y reclamando nuestros derechos como ciudadanos y como dominicanos.

Y esa conspiración, cuya piedra angular es la sustitución, por aplastamiento y ocultamiento de la realidad concreta, colocando en su lugar la realidad virtual y en base a ésta entraba en vigencia Leonelandia, ciudad o nación imaginaria según la cual los dominicanos son los seres más felices del mundo.

Consciente más que nadie de las monstruosidades adversas y contrarias al pueblo y a la nación dominicanos que ha venido cometiendo, hablando sandeces y pleplas en tanto viaja y viaja, ya sea para recibir dividendos concertados, o para hacer inversiones, si no para ver cómo marchan en el exterior las que ya ha efectuado, de buenas a primeras, se ha producido un brusco giro en la situación prevaleciente hasta hace poco; y no es para menos, todo es motivo de sobresalto, y los ridículos juicios ya no son tan atinados ni encuentran un escenario de imbéciles que gustan y sienten placer masoquista cuando resultan engañados y, más aún, estafados y robados.

Es por ello que el pontífice de la corrupción, luciendo cada vez más desesperado y desatinado, recurre a su arma preferida, no ya como corrupto sino sobretodo como corruptor (y esto de separar una y otra condición, sólo es posible gracias a la metafísica y a la irreal separación de las cosas y condiciones reducidas a formas estáticas y anulando de golpe y porrazo su dialéctica interpretación), que es el soborno, y así, invita a los más expertos en la práctica y usufructo de la corrupción y el soborno para un almuerzo en la sede del Estado Mayor del corrupto narco-terrorista y disoluto gobierno a tratar el tema de la corrupción, o sea, para discutir y establecer nuevas reglas de juego en el festín o festival, precisamente, de la corrupción y el soborno.

Siendo sinceros, y, sobretodo,  queriendo ser humildes, aunque no lo seamos, debemos admitir que,  ante un equipo como Rafael Molina Morillo, viejo agente del espionaje del dictador Trujillo, reclutado por el Opus Dei y el franquismo, que le enseñó a apreciar la cultura de los adoquines de los pisos por Turquía y Babilonia, manipulador de la opinión pública que, como tal, ha devenido en agente convicto y confeso de la CIA y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP); Radhamés Gómez Pepín (Jack El Destripador), criminal y espía delator impune, opusdeista convicto y confeso a la vez, servidor del infame cartel Iglesia Católica-Vaticano desde los canallas de los jesuitas, ideólogo y publicista, como propagandista y agitador, de los cuerpos del sicariato del Estado, ya sea como escuadrones de la muerte para-policiales, o como escuadrones de la muerte de militares y policías incontrolables; Miguel Franjul del Listín Diario, secretario de prensa del archi-parásito y déspota criminal, cabecilla en jefe de los escuadrones de la muerte, el despreciable Nicolás de Jesús -Hildebrando Borgia- López Rodríguez; Fausto Rosario Adames, formal cruce de agente de la CIA con agente del Opus Dei -lo más parecido a un engendro posible de un Karol Wojtyla con la Madre Teresa-, director del lavatorio o lavandería de capitales que, de sólo pensar en sus orígenes, si no se nos erizan los pelos, es entonces que recordamos la célebre prosa del maestro Marx: “el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros de su cuerpo de la cabeza a los pies”; el mediocre patán y genízaro opusdeista clerical Juan Bolívar Díaz Santana, cuya torpeza y falta de pudor, como de escrúpulos, sólo se puede incubar en un seminario; así como una babosa y baboso, bordeando los frágiles límites del retardo mental, que sólo le hace apto para mediocridades y oblicuidades vergonzosas, Persio Maldonado; y otros. No cabe la menor duda, pidan e inscríbanse en la nómina, lo que, necesariamente, y creo que es lo más discreto, no hay que hacerlo aquí, donde todos seríamos testigos mutuos. Y, ya saben, ese no es mi estilo…

 

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