Demandan a sucesores de Luis Eduardo Montás Valdez, agente del espionaje trujillista y fundador de la secta de agentes del imperialismo norteamericano Testigos de Jehová, y compartes, por asociación de malhechores, conculcación de derechos de herencia y otros delitos graves

08-07-2013

 

En horas de la mañana del día 9 de este mes de julio (martes), se seguirá conociendo la demanda formulada por la sucesión Montás-González, hijos de los señores fallecidos Honorio César Montás Valdez y Luz María González Amador, contra los sucesores del agente del espionaje trujillista y fundador de la secta reaccionaria y de agentes del imperialismo norteamericano, los Testigos de Jehová, el nombrado Luis Eduardo Montás Valdez, quien junto a dos hermanas del mismo apellido y 4 ó 5 sobrinos, terminaron falsificando las firmas para conculcarles sus derechos de herencia a los hermanos Hugo César Montás González, Héctor René Montás González, María Luz Montás González, Germán Rodolfo Montás González, Luis Adolfo Montás González y Honorio César Montás González, acto delictivo propio de asociación de malhechores en favor de Luis Eduardo y su segunda esposa, María Domínguez Seijas, Esther Montás de Pérez, Mercedes Montás Valdez, con la complicidad y activa participación comprobada de los sobrinos Sócrates Danilo Montás Valenzuela, Américo Montás Valenzuela y la esposa de este último, Gisela Bautista de Montás, y otros.

El señor Luis Eduardo Montás Valdez fue un personaje abyecto y vil, que desde los primeros años de su juventud actuó poniendo de relieve su catadura olímpica de canalla, de espía de Trujillo y de los yanquis y farsante de pies a cabeza. Una figura espeluznante, infame e ignominiosa, del que cabe decir, que no hay una sola actuación suya de la que no emane un chorro nauseabundo, repulsivo y putrefacto, de una pestilencia que hace vomitar hasta al más curtido médico forense del laboratorio de experticio de cadáveres putrefactos.

Se la quiso dar, a raíz de la caída de la Dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina, de quien fue un impenitente y vicioso espía, en forma tan inescrupulosa y falta del más absoluto escrúpulo, como de total orfandad de todo cuanto fuera o pudiera significar pudor, dentro de su deleznable patología sociopática, movida en las aguas de la pusilanimidad, la cobardía ancestral y nutrida en la más demencial ambición.

Cabría señalar a vuelo de pájaros, su carácter de criminal cainezco o fratricida, por los asesinatos de Honorio César Montás Valdez, Gaudeoso Emilio Montás Valdez y de Carlos Guido Montás, llevados a cabo en el mes de noviembre del 1945 por el confeso sicario, servidor de la intervención militar norteamericana del 1916, el espía y matón José Pimentel Deschamps, quien, desde el 1916 nunca dejó esa aberrante labor de matón carnicero, y que prosiguió en común interés con el dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, impuesto por medio del Golpe de Estado del 1930, hasta el 30 de mayo del 1961, por la colusión espuria o maridaje execrable y abominable de la Iglesia Católica-Vaticano y el imperialismo yanqui, como lo corrobora el mercenario y sirviente amoral de los servicios de espionaje, el cagatinta, fantoche y asqueroso mequetrefe, Ramón Puello Báez, que corrobora puntillosamente las inconductas congénitas de sangre infecta de los Báez. En San Cristóbal, en un tiempo se decía: ¡Para allá! ¡Váyase bien lejos, que los perros y los Báez, del río para atrás! ¡Fuera de aquí!

Puello, que escribiera “Crónicas de San Cristóbal”, por encargo y pago de millones, que como servidor, matón, sicario y carnicero de los yanquis, de la Iglesia Católica-Vaticano y de la dictadura de Trujillo, saqueando y apropiándose, por medio del crimen imperante, como en gran medida sucede hoy, y sus herederos se reparten los más de 200 millones amasados por esos medios perfectamente definidos, como el crimen impune en todas las formas, magnitudes y escalas, cuyas reales dimensiones sólo es posible palparlas haciendo acopio del más minucioso de los métodos, creados por la Iglesia Católica y el cristianismo, para adquirir la indiscutible condición de la religión de los pontífices del terrorismo de Estado y los crímenes masivos de lesa humanidad. Para tratar en vano de limpiar los horrores del sicariato, espionaje y criminalidad de la hiena de dos patas, José Pimentel Deschamps, Puello Báez recurre al ardid de darle crédito a la coartada elaborada por el tartufo y criminal José Pimentel Deschamps, respecto al asesinato del General de la resistencia a la Intervención militar norteamericana del 1916, Gilberto Montás Valdez, el primer hijo procreado por Eugenio Montás González, hecho ocurrido en forma alevosa en el 1922, y en el que quedó fatídicamente condenado a ser asesinado, no importa cuándo ni dónde, Honorio César Montás Valdez. a quien se acusaba conforme al viejo truco imperialista, clerical católico y tan magistralmente aplicado por el sátrapa, sanguinario y desalmado tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina, de ser, a pesar de tener a penas de 20 a 21 años, el lugarteniente principal de su hermano el General Gilberto Montás Valdez.

En efecto el asesinato-desaparición de Honorio César Montás Valdez ocurrió el 25 de noviembre del 1945, junto al de su inseparable otro hermano, un poco mayor de edad que él, que Honorio César, Gaudeoso Emilio Montás Valdez y de Carlos Guido Montás, tras haber pasado 23 años y ocho meses, desde abril del 1922, de acusarlo de tener cuenta pendiente con la justicia por robo y asesinato. ¿De qué robo se trataba? Pues del mismo hecho que se usó como pretexto para el asesinato del General de la resistencia a la ocupación norteamericana del 1916, Gilberto Montás Valdez, lo cual es un hecho admitido hasta por el mismo vil plumífero Ramón Puello Báez. Pero ya antes que este granuja y vulgar chivato, proxeneta de un narcotraficante y lavador, que opera como magnate de radio y televisión, cuyos furgones cargados de contrabando y millones de dólares llegan sellados y pasan, con órdenes estrictas de los gobiernos pálidos pelegatos boschistas, por pacto entre paranarco terroristas, corruptos y lavaderos o sea, blanqueadores de capital del narcotráfico, que instituyera el capo di tutti capi, Leonel Antonio Reyna alias Leonel Fernández, ya la distinguida dama escritora Filomena González Canalda en su libros Los Gavilleros 1904-1916, dice en la página 126: “En el año 1914, los jefes revolucionarios que actuaban en Este, habían sido señalados con anterioridad como gavilleros”. Y cita los casos de Melitón Ruíz, Fidel Ferrer, Ramón Batista, Chavito Batista y otros.

“Los cabecillas de grupos revolucionarios (en el Sur, empezando desde San Cristóbal) eran Gilberto Montás, José Pérez, Laíto Álvarez, etc. Al mismo tiempo también les llamaban gavilleros”.

Y más abajo menciona el siguiente episodio, que es muy revelador e ilustrativo de muchas cosas que ojalá tengamos oportunidad de ventilar: Loma Canasta -escribe la autora- “la guerrilla recorrió la Loma de Canos, donde se hallaban ayer los gavilleros, sin hallarlos, lograron traer una mula de Gilberto Montás donde iba el niño Honorio Montás (Honorio César Montás Valdez)”, página 126, obra antes citada.

Las acciones patricidas de Luis Eduardo Montás Valdez pasaron por el peldaño de usurpar la participación de sus hermanos, a los que luego, siendo un confidente y espía del Dictador Trujillo y agente yanqui, movido por la ambición, delataría a sus dos hermanos, Honorio César y Gaudeso Emilio y a su sobrino Carlos Guido Montás Valenzuela (el hijo mayor de Gilberto), para, sin importarle que el primero tenía 7 hijos, de los que el mayor apenas tenía 8 ó 9 años de edad, y el segundo tenía 9 hijos que todavía estaban sin declarar, por lo que parte de su conjura infame, junto con Sócrates Danilo Montás Valenzuela, padre de los Montás Basil y sobrino suyo, como con sus hermanas Esther (la arpía ambiciosa) y Mercedes (la hipócrita redomada), consistió en despojarlos de sus derechos al negarles el apellido Montás a los hijos de Guedé (Gaudeoso Emilio), lo que no le era posible con los de César Honorio (Ninitico) por cuanto éste era casado y había declarado a todos sus hijos antes de caer asesinado por la dictadura criminal de Trujillo, a excepción de Honorio César Montás González cuya madre Luz María González Amador, tenía apenas dos meses y días de estar preñada, cosa de la que según decía, ni siquiera estaba consciente, sino más adelante.

 

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