LA IDEOLOGIA DEL MATERIALISMO HISTORICO Y DIALECTICO ES LA DEL PROLETARIADO

Andrés L. Mateo practica el más grosero anti-comunismo y adhesión a la herencia perversa del leproso moral Juan Emilio Bosch Gaviño en su papel de agente pagado de la CIA y del imperialismo yanqui

29-07-2016

 

Podemos afirmar, sin temor a equivocación ni dudas de ningún tipo, que es insolentemente obsequiosa, como adocenada y amanerada, además de totalmente perversa y errática, la nociva práctica de afirmar: “La ideología, a lo que por algo la filosofía llama falsa conciencia”, como acostumbra a hacer el jesuita existencialista Andrés L. Mateo; quien, queriendo ponerse a tono con la moda, en una época, se revistió, porque su viejo ropaje de marras colocó sobre el del espantapájaros del revisionismo a la usanza de la traidora modalidad de esa aberración, irreversible como incurable, que es el pernicioso y archi-traidor castro-guevarismo debraísta foquista; al que se aferraron los jóvenes oportunistas-revisionistas que constituyeron el partido capitulacionista y colaboracionista dominicano (p“c”d), usando los mismos procedimientos del recetario del revisionismo contemporáneo, de actualidad para la década del ’60 y demás; pero, empezando a operar tras la muerte de Stalin en 1953, y alcanzando su culminación en el Golpe de Estado del XX Congreso del PCUS en el 1956, en el que impuso su hegemonía sobre ese Partido, sobre el Ejército y el Estado el jruschovismo, el más podrido y traidor de todo el revisionismo contemporáneo, cuya plataforma fue la restauración del imperialismo-zarista, empezando por la modalidad del social-imperialismo en la URSS -socialismo de palabra e imperialismo de hecho-, así como el social-fascismo -que por igual significa socialismo de palabra y fascismo de hecho-, que se resume en el más feroz y taimado anti-comunismo a ultranza, anti-marxista, anti-leninista y anti-stalinista.

Así, para no dejar de ser consecuentemente lógico con su espíritu de renegado revisionista, que, con el Golpe de Estado a la vieja camarilla de los renegados revisionistas de viejo cuño, que los de, para aquellos tiempos, de nuevo cuño, y a la vez revisionistas, por lo tanto de nacimiento, depusieron a los archi-traidores y vendidos en cuerpo y alma a la traición de la burguesía, encarnada en el país en el leproso moral, espía pagado de la CIA y agente a sueldo del Departamento de Estado yanqui, Juan Emilio Bosch Gaviño.

Así fue la gestación, nacimiento y operación político-práctica e ideológica, del justamente designado como el partido capitulador y colaboracionista dominicano (p“c”d). Y ese antro infecto-contagioso recibió al jesuita existencialista Andrés L. Mateo, para terminar haciéndolo tal cual hoy día es, e imponiéndole su fatal mancha indeleble; que significa, valga subrayarlo, por su traje último de lingüista, lexicólogo, semántico y semiólogo, todos esos niveles de la abstracción en su contenido anti-marxista y anti-leninista a la vez, marca indeleble, por ser definitivamente irreversible, que no se puede borrar jamás.

Fue Lenin el genio que conjugó conceptos o abstracciones superiores con la práctica concreta viva, en su concepción, que justamente es lo que equivale a tener un pensamiento, y no meros estereotipos, logos, fórmulas disecadas o tarjetas muertas de cerebro de computadora, hechura de los centros ideológicos, políticos y propagandísticos del imperialismo y la parasitaria Iglesia Católica-Vaticano, no como simples señalizaciones. Fue Lenin quien resumió y sintetizó, de modo categórico, concreto y conciso, la superación del aspecto esencial, no circunstancial ni eventual simplemente, de lo que dejaron inconcluso Marx y Engels en cuanto a la ideología y la filosofía; pero no porque abjuraran de sus generalidades irrefutables, sino porque la ley de la vida y la muerte se los impidiera.

Fue que le correspondió, a Lenin, hacer el aporte-contribución, que venía a quitar el estigma, tanto en su significado material de marca impresa con hierro candente, que no deja de poseer un alcance figurado en el uso de dicha expresión hoy día, como en el actual significado figurado, que es con el que principalmente se usa, y que, entre otros significados, es señal o marca de deshonra y de bajeza moral u orfandad ética, del concepto ideología; con lo que, dicho sea de paso, Lenin definitivamente igualó, dándole nivel y alcance de filosofía, al concepto de ideología; que en los tiempos de Marx y Engels no era otra cosa que falsa percepción y falsa interpretación de la realidad, sus objetos y las interrelaciones de éstos, en todos los campos y esferas de la sociedad, economía, ciencia, política y demás.

Fue en “Materialismo y Empiriocriticismo”, obra cumbre e infranqueable para el idealismo y la metafísica, como para sus apologistas de la lingüística, la lexicología, el sicologismo social, el neopositivismo lógico, el pragmatismo, y tantas otras variables infinitas de pus y excrementos, del mal uso y aplicación de las facultades cerebrales de la gente.

Lenin estableció: toda filosofía tiene, no sólo un significado de clase, sino un ineludible e inocultable carácter y espíritu de Partido; y, todo cuanto es ideológico es porque está elaborado por el cerebro, sujeto, y en aras del interés de la realidad de clase de cada persona y de cada individuo; por lo que, lo de que la filosofía siguiera sosteniendo lo de que la ideología es la falsa conciencia, en lo que incurría, aún, la tenida formalmente como marxista, por el desprecio y rechazo a la vieja concepción sobre la ideología, según su época, que expresaron Marx y Engels, negándose a filosofar, a relacionarse con lo pertinente a ésta como especialidad, pero sin ser ignorantes de que la práctica que auspiciaban y que llevaban a cabo, de hecho, a la vez, significaba hacer una nueva filosofía, que vino a ser el materialismo dialéctico e histórico, que es una ideología, una concepción general y particular del mundo.

No obstante, podría resultarles extraño a algunos, que un sujeto como Andrés L. Mateo recurra al uso de la interpretación obsoleta, y destrozada por Lenin en “Materialismo y Empiriocriticismo”, como por Marx y Engels en vida, que nunca dejaron de aborrecer y estigmatizar, como afrenta ignominiosa, al positivismo y a su creador, juzgándolo como carroña, por pretender despojar la práctica de la ideología, de su espíritu de clase y carácter de Partido.

La creación de la gnoseología, o teoría del conocimiento, como ciencia, con sus métodos, reglas y principios, pertenecientes al campo general de la concepción e ideología general del materialismo dialéctico, indudablemente que produce un salto, o un corte epistemológico, como gustan decir algunos especialistas y académicos, dentro del campo del materialismo dialéctico; según el cual, la ideología, necesaria y obligatoriamente, deja de ser así la falsa conciencia, cuando pasa a ser la más exacta conciencia de la realidad objetiva y de las interrelaciones internas que forman la dinámica de las cosas, por ser el reflejo de éstas en el pensamiento del hombre o sujeto pensante.

La ideología era lo que justamente de ella definía la filosofía como la falsa conciencia de la realidad; y esto, por ser arrastrada por la visión acomodaticia a la conveniencia. Pero, es indudable y muy comprensible, haciendo fácil su entendimiento, que, cuando el objetivo de la ideología es impulsar, hasta lograr el más exacto reflejo de lo material en el cerebro humano, como órgano de la elaboración del pensamiento, ahí mismo cesa el estigmatizado carácter de falsa conciencia de la realidad que se le atribuía a la ideología, para pasar a ser parte de la misma realidad individual y de clase.

Pero, es claro, que quienes defendemos la validez y el alcance, dentro de la concepción filosófica, a que Lenin eleva el materialismo dialéctico, no podemos cargar con la culpa de quienes han querido obstruir el desarrollo del materialismo dialéctico y se atrincheran y persistan en el viejo criterio, superado, de que toda ideología, incluyendo de paso la del materialismo dialéctico, es obligatoriamente un reflejo falso de la realidad en la cabeza del hombre.

No obstante, nada de lo que hace y dice Andrés L. Mateo es huérfano de contenido y significado ideológico.

Eso de suscribir, apenas el jueves 28 de julio del 2016, lo de que: “la ideología, que la filosofía llama falsa percepción de la realidad”, es porque esa expresión nociva, hoy día, más que en cualquier otro momento, corresponde a un compromiso de clase burguesa y pequeño-burguesa, de profundo y grosero espíritu vulgar de partidos anti-comunistas; como lo viven haciendo, al igual que él, el bastardo, agua negra y proxeneta, que ha prostituido hasta a su hija, esto en significado literal, real y directo, además de político, Tony Raful sin más; al igual que la depravada, repugnante y poco pudorosa, Ivelisse Pratts de Mario Emilio Pérez, formando la mancuerna ignominiosa trujillista, anti-comunista y de canallas ambos.

Pero la importancia, de la adicción y adhesión, como el empleo de esa ideológica interpretación trasnochada, de lo que es la ideología, estriba en que es uno de los alegatos y dogmas de toda la práctica de leprosos morales de los herederos y continuadores del leproso moral, Juan Emilio Bosch Gaviño.

Pero, como se ve, Andrés L. Mateo, no sólo le sigue haciendo el juego, sino que no puede liberarse de esa tara que le proviene de su jesuitismo y aberraciones castro-guevaristas debraístas, anti-marxistas y anti-leninistas.

 

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