MASIVOS CASOS DE PEDOFILIA EN AUSTRALIA, CHILE Y EN TODO EL MUNDO POR PARTE DE CURAS Y PRELADOS CATOLICOS COMO DE PASTORES Y MINISTROS PROTESTANTES EVANGELICOS

Plantean la interrogante: ¿La naturaleza de su tal Jesucristo es ser homosexual, bisexual, pedófilo, o qué?

10-01-2018

 

Es muy curioso, como paradójico, que los jesuitas, se proclamen como los abanderados de los derechos humanos en nuestro país y, por igual, como los adalides de la lucha contra la corrupción y la impunidad; puesto que los jesuitas, cuya historia está saturada, desde su creación por el alias Papa Paulo III en el 1535, de las más criminales acciones, como programas de persecuciones y exterminio de etnias y grupos, instigando las más crueles acciones asesinas, con alcances masivos, torturas, robos, saqueos, así como por ser los jesuitas reconocidos creadores de los más sofisticados e insólitos sofismas, en apología y justificación de sus monstruosas acciones criminales y de conculcación de derechos tenidos por inalienables para las personas y grupos de éstas.

Acciones suyas, de las que, su paso por la Inquisición católica, es un verdadero compendio de horrores; como su respaldo al nazi-fascismo, y a sus campañas de exterminio de judíos y comunistas, es lo suficientemente convincente de que es una orden criminal de la Iglesia Católica-Vaticano, mafiosa, hamponesca, paramilitar, irrepetible e insustituible, por su carácter desalmado y cruel.

Que hoy, los jesuitas, estén ofertándose, y pavoneándose en nuestro país, como los abanderados de la defensa de los intentos de las hordas haitianas por ocupar el territorio nacional dominicano, a nombre de su condición de cruzados de los derechos humanos; y, al mismo tiempo, quieran destacarse en su empeño irónico, que no logra ocultar su descomunal hipocresía, que sobrepasa todos los límites, y deviene en el más cínico sarcasmo, queriendo aparecer como los adversarios a ultranza, tanto de la corrupción como de la privilegiada impunidad, que, a lo largo de los 4 y tres cuartos de siglo, de haberse creado esa maldita y anatematizada orden de criminales psicópatas religiosos católicos, y compuesta por aberrados antisociales, que han usufructuado a mano suelta, con la mayor depravación, de la impunidad ,que hoy dicen les escandaliza y les estremece.

A todo ello hay que agregarle su condición de creadores del sistema y los métodos del exterminio étnico-racial de los indígenas, tanto en toda la América Latina como en los Estados Unidos de Norteamérica y hasta México.

Ironía, por cuanto resulta una parodia, un sainete o farsa tragicómica, lo de que los jesuitas se pretendan erigir en apologistas o defensores a ultranza de los derechos humanos de los haitianos, que usurpan el espacio de los dominicanos; en tanto, esos mismos jesuitas, en forma indolente, pisotean los derechos nacionales de los dominicanos en su propio territorio nacional; al mismo tiempo que se hacen mantener, como parásitos, de los recursos financieros y medios de los dominicanos; a los que no sólo abogan por pisotearles sus derechos económico-sociales, sino, repetimos, sobre todo, los derechos nacionales, por ser la República Dominicana la patria de los dominicanos, y no de los haitianos.

Y, la depravación que exhiben, con el mayor desparpajo, estos criminales esquizoides paranoicos, con pretensiones de divinizados y sagrados, alcanza la máxima connotación de cinismo sarcástico, por el hecho de que, conjugados con la realidad de los hechos que protagonizan los jesuitas contra el Estado Dominicano, que les costea su condición de vividores sanguijuelas sagradas cristianas católicas, en su parasitismo de perdularios degenerados, resulta una burla, pero de extrema crueldad, contra la dominicanidad, contra la nación, el Estado Nacional, República Dominicana.

Lo del cinismo que, como contenido y significado, hay en las imposturas de esa banda de rufianes y antisociales que son los jesuitas, se palpa en la desvergüenza y descaro de que hacen derroche, por su procacidad, su vulgaridad, su orfandad de todo cuanto sea pudor, escrúpulos, honestidad, honradez y recato; que son pilares de la moral social y parte obligada de los principios de la ética.

Así, es evidente que los criminales jesuitas reivindican su condición de perros rabiosos.

Los jesuitas, cuyo método es la sofística, que se basa y sustenta en lo más vulgar y superficial, que es la apariencia de lo que sólo se ve de lejos; al fin y al cabo, no logran su objetivo de tergiversación y manipulación de la realidad objetiva, que obliga a que, el vago e impreciso dilema entre la controversia de la ilusión del bien versus el mal, se torne en algo preciso y tangible cuando esa controversia se concretiza y hace real; como la contradicción entre lo verdadero, de un lado, y lo falso del otro lado; o sea, entre la verdad y la mentira; por lo que, es fácil darse cuenta de que el cartel del opio de la humanidad y del parasitismo religioso católico-cristiano, que es la Iglesia Católica-Vaticano y su cuerpo del hampa, como sus legiones a morte (a muerte) que son los jesuitas, lo que tiene por finalidad es la destrucción de la nación, país, sociedad y pueblo de la República Dominicana, para igualarnos, a tabla rasa, con las hordas primitivas salvajes del conglomerado tribal y de hordas de los haitianos, que es Haití; y abogan por ese nefasto objetivo, sin importarles, para nada, que la República Dominicana y nuestro pueblo los mantienen, les financian su farsa y sus actividades de impostores como representantes de una inexistente deidad de un más allá, que nadie conoce ni ha podido comprobar su existencia, pero que es el corazón de la estafa, del engaño y del parasitismo.

Entrando de lleno al asunto de la corrupción: en primer lugar, como cuestión y fenómeno social y nacional, en segundo lugar, en el plano, lugar o espacio de lo personal; los jesuitas, igual que esa corporación de cartel de opio de la humanidad que es el catolicismo y el cristianismo en general, incurren en una vergonzosa estafa, que de por sí termina por dar cuenta de que, lo suyo, lo de los jesuitas y la Iglesia Católica-Vaticano, es la mentira y la lucha desenfrenada contra la verdad y el sentido común; en busca por socavar la confianza del ser humano en los otros seres humanos, y así, en las masas populares y en la sociedad; convencidos de que, si el hombre adquiere como su principio la confianza en sí mismo, en la ciencia, en la cultura, erige como su meta la creación de una sociedad y un Estado en que tales ideas y principios se conviertan en meta común, ni los curas, ni los malandros y chorros jesuitas, como ese cartel del oprobio Iglesia Católica-Vaticano, romana y cristiana, no tendrán nada que buscar entre ese conglomerado de hombres y mujeres, basados en la moral de lo social y los principios de su ética, basados en el trabajo productivo y creador, como en la ciencia y la cultura, cuyo protagonista es el hombre, el ser humano.

Ahora bien, ¿acaso la peor y más perniciosa corrupción no es el parasitismo, el vivir parasitando a expensas de los demás que trabajan y producen?

Todo el mundo sabe, sin necesidad de complicadas ni mayores explicaciones, que los jesuitas, la Iglesia Católica-Vaticano, sectas evangélicas, curas, sacerdotes, pastores y ministros evangélicos protestantes, viven del trabajo y lo producido por el trabajo ajeno, de los que trabajan.

Si los jesuitas no realizan trabajos productivos, si no viven sembrando aberraciones y tergiversaciones, con engaños y mentiras, ¿qué corrupción pueden combatir? ¿Acaso su parasitismo no es precisamente la peor corrupción?

Si entramos al terreno de la corrupción personal e individual, de antemano, el saldo de la ecuación es conocido: un parásito social no puede darse ínfulas de no parásito ni de no corrupto personal.

Hoy día, la Iglesia Católica-Vaticano, por ejemplo, es un mar y un océano infinito de aberrados sexuales, homosexuales, pedófilos y lesbianas. Eso está admitido mundialmente.

Pero, dentro de ese mar de miserias humanas y aberraciones, de los prelados cristianos y de sus iglesias, tanto la romana-vaticana como los protestantes, las cosas llegan al extremo de podredumbre y envilecimiento de que, en Australia, por ejemplo, los estudios e investigaciones arrojan un saldo que dice, que las violaciones llevadas a cabo por los curas católicos a niños de 2 a 14 años, es incalculable; constituye una catástrofe irreparable, que las personas común y corrientes no están aptas para conocer su cifra devastadora.

Y, en Chile, por ejemplo, donde el pueblo, en encuesta, se niega a financiar el viaje al jesuita, pedófilo y homosexual, además de agente de la CIA, el alias Papa, Bergoglio, un informe acaba de dar cuenta, de que un grupo de cuando menos 80 sacerdotes, entre ellos una perversa monja, lleva 18 años consecutivos violando niños y niñas, como una ofrenda a su dios Jesucristo. ¿Y cuál será la naturaleza de éste, homosexual, bisexual, pedófilo, o qué?

 

 

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